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lunes, 30 de septiembre de 2013

San Antonio de Areco III

Estaciones

Las viejas estaciones herrumbradas y herrumbrosas nos recuerdan la gloria del granero del mundo. Aquella época en que las vías del ferrocarril eran las arterias de la patria.
Hoy conservan su secreto encanto de decorado de película de otros tiempos, con olor a pasto verde y ritmo de siesta pueblerina.





























sábado, 28 de septiembre de 2013

Wakolda, de Lucía Puenzo

La tercera película de una chica que sabe algo de cine

Lucía Puenzo, está disfrutando en estos días de uno de esos raros fenómenos del cine argentino. Seleccionada para representar al país en el Oscar  e iniciando la segunda semana a sala llena, Wakolda es una producción ambiciosa.


Vale la pena ir a ver Wakolda. Por los paisajes patagónicos, la ruta del desierto, el viejo Hotel Tunquelén frente al Nahuel Huapi, ese color medio sepia de las fotos de los años 60, y el casting perfecto.





Destaco especialmente el hallazgo de la pequeña Florencia Bado en el rol de Lilith,  con esa mirada ambigua e inquietante; la sobriedad de Natalia Oreiro; la belleza de Elena Rogers  en el histórico personaje de la espía de la Mossad y el parecido increíble de  Álex Brendemühl con el fatídico doctor Mengele, el Ángel de la muerte.




El cuaderno de anotaciones del doctor Mengele es una obra de arte; de hecho, Andy Rivas, el dibujante de esta maravilla y de los dibujos que aparecen en "Infancia Clandestina" está preparando su exposición en el Palais de Glace.




Basada en la novela homónima de la directora, Wakolda  se asoma a lo siniestro y nos deja en la antesala. Allí en ese espacio de incomodidad que provoca la intimidad aberrante entre una niña y un desconocido; allí donde intuimos que la intolerancia a lo diferente yace en las relaciones cotidianas y vuelve monstruosa la convivencia en el colegio de Lilith; allí donde la ciencia cruza límites inconcebibles y macabros.

En Wakolda hay momentos que erizan la piel, hay lluvia torrencial en una carretera solitaria, hay nieve y frío en un hotel abandonado, hay extrañas avionetas que sobrevuelan la casa de los vecinos, hay muñecas iguales con corazón mecánico; hay una niña a la que se le estiran los huesos como en un cepo mediante hormonas inyectadas. Así, un poco mecánica y fría es la relación que establece esta película con el espectador.


Y aprovecho esta entrada para responder la pregunta de Carolina Guidice en su excelente crítica sobre la película en Morir en Venecia : ¿se respeta la verosimilitud en la película?¿O nos quedamos afuera? 
Tratándose de un tema como el nazismo, me parece que cualquier ficción, ésta inclusive, por más inverosímil que parezca, se queda corta al lado de la realidad histórica. Cuando hace unos años, desde Munich tomé un tren a Dachau para visitar el primer campo de concentración creado para cumplir con el plan de exterminio de los judíos, sentí el mismo frío distanciamiento que hoy en el cine. Me bajé en un pueblito precioso, lleno de casitas blancas de dos pisos. Caminé unas 15 o 20 cuadras en un perfecto día de verano parecido a nuestra primavera. De pronto, al final de la alameda,  apareció, entre jardines, el portón de uno de los lugares más siniestros de la historia. Las casas vecinas, a metros, ¿cómo no se enteraron de los hornos crematorios?, ¿cómo permanecieron ajenas al horror?, ¿cómo es posible que la Cruz Roja visitara los pabellones y aceptara la versión de que allí los refugiados vivían en excelentes condiciones? 
Es cierto que en la película hay elipsis importantes, cosas que no se explican, por ejemplo el momento en que nacen los mellizos. Una mujer tan sufrida como Eva, pudo haber tenido el parto de dos sietemesinos con la ayuda de su hijo mayor y alguna criada. No nos olvidemos de que es su cuarto parto. Creo que no importa contar ese momento si no cómo se pueden salvar dos bebés que necesitan cuidados neonatológicos en medio de una tormenta de nieve, alejados de la ciudad. Esa situación límite justifica la intervención  de Mengele.
Por otro lado, hay una pequeña escena en la película que para mí le da sentido al personaje de Eva, interpretado por Oreiro (seguramente todos nos preguntamos por qué deposita su confianza y le entrega la salud de sus hijos a Mengele). Cuando llega a la vieja hostería donde fue criada, Eva recupera el idioma alemán con que fue educada, la lengua de sus padres, y entre las fotos viejas de su infancia, aparecen con naturalidad otras fotos familiares y grupales de la hostería en las que hay banderas con esvásticas y saludos nazis. Festejar los avances de las tropas alemanas sería seguramente un recuerdo personal, como para tantos chicos argentinos de las colectividades alemanas del interior del país; no solamente Bariloche, sino también Misiones, La Pampa, Córdoba. ¿Sabe quién es Helmut? Probablemente sí, y no le importe. Probablemente, sin embargo, al final, sienta que ha llegado demasiado lejos y por eso llama a la fotógrafa con la excusa de la foto familiar.
Mal que nos pese, Eichman, Mengele, Priebke vivieron en la Argentina, pasearon como Pancho por su casa, hubo una comunidad dispuesta a darles asilo. Esta película se asoma, con política corrección, a esa realidad atroz. 

jueves, 26 de septiembre de 2013

San Antonio de Areco II

Boliches


Auténticos y geniales, ostentan una gruesa capa de polvo como el mejor símbolo del tiempo que se posa irremediablemente sobre las cosas. 
Si tienen pensado ir a Areco, tomense su tiempo para caminar lento y entrar a comer una picadita, o tomarse una cerveza. Algunos más turísticos que otros, pero todos guardan su encanto. Y dos días no alcanzan para conocerlos a todos, por suerte nos vamos con la promesa de tantos lindos lugares para conocer.

Boliche de Bessonart

Se levanta un poco chueco en la céntrica esquina de las calles Don Segundo Sombra y Zapiola, a sólo una cuadra de la plaza principal. Dicen que casi se viene al suelo, pero  unos arquitectos de Areco se las ingeniaron para apuntalarlo. Dicen, también, que allí paraba Don Segundo Ramírez, el gaucho que inspiró el "Don Segundo Sombra" de Güiraldes. En el pasado fue bar y almacén de comestibles y bebidas. Hoy se puede comer una exquisita picada de salame y queso y posar la vista en tantos hermosos objetos acompañados por parroquianos de esos pagos.













Pulpería La Esquina de Merti
Ideal para aprovechar las mesitas de la vereda frente a la Plaza Arellano, o disfrutar la magia de la luz que se cuela por las ventanas coloniales y se posa sobre los carteles antiguos, las mesas de noble madera, los pisos de mosaico. 








Bar El Tokio
Para tomar una café, o un helado, o almorzar algo ligero, enfrentado a La Esquina de Merti. Con la mejor vista de la plaza.




Bar Los Principios
Queda a unas cuadras del centro, no tiene mesas sino sillas en fila contra el perímetro del local y un enorme mostrador. Entramos a la tarde y nos pusimos tímidos... allí estaban los paisanos, tomando su copa después del trabajo, nos saludaron con cortesía a nosotros "los forasteros", que miramos alrededor en busca de una mesa protectora y decidimos salir por donde entramos.
 Para los que se animan, ¡ése sí que es una bar como los de antes!


La vieja sodería

Se ve muy lindo... ¿entramos?


miércoles, 25 de septiembre de 2013

San Antonio de Areco I

Cambalaches


"Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia
contra un calefón..."  
E. S. Discépolo






















lunes, 23 de septiembre de 2013

El blanco más blanco

"Hay que dar, cada año, con el blanco más blanco del mundo, con el más dulce y a la vez, el más delicado. Hay que decidir- cada vez- el rojo, el verde, el violeta, el lila, el azul, el amarillo, el rosa, el celeste, el naranja. Y después de eso, hay que decidir los matices. Que son infinitos. Infinitos." Decisiones, Betina Z, en La luna de Valencia