Cuando conozco sitios como la famosa Reggia de Caserta, Patrimonio de la Unesco, se producen en mí una mezcla de sensaciones contradictorias.
En primer lugar me seduce ese despilfarro de belleza, de parques, de mármoles, de lujo. Siempre me pregunto porqué el poder necesitó en todos los tiempos expresarse en la materialidad de las grandes construcciones arquitéctonicas: catedrales, castillos, palacios me generan al mismo tiempo fastidio y fascinación.
Para solucionar este dilema, me digo a mí misma que estas obras esplendorosas, nacidas de la creatividad de arquitectos, del trabajo de albañiles y quizás esclavos, hoy son lugares que podemos disfrutar todos los seres humanos pagando una mínima entrada de 12 euros, como en este caso.
Para ir a Caserta desde Nápoles o Benevento recomiendo el tren rápido, un poco más caro pero muy cómodo. Si van en verano como yo, madruguen, no se van a arrepentir. Conviene en el mismo palaacio alquilar una bicicleta y recorrer los majestuosos jardines atravesados por una imponente fuente que proviene de una cascada. Una vez que se llega a la fuente principal y al Jardín Inglés, se deja la bici y entramos a un bosquecito en el que lo más notable es el Baño de Venus, la fuente entre piedras y vegetación que reproduce un templo romano. Para todo ese recorrido resérvense por lo menos dos horas porque el parque es enorme.
Al mediodía se puede tomar un refrigerio en el bar dentro del palacio, a precios normales.
Luego, es un placer recorrer las estancias que se encuentran en perfecto estado de conservación.
El palacio está en un proceso de restauración de la fachada posterior y los jardines están bastante descuidados. Sin embargo, esa naturalidad campesina le da los colores del estío y un aire contemporáneo. No puedo imaginarme a ninguna reina o princesa caminando al sol del verano por allí, quizás las llevaran en carruajes... Es más, he leído que ni el rey ni el arquitecto que lo soñaron vivieron lo suficiente para verlo terminado.
Por eso, amigos contemporáneos, apropiénse de ese palacio, por lo menos por un día. Contemplen ese agua verde de los grandes piletones llenos de peces. Examinen con cuidado la belleza de los grupos escultóricos embellecidos por el paso del tiempo, siéntense a la sombra de esos árboles y luego recorran las estancias con paso lento, disfrutando la frescura de esos ambientes, mientras afuera el sol abrasa.
Y antes de tomar el tren de vuelta festejen con un helado y un café, infaltable modo de celebrar la vida alla italiana.
Para más datos históricos, entren a este link
Acabo de encontrar tu blog de viajes y no lo conocía, enhorabuena.
ResponderEliminarSaludos viajeros
LoBo BoBo
http://www.el-lobo-bobo.com/
Qué hermosa experiencia, Lili y qué bellas, las fotos. No veo la hora de volver para vernos más seguido.
ResponderEliminarUn abrazo gigante