"El yo, no es un ser que permanece siempre el mismo, sino el ser cuyo existir consiste en identificarse, en recobrar su identidad a través de todo lo que le acontece."
Emmanuel Lévinas
"He vuelto a encontrar la libertad, la libertad total, es extraordinario", estas son las palabras de Nathalie, la profesora de filosofía encarnada por Isabelle Huppert, que en pocos meses ve completamente transformada su vida.
Cerca de los 60 años y de su posible jubilación, su marido la deja por otra mujer, sus hijos se van de casa, su madre, a la que cuida con devoción, se muere. La rodea el vacío de los estantes de la biblioteca de la que su esposo, también profesor de filosofía, se llevó sus libros y algunos de ella.
Toda la primera parte de la película, se la ve corriendo de acá para allá: al Liceo, a la casa de su madre que sufre depresión y la llama constantemente, a la editorial que ya no quiere reeditarle sus libros. Después del cataclismo, sin dramatismos ni victimizaciones, Nathalie empieza desarmar para armar.La casa de su madre, la casa de vacaciones donde fue tantos años feliz con su familia, sus afectos.
Ahí, entre sus afectos, aparece su ex-alumno preferido, un joven que la respeta y la tiene como referente. Este joven anarquista, la invita a la casa de campo que comparte con otros intelectuales y ella va, con Pandora, la gata negra de su madre. Allí, por más que todos sean muy amables con ella, Nathalie se siente ajena, ya no son tiempos de radicalismos para ella, sino de relativismos. Ya no le gusta tanto la convivencia en comunidad sino que disfruta de su soledad.
No es una mujer vacía, se ha realizado intelectualmente. Quizás serán muy distintos esos próximos 20 o 25 años que le restan en su porvenir a los de su madre, una hermosa mujer que había sido modelo y vivía de los recuerdos de su esplendor pasado.
En esta película, Mia Hansen-Løve, con extremo realismo, nos muestra una mujer madura que se ha hecho a sí misma y que no necesita de un hombre para sentirse completa. Aunque el engaño de su esposo la tome desprevenida ("pensaba que ibas a quererme toda la vida"), corta por lo sano, se vuelve a comprar el Lévinas anotado por ella que se llevó su esposo, y logra desprenderse de la gata que le quedaba como obligación para con su madre. La lleva al campo, para que ella también sea libre.
En la escena final, anfitriona en la cena de Navidad con sus hijos, queda en el centro de la imagen el hogar y fuera de campo, ella con su nieto en brazos. El hijo de su hija, su sonrisa y la completitud de una mujer que está aprendiendo a vivir su porvenir.
Una película serena y bella. Quizás a mí me haya llegado tanto porque adoro a Isabelle Huppert . O quizás porque yo también estoy empezando a transitar esa misma época de despojos y ganancias.
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