Boquitas pintadas y pajaritos en la cabeza
"Los finales de los años ´50 es un buen tiempo para ubicar esta comedia, que a veces no lo es tanto. Una buena época en la que todavía es posible pensar que hay muchachas casaderas que quieren a sus novios, pero que al ser seducidas por unos extraños en un plan elaborado en parte por un extraño filósofo de café y en otra parte por una camarera mueren de amor por ellos, aunque a veces tengan culpa por dejar a sus novios que parten de manera mentirosa a un campo de batalla ficticio. Cambios de identidades, juegos de ocultaciones y manipulaciones emocionales bien propias de una época en la que todavía la instropección no era lo habitual y las convenciones sociales aún no habían sido puestas en cuestionamiento."
Rubén Szuchmacher
La puesta en escena de la famosa ópera de Mozart en el Argentino sorprende por el ritmo, la parodia y los continuos guiños cómplices que los espectadores agradecieron aplaudiendo de pie en la última función.
Excelentes cantantes e intérpretes, una iluminación impecable que destaca el diseño escenográfico que deja lucir el preciso vestuario de esa época bien reconocible de las películas románticas de Hollywood y también de Argentina con su heroínas de labios carmesí y teléfonos blancos.
Los cantantes bailan con swing mientras interpretan las conocidas áreas, desempolvando una de las óperas más conocidas y representadas en el mundo entero.
Mejor no indignarnos con los estereotipos: "así hacen todas". ¿Las mujeres somos todas tontas, volubles, infieles, exageradas, dramáticas y manipuladoras? Szuchmacher se las arregla para que en esta versión nos ríamos juntos de esos esterotipos de género que son, por suerte, cada día un poco más ridículos.
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