A otros los conmueve la selección nacional de fútbol o de rugby cuando nos representa con la camiseta celeste y blanca. A mí, me viene el patriotismo cuando hablamos del Cine Nacional. Ir al espacio INCA a ver una buena peli argentina me encanta. Cada vez es menos común escuchar la frasecita irónica "Yo, cine argentino no veo". Pero cada tanto, alguno que otro de mi generación, que se quedó en el cine de los 70, sigue expresando lo más campante este prejuicio. Y yo digo para mis adentros: ¡Cómo se ve que no te tomaste el trabajo de probar, de aunque sea por una vez reemplazar el cine pochoclero por una buena peli argentina!
No sé a ustedes, pero a mí ya me pasa que no me pierdo los estrenos de ciertos directores argentinos, como en el pasado me sucedía sólo con Almódovar, Woody Allen, Clint Eastwood. Entonces voy a ver la película porque es de Pablo Trapero, Paula Hernández, Daniel Burman, Lucrecia Martel, Julia Somolonoff, Caetano, Carnevale o Campanella... Como verán la lista es heterogénea, para todos los gustos y por supuesto está muy incompleta. En todos los casos salgo llena del cine: me han contado una buena historia, con bella fotografía, con mucho color local. Me siento parte como espectadora porque esos personajes se mueven por mi paisaje cotidiano, hablan mi lengua, tienen una historia en común.
Hoy inauguro en mi blog la sección Cine Nacional y no me referiré a una película sino a una actriz: Rita Cortese. Puse la foto antes para que sepan de quién estoy hablando, es que así sucede con los actores de reparto. Están ahí, sosteniendo la historia, pero cuando salimos del cine todos nos acordamos de los protagonistas y tendemos a olvidarlos.
Ella estaba ahí, contundentemente humana en tres de las últimas películas argentinas que vi. Es Delfina, la hermana que quiere unir a la familia en "Los Marziano"; es Esther, la amiga, socia y confidente de Graciela Borges en "Viudas"; es la primera Madre de Plaza de Mayo que conoce Estela en "Verdades Verdaderas". Y cada vez que aparece yo le creo, es la mejor amiga, la mejor hermana, la madre luchadora y estoica. Amo como mueve sus manos, su voz ronca por el cigarrillo, sus ojos claros e intensos detrás de los anteojos. Amo su genuina humanidad.
Y justo cuando estaba pensando en escribir esta nota, la encontré por casualidad en Volver en "Herencia" (2001), la primera película de Paula Hernández. "Lluvia" y "Un amor", sus segunda y tercera películas, tienen como protagonistas a Valeria Bertucelli y a Elena Roger, respectivamente. Me sorprendió gratamente que para su opera prima esta sensible directora haya elegido a Rita Cortese para el papel protagónico de Olinda, una entrañable mujer sola que atiende una cantina italiana heredada. Y en ese rol, ella es simple y auténtica, una mujer en la sombra que al final elige su destino.
Rita Cortese tiene una rica trayectoria no sólo en cine, sino también en televisión. Canta y participa en las luchas reivindicatorias de los derechos de los actores argentinos. Es una hermosa mujer madura que puede representar a alguien de su edad porque no ha caído en la tentación en la que sucumbieron la mayoría de sus colegas de torturar el cuerpo en pos de la eterna, artificial juventud.