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viernes, 18 de enero de 2013

Diario de viaje: Bruselas

Un museo, una galería, una plaza y un nenito meón


Bruselas no solamente es la capital de Bélgica sino de la Unión Europea. No me referiré a las muchas atracciones que tranquilamente el lector puede encontrar en cualquier sitio de turismo sino a las subjetivísimas impresiones de un día de paseo por esa bella ciudad anotadas en mi diario de viaje.


Un museo dedicado a René Magritte



En el espectacular Palacio de Bellas Artes se encuentra el nuevo Museo Magritte dedicado íntegramente a la vida y obra de este artista inclasificable que nos ha regalado para siempre esos cielos con nubes, esos amantes asfixiados en un beso por una sábana blanca, esos hombres con bombín, y por sobre todas las cosas la ambigüedad y el misterio.


Además de muchas obras importantísimas del artista surrealista, se despliegan documentos, cartas, videos, y, sobre todo, fotografías que nos regalan algo del alma del pintor, de su vida cotidiana, de sus pasiones y sus amores. Descubrimos, entonces, que una obra única como la de Magritte sólo puede surgir de un modo de vida poético y bello.





Me conmovió especialmente su romántica relación con Georgette Berger, que no sólo fue la modelo para todos sus desnudos sino su compañera en la vida y en el arte.


Aunque hay muchas pinturas de Magritte en este museo, uno sale con ganas de ver más y más de sos cuadros amados que hemos gastado de tanto mirar en las fotografías de los libros y tarjetas. Bruselas para nosotros era Magritte y fuimos a este museo antes de recorrer el centro de la ciudad.




Las galerías Saint Hubert

Estas galerías cubiertas fueron diseñadas en 1847, convirtiéndose en las primeras de toda Europa. Con su más de 200 metros de largo conservan toda la elegancia y el estilo de la Belle Epoque en sus finos comercios que siguen ostentando en sus vidrieras los lujos de otros tiempos: los famosos bordados, la delicadísima guantería de cuero, los exquisitos chocolates (¿los mejores del mundo?). Los belgas están seguros de esa verdad y nuestros paladares no podrían negarlo después de probarlos.










La Grand Place
La plaza con sus señoriales edificios adornados en oro es un lugar de reunión por sus cafés, sus restaurantes, sus recitales al aire libre y por la famosa tradición de la alfombra de flores que cada dos años realizan en agosto.








El Manneken pis

Pero el rey absoluto de Bruselas, es el omnipresente Manneken Pis ( el niño que hace pis). 
Cuando preguntamos las principales atracciones en la oficina de turismo, nos lo señalaron en el mapa como la número uno. Después de atravesar el casco histórico en su búsqueda,  enseguida nos dimos cuenta de que habíamos llegado porque divisamos una multitud de turistas y curiosos mirando hacia arriba.
En una esquina, enmarcado dentro de una fuente barroca, allí estaba el niño de bronce, el desenfadado representante de los civilizados belgas.


Creo que todos los que llegamos hasta allí al principio nos sentimos un poco decepcionados por esa minúscula escultura de sólo 61 centímetros de altura... Pero luego, quedamos rendidos a sus encantos y empezamos a querer saber más de él. 
Dice la leyenda que allá por el siglo XIV, un rico comerciante que visitaba la ciudad con su familia, de pronto perdió de vista a su hijito. Los vecinos se solidarizaron con la desesperación del padre y se organizaron en grupos de búsqueda. Al poco tiempo, el pequeño travieso fue encontrado riendo y orinando en un pequeño jardín. Cuando el padre se reencontró con su niño, agradecido prometió construir una fuente para la ciudad con la imagen en bronce que perpetúa ese momento del hijo perdido y encontrado.



Hoy su bizarra imagen se reproduce en la infinita parafernalia kitsch: llaveros, esculturas, destapadores, chocolates, remeras... Todos quieren llevarse una copia del irreverente nenito meón como recuerdo de esta ciudad surrealista.


Cuando va cayendo la tarde, un exquisito café,  en alguno de los antiguos bares de los alrededores, podría ser la manera perfecta de terminar este hermoso paseo por Bruselas.




5 comentarios:

  1. hermoso comentario que me ayuda y obliga a recordar ese viaje maravilloso. Los cielos de Magritte son unicos, como los girasoles de Van Gogh , o los nenufares de Monet. Un sello personal, que se antepone al pintor en algunos casos. una marca registrada de la impronta creativa de algunos genios.Tenemos tambien las calas de Rivera y muchos más que ahora no recuerdo...

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  2. Es cierto lo que decís de las marcas registradas de esos artistas. En el caso de Magritte, la publicidad ha hecho uso y abuso de esos cielos.
    Gracias por completar el diario de viaje!

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  3. También a Magritte lo podemos oponer a Dali en cuanto a que este, tenia un perfil muy bajo, trabajaba en un lugar pequeño, casi invisible, en cambio el catalán se creo un personaje a partir de su personalidad extrovertida, rimbombante, etc. distintas maneras de plantarse frente a la experiencia creativa. y si, dos genios...

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  4. Me encantan tus diarios de viaje, tanto tus impresiones como el cuaderno que las registra, preciosos!
    La única manera de que el viaje de otro tenga interés para uno es que se lo cuente así, con algunas pocas y contundentes impresiones personales, "subjetivísimas".

    Mis impresiones de tus impresiones :) :

    Mucho amor en la foto de Magritte y su mujer. La forma en que cada uno toma la cara o el brazo del otro me conmovió.

    El Museo... qué maravilla! Todo un "gran Magritte" que muestra una cosa pero puede ser otra, y otra... Misterio y belleza.

    Dije "Ooooooh"... ante los bordados y la alfombra de flores. Asombro y admiración.

    Parece vulgar, pero la historia del nene y su pis es linda y reivindica la imagen. Además, no les viene mal un poco de kitsch en medio de tanta belleza, un toque irreverente y divertido, no está mal...

    Lindo compartir tus experiencias, Eleonora (y muy buenas fotos).

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  5. Gracias Betina por tus observaciones tan precisas. Con lectores como vos uno tiene ganas de escribir!
    Y, sí Anónimo, coincido en esa reflexión sobre la personalidad de Magritte opuesta a la de Dalí, y sin embargo tanta coherencia entre la vida y la obra.

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