Una breve reflexión sobre la multiplicación de modos de decir "te quiero"
Ayer, 3 de marzo, en el día de mi cumpleaños número 54, recibí muy lindos y diferentes mensajes de afecto con los cuales personas muy queridas se hicieron presentes. Me fue imposible dejar de pensar en los distintos modos en los que, en este un poco más de medio siglo de existencia, he sido siempre consciente de la importancia de las palabras como lazos, los mensajes como abrazos, el poder mágico de las cartas, en todas sus versiones, para expresar los sentimientos.
Siempre me fascinaron las cartas, las postales. Ya de chica, enviar y recibir cartas me producía una intensa emoción. Recuerdo que cuando estaba en el colegio secundario nos escribíamos cartitas con mis compañeras, en pequeños papeles doblados que viajaban de banco a banco eludiendo la mirada de las profesoras. Recuerdo el primer viaje sola a Mar del Plata, al que me invitaron Loly y sus padres y la primera postal que le envié a mi mamá. Por supuesto, llegué yo antes que el correo, pero la emoción estaba en escribir el mensaje, en crear, en ese momento en que el ser querido no estaba presente, una ilusión de cercanía. Recuerdo la devoción casi religiosa que me producía ir a visitar en diciembre a una amiga de mi mamá que recibía postales con saludos navideños de todo el mundo y las colgaba en una pared, al lado del arbolito. Cientos de postales hermosas, con saludos en distintos idiomas...
Toda mi vida escribí y recibí cartas, esas escritas en papel finito que atravesaron en avión los mares para llegar a las manos de las amigas que se fueron lejos, a México, a Alemania, a Italia, a Uruguay. Las primeras cartas de amor a los quince años, el primer dibujo que me regaló Daniel que llegó en un sobre por correo, las postales enviadas desde los viajes...
Luego vino mi primer Hotmail, allá por el 98 y entonces se abrió para mí un instrumento maravilloso de comunicación privada. Hoy me sigue maravillando la inmediatez de esta herramienta poderosísima. A otros avances tecnológicos he llegado más retrasada, un poco por desconfianza, otro poco por pereza. En enero de 2012, después de muchas dudas abrí mi cuenta de Facebook y este mi primer blog.
Ayer no recibí ninguna carta con estampilla, pero me han llegado muchos hermosos mensajes del alma: saludos desde Facebook, nuevos para mí, mails largos y bellos, msj a mi celular, llamadas desde Alemania o desde San Martín de los Andes y la promesa de una carta de mi sobrino Alejo de 6 años. Como dice él, salió a la tía Lili, porque le gustan los libros y quiere aprender a leer para entender las letritas que hay abajo en las películas.
El año pasado, su mamá me llamó emocionada para contarme una anécdota:
Alejo vive en una ciudad de la Patagonia cerca de la montaña, donde todavía los chicos andan en bicicleta y juegan a la pelota en la calle. Tenía una amiga en el Jardín, en el turno mañana. Se llamaba Tatiana. A mitad de año tuvo que cambiar de turno y no la vio más. Una mañana, estaba haciendo dibujos y mirando la tele cuando el cartero llamó a la puerta para dejar cartas, no las esperadas con mensajes amigos sino las que contienen facturas, documentos. La niñera recibió los sobres y Alejo, desde adentro le pidió al cartero de Oca que esperara un minutito. El cartero, desconcertado y sonriente, esperó y el loco bajito le entregó un sobre, armado con una hoja de papel y pegado con plasticola , con un nombre en grandes letras de imprenta mayúscula.
_ Señor cartero, por favor , ¿le puede llevar esta carta a mi amiga Tatiana?_ le pidió con su voz de duende. Y este hombre bueno le dijo que sí y se guardó el sobre en el bolsillo de su campera.
Una semana después, mi hermana Celeste iba caminando por el centro, llevando a sus hijos de la mano, cuando una camioneta de Oca se detuvo, un hombre con campera de la empresa se bajó y la llamó:
_Señora, ¿usted es la madre de este nene?
_Sí, ¿ por qué? _preguntó asustada.
_ Acérquese un poquito..._ y hablando bajito para que no escuchara Alejo, le comentó que tenía en el bolsillo una cartita que prometió entregar y quería cumplir con su palabra.
Celeste le dijo que no sabía la dirección de Tatiana, pero sabía que su mamá trabajaba como cajera en La Anónima. Y hacia allá se fue el hombre bueno, a buscar a la mamá de Tatiana para entregar la carta sin estampilla.
Una tardecita de primavera llamaron a la puerta de la casa de Alejo. Eran Tatiana y su mamá que venían de visita.
_Recibí tu cartita_ dijo la nena con una sonrisa.
_Yo ya sabía_ respondió Alejo.
Y sí, Alejo se parece a su tía Lili, por esas ganas locas de crear lazos mediante las palabras.
Esta es una de tus mejores entradas, que va mas allá del análisis de un film, u otro hecho cultural, por que volves a ser vos en plenitud...
ResponderEliminarEs verdad lo que decís de las palabras...
Yo escribía cartas a mis amigos y amigas a Tucumán, Suiza, a mi hermano cuando vivió en Europa y era toda un emoción el rito del papel, sobre y estampilla.
Hoy gracias a tu blog reviví una etapa olvidada de mi vida muy importante por cierto.
felicitaciones por tus mas de 2000 entradas, que son todo un logro y un reconocimiento a tus palabras maravillosas sea cual sea el tema a tratar...
Qué hermosa entrada, Lili! La anécdota de Alejo hasta me hizo lagrimear.
ResponderEliminarNo te conozco tanto como Daniel, pero creo que hay algo de vos en cada una de las entradas de este blog. Creo que la intelectual no anula a la emotiva ni la emotiva a la intelectual, por el contrario, estoy segura de que no existirían la una sin la otra.
Un fuerte abrazo.
coincido totalmente con vos Laura...
Eliminarq lindo lili! me emociono la historia q contaste de alejo, muy linda, me encanto. Besos grandes a los 4!
ResponderEliminarbuscando algo descubrí tu blog, una "serendipia", que le dicen :) palabra que siempre me resultó extraña, pero sinceramente me alegro muchisimo de haberlo encontrado, y muy emocionada con esta historia, que leí con una sonrisa y hasta alguna lágrima
ResponderEliminarun saludo cordial