La ópera prima del cineasta indio Ritesh Batra, se relaciona con su pasado de documentalista. Y si bien el título en castellano subraya la línea del encuentro amoroso entre los personajes, el título en inglés sin lugar a dudas señala la fabulosa tradición del "delivery" en Bombay que es lo que a mí, particularmente, me dejó encantada.
Esta película se basa, entonces en dos cosas que a la autora de Razón del gusto, realmente, le gustan mucho: la comida y las cartas.
Los dabbawalas
Los dabbawalas son los repartidores de almuerzos en Bombay. Se calcula de unos 5000 hombres transportan a pie, en bicicleta o en transporte público aproximadamente 400.000 viandas con comida casera desde las casas del cliente hasta su lugar de trabajo. ¡No puedo imaginar un sistema más económico y ecológico en todo el mundo! En solo tres horas el recipiente es retirado del domicilio, viaja hasta 70 kilómetros y regresa vacío a las manos de la ama de casa que lo deja impecable para llenarlo con la deliciosa comida al día siguiente.
En el medio del caos de una de las ciudades más superpobladas del planeta, la comida llega a su destino con un nivel de eficiencia sorprendente. Los estudios confirman que solamente un almuerzo entre seis millones no llega a destino. En julio del 2008, el periódico "The Economist" afirmó que los dabbawalas de la India son un modelo de precisión en el 99,9999% de los envíos. En ese 1 % de error se basa Batra para imaginar una confusión que provocará el encuentro entre los dos protagonistas.
Si tienen ganas de saber más sobre este fenómeno pueden ver este video:
Las cartas
Fernandes (Irrfan Khan) es un oficinista viudo próximo a jubilarse que arrastra una vida rutinaria, solitaria y gris. A ese "Martín Santomé" de la India le llega también su "tregua" en la sorpresa de los aromas caseros de su tiffin (especie de marmita de varios recipientes encimados) y en la persistente compañía del joven que lo reemplazará en su puesto.
Ila (la bella Nimrat Kaur) es una mujer casada, ignorada por su marido, que desea reconquistar su amor esforzándose en el cuidado que pone en las especialidades que prepara para cada mediodía. Asesorada en la cocina por su tía que vive en el piso de arriba, enseguida se da cuenta de que la vianda no ha llegado a su esposo, y en vez de aclararlo enseguida, empieza a mandar mensajes dentro de las cazuelas, que son respondidos día a día por Fernandes.
Las cartas, sencillas, directas, van enhebrando la historia y van transformando las vidas de los protagonistas. Esos mensajes en papel, donde pueden expresar aquello que no le dicen a nadie, son el mejor espejo en el que pueden mirarse a sí mismos, reconstituirse como personas y pensar en un cambio posible.
Ah, y me olvidaba... también es una película de segundas oportunidades, de esas que me gustan tanto a mí...
Así que, si pueden, no dejen de ir a ver The Lunchbox, será como pasear un rato por la India, sus costumbres, sus olores. Saldrán con una sonrisa de oreja a oreja, con la rara confirmación de que aquí o allá, a pesar de la rutina, de los viajes inhumanos al trabajo (el viaje en tren nos recuerda tanto a los trenes de Buenos Aires...), las desventajas de la mujer consagrada al encierro de su casa y al cuidado del marido, la felicidad se cuela cuando dejamos entrar la sorpresa, la amistad y la ilusión.
muy interesante.... me veo el trailer entonces...
ResponderEliminarClaro, Jlo, vale la pena!
EliminarHola Eleonora, me da mucho gusto volver a leer tus razones!
ResponderEliminarNo conocía esta costumbre india, qué notable... Por lo que contás, esta película tiene dos cosas que a mí me gustan mucho: espiar las costumbres de otras culturas y una linda historia de amor.
Anoto, anoto.
Un abrazo
Hola, Betina!
EliminarAquí ando, recuperando las cosas que me gustan después de mucho trabajo ( que también me gusta)...
Es una bella película, creo que la vas a disfrutar! Besos!