"Cualquier cosa que no existe y tiene un nombre termina por existir; en cambio cualquier cosa que existe y no tiene un nombre termina por no existir."
Ocampo, Silvina: Ejércitos de la oscuridad, 1º Ed. Buenos Aires: Sudamericana, 2008
Para los amantes de la literatura de Silvina Ocampo, "No inventes..." es una cita obligada. Pero para los que no la conocen, este recorrido de una hora teatral y poética es la mejor forma de acercarse a su universo íntimo y único.
Para ello se debe respetar un rito: escribir un mensaje a noinventes@hotmail.com.ar y reservar las entradas para alguna de las dos funciones semanales que solamente van los viernes a las 21 y a las 23. Cuando nos confirmen, llegar al edificio Bencich (Av. Roque Saenz Peña 615) un cuarto de hora antes y sorprenderse con la belleza de Buenos Aires a esa hora, engalanada con su cúpulas iluminadas. Luego, entrar al edificio señorial y esperar en el hall con otros pocos elegidos que, como nosotros, aguardan la llegada de nuestro Virgilio que nos guiará en ascensor al cielo o al infierno.
Cuando alcanzamos el cielo en forma de terraza, nos espera una postal nocturna perfecta de Buenos Aires. Así empieza y termina la historia, porque la misma sensación de sorpresa y emoción vibrantes, nos acompañará hasta el final.Foto Cecilia Joaquín |
A veces subimos al infierno; hay hielo.
A veces descendemos al cielo; hay llamas.
S.O.
Ni bien atravesamos la terraza, nos recibe quizás el alter ego de Silvina, quizás el eterno femenino. La joven de blanco (Anabel Dopslaff) con delicadeza y cordialidad nos conduce por una escalera caracol a un pasillo de venecitas y a una sala en la que nos convida con exquisito vino o champagne.
La música del violín de Marcos Press nos transporta a otro tiempo, es la llave para pasar del otro lado del espejo y encontrarnos con los extraños personajes del universo de Silvina Ocampo. Cinco mujeres apasionadas, desbordadas, corroídas por obsesiones inconfesables que nos hacen confidentes de sus más terribles pensamientos.
Florencia Carreras les presta el cuerpo, la voz, los gestos precisos. Con gracia, con refinamiento, con oficio.
Es la chica de barrio, enfermiza y soñadora de "El paciente y el médico".
Y luego la desconocemos cuando nos guían a otro cuarto y se transforma en la mujer consumida por la envida del cuento Rhadamanthos.
Y luego nos arrastra a la total desesperación en la enfermiza relación de competencia y celos femeninos y profesionales en El lazo.
Terminamos el recorrido en el altillo-sótano de la loca de los ratones, la deliciosa prostituta que nos recibe con sus gritos y nos invita a penetrar en su historia de miseria y soledad. La protagonista del cuento El sótano, uno de los más sórdidos y a la vez tiernos del volumen "La furia y otros cuentos".
Se trata de teatro-experiencia, teatro-pasaje, teatro-arquitectura, teatro-gesto que surge del más profundo y creativo diálogo con la magnífica obra literaria de Silvina Ocampo que ha crecido a la sombra de los grandes íconos de nuestra cultura: Borges, Bioy, Victoria Ocampo.
La exquisita dirección de Agustín Pruzzo, rescata la voz femenina de cada uno de los relatos, esa voz aprendida por una niña de la oligarquía porteña, fascinada por el mundo de la servidumbre, de las modistas, de las chicas de barrio consumidas por ensoñaciones alimentadas por el folletín y el cine de oro de Hollywood.
Y no diré más, porque por más que les describa mis impresiones, quizás ustedes puedan tener otras, todo depende del lugar, de la perspectiva. Si se sientan en el suelo, o en un sillón cerca del biombo... Si permanecen atrás a la sombra o se acercan demasiado...
Es como viajar en el tiempo, a la década del 50 que impregna el vestuario, el ambiente, el lenguaje, los modos y costumbres; mientras por las ventanas de la cúpula redonda y mágica, la ciudad iluminada nos recuerda que estamos aquí y ahora.
*Las fotos de la obra pertenecen a : Alvaro Alonso y Luchia Puig
Como bonus track, para aquellos que quieran seguir paseando por el onírico mundo de Silvina Ocampo les recomiendo ver el programa sobre La Furia, realizado por Pedro Mairal y Juan Sáenz Valiente:
Más Silvina Ocampo en Razón del Gusto: Cornelia frente al espejo
Hola, Eleonora! Me encanta Silvina Ocampo, y esta propuesta tan original parece estar a la altura de los universos que ella crea. Tu post y las fotos que lo acompañan dan muchas ganas de espiar a esas mujeres inquietantes...
ResponderEliminarTe cuento que con O., durante años, vimos muchísimo teatro, tanto que después sobrevino una especie de saturación (llegó un momento que nada nos sorprendía o conmovía demasiado...). Vamos a ver si tus razones del gusto nos van despertando nuevamente las ganas de incursionar por las nuevas propuestas (sé que hay muchas excelentes).
Gracias por compartir tus impresiones, un abrazo.
A vos que amás no solo los cuentos de Silvia sino la ciudad también, te va a encantar.
ResponderEliminarY yo estoy viendo mucho teatro, sí; no es que no viera teatro antes, pero este año hubo una racha de muy buenas propuestas, una atrás de la otra. Estoy fascinada. Trato de estar al día, pero a veces me quedan en el tintero algunas obras muy lindas. Por ejemplo no escribí sobre La leyenda del poeta que están dando en El Teatro del Pueblo y realmente se lo merecería.
Gracias a vos por estar siempre, Betina.
Excelente esta entrada, y también lo es la experiencia estética a la que uno es invitado en esta obra. Digo experiencia estética, ya que casi todos los sentidos están involucrados en la misma.
ResponderEliminarMuy buena la actuación de la actriz principal, acostumbrada a moverse a centímetros de los espectadores, que nos acomodamos como y donde podemos. La ambientación merece un párrafo especial, entre la sofisticación y el derrumbe.
En fin agradezco a Eleonora, esta invitación a disfrutar esta obra sorprendente en una cúpula de la gran ciudad.
Qué comentario tan inspirado, Daniel. Es un gusto que seas mi acompañante. ¡Por mucho más teatro, compañero!
Eliminarparece fascinante !!!!!!!!! A la altura de la autora. Marga
ResponderEliminarEs una propuesta muy original, muy cuidada, ojalá te guste, Marga.
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