Tirar el cuerpo a los lobos hambrientos, exponerse en una ficción que recala en la narración de la propia vida, usar los propios fluidos para construir el espejo líquido en el que nos miraremos todos. Eso parece hacer Sergio Blanco, parece hacer Gerardo Otero cuando prestan nada más y nada menos que sus nombres propios y sus perfiles a la representación de La ira de Narciso.
Atrás quedaron los tiempos de los decorados de cartón piedra, las pelucas y las máscaras. El teléfono celular, prolongación del cuerpo, graba, reproduce, proyecta, conecta, es el dispositivo con que el actor se desplaza por el escenario para armarnos un mundo, un "aquí y ahora" que los espectadores asumimos como real durante una hora y media.
Si históricamente el pacto de verosimilitud con el espectador cuando está bien logrado nos hace olvidar de la realidad para perdernos en la ficción, en esta obra se da un paso más. El dramaturgo y actor se entregan al exhibicionismo para invitarnos a una especie de voyeurismo como espectadores. Espiamos los pensamientos y pesadillas de un personaje que es el autor, que es el actor, que es el mítico Narciso, incesantemente exponiéndose, enamorándose de sí mismo, hasta ahogarse en su propia sangre.
Una ciudad que muchos necesitamos buscar en el mapa, un museo que exhibe el perfecto esqueleto del mamut más grande del mundo, un cuarto clausurado de hotel en el que hubo un asesinato, el ambiente oscuro de los policiales de Raymond Chandler, el alzheimer insoportable de una madre, las imágenes saturadas y pesadillescas de Psicópata americano. Todo esto cabe en la madeja-relato del hilo rojo que se desplaza implacable por la alfombra salpicada con manchas de sangre que ningún producto puede borrar, las mismas que ve Lady Macbeth, las mismas que son el leit motiv elegido por Sergio Blanco para reflexionar sobre la representación en el arte.
Aplausos para Gerardo Otero, el actor, que presta su voz, su cuerpo y su memoria a este texto inquietante, de rara belleza.
La ira de Narciso, en cartel en esta temporada junto a Tebas Land, son dos grandes eventos teatrales para no perderse en la temporada 2018 de Timbre 4.
Era evidente que le gustaba mostrarse. Ser visto. Era hermoso y lo sabía. Lo sabía mejor que nadie.
La ira de Narciso. Jueves y viernes, 20.30 h, en TIMBRe4.
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