Strindberg escribió El padre en 1887. Complejo, curioso e inquietante sistema el de finales del siglo XIX. Por un lado, Ibsen, que cuestionó los fundamentos de la sociedad burguesa y se erigió como abanderado del feminismo con sus heroínas Nora, Hedda…. Por el otro, Strindberg y su misoginia, asediado por los fantasmas del derrumbe del patriarcado, la lucha de los sexos en una sociedad en constante cambio, la crisis de la institución matrimonial, la traición y el miedo a la infidelidad, la economía que atraviesa y corroe la vida privada. Y en esa intersección, ciento treinta años después, cuando pareciera que el siglo XX y lo que va de este nuevo siglo han superado esos conflictos, asistimos –a veces trágicamente- a su permanencia, como la rémora de un tiempo que aún no es pasado.
Marcelo Velázquez
"La casa está que arde. Y aquí, entre nosotros, no son precisamente nobles los métodos de lucha de los de ese lado.
(...)
Hombres y mujeres unos contra otros sin cesar, todo el día."
August, Strindberg, El padre
Strindberg más vivo que nunca en la escena porteña. Con esa visión naturalista y cientificista, que escandalizó a sus coetáneos a fines del siglo XIX, hoy sigue ampliando con su lupa corrosiva los comportamientos humanos para hacernos estremecer, avergonzar, reflexionar.
Hoy, cuando el gran pescado podrido del patriarcado aún nos revuelve las tripas con tanta injusticia y violencia de género, una obra como esta nos hace pensar en la contracara de la misma moneda: el matriarcado.
"Pastor: Tienes demasiadas mujeres mandando en tu casa.
Capitán: ¡Como si no lo supiera! Es como entrar en la jaula de los tigres. Si no las mantengo a raya con un hierro candente en la nariz, me destrozan!"
En esta charla íntima que el Capitán mantiene al inicio de la obra con su cuñado, queda expuesto el autoritarismo del padre que esconde su debilidad de niño impotente.
El hombre inútil en el hogar en el reino del matriarcado. Ese que todavía no sabe hacerse ni un huevo frito, ni plancharse una camisa, ni cambiarle el pañal a su bebé. Ese que entra en la depresión cuando se jubila y no sabe qué hacer en su propia casa. Ese macho criado para proveer, para administrar el capital, es un niño que no ha aprendido nunca a valerse por sí mismo, y ante la impotencia reacciona con violencia.
Strindberg lo sabía y lo desarrolla en una peripecia magistral. Velázquez rescata a este héroe trágico privado de la anagnórisis catártica y le saca brillo con una puesta impecable. La escenografía también subraya el concepto porque pareciera ser símbolo de caminos que se cruzan, símbolo de los maléficos secretos familiares escondidos en cajones de la vida burguesa. Ese dispositivo escéncio les permite un gran lucimiento a los actores, aporta gran dinamismo y sofisticación visual.
Pero hablemos de ese padre, "el Padre" que nace desde el corazón de Edgardo Moreira y se hace cercano al público que vibra con él. El actor logra transformar al Capitán en un hombre real de carne y hueso, un hombre equivocado y perdido, un hombre víctima de los prejuicios inoculados desde la infancia. Actor y personaje no se distinguen durante los mágicos minutos de la representación, nos estremecemos y lloramos con él al final.
Si acá hay una guerra, el campo de batalla es la hija, la bella e inocente Berta, excepcionalmente interpretada por la joven actriz Denise Gómez Rivero. Su madre, Laura, con tal de mantenerla a su lado, ya que el padre quiere enviarla a la ciudad para su educación, idea un plan siniestro.
Y así, con mucha claridad, gracias a este magistral texto, al oficio de actores enormes y al talento de un director que tiene muy claro qué quiere comunicar, nos damos cuenta de todo. El domador de tigres, que pensaba que tenía a raya a su mujer, sucumbe ante el peso de lo valores absurdos del patriarcado.
Todos víctimas. En esta obra es el padre, en La Señorita Julia es la hija del conde. Pero todos sabemos que mientras sea más importante el honra externa que la interna, la vida humana seguirá siendo un tragedia, que no termina cuando se apagan las luces, sino que continúa cada vez que un hombre le pega a una mujer, cada vez que una mujer no le deja ver a sus hijos a su ex., cada vez que creemos que uno tiene que dominar al otro en vez de transitar la vida codo a codo.
Este miércoles última función de la temporada 2017 en La Carpintería, no se la pierdan.
Las mujeres del Capitán:
Laura, su mujer (Marcela Ferradás) |
Berta, su hija (Denise Gómez Rivero) |
La vieja nodriza de la infancia, Ana María Castel |
El Padre / Strindberg
“La casa está que arde”
Marcela Ferradás - Edgardo Moreira
Ana María Castel - Enrique Dumont – Luis Gasloli
Denise Gómez Rivero – Santiago Molina Cueli
Dirección: Marcelo Velázquez
Funciones: Miércoles a las 20:30 hs.
Teatro La Carpintería- Jean Jaurés 858, Abasto, CABA
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