Locura POP a lunares
Ayer, que fue el Día del Niño, para mis sobrinos de 7 y 8 años ir al Malba con el tío artista fue todo un plan. Ellos ya habían ido al museo, les encantan las escaleras mecánicas, los lugares amplios, los pasillos llenos de obras de arte moderno. Todo es estímulo para ellos, desafío, color y libertad. Y así es como ayer nos decidimos, después de un mes, por fin a ver esta muestra.
Cuando llegamos nos decepcionó la larga fila de más de una cuadra, por suerte justo comenzaba un recital de rock para chicos en el auditorio, así que nos quedamos haciendo la cola los tíos -ya estábamos ahí- y al parecer hasta el último día de la muestra, el 16 de septiembre, siempre va a ser así.
Todo el museo está "tomado" por la obsesión Kusama, los vidrios, los árboles, hasta la parada de colectivos, todo está "borrado" de su aspecto cotidiano y convertido en algo distinto.
A diferencia de lo que hago siempre cuando voy a una exposición, ayer no leí ninguna explicación ni ningún cartel con los nombres de las obras, me zambullí de la mano de Alejo y Andrés en ese recorrido de colores, luces y brillos.
- Pasé más de 10 veces por la sala de espejos. La primera vez es increíble, uno se marea, se mueve el piso, no distingue el espejo de las luces colgantes... en las sucesivas pasadas uno ya está en condiciones de ver los elementos que juntos forman ese efecto mágico.
- Nos llenamos de stickers de lunares y nos confundimos, nos "borramos" en la sala donde está la instalación "Estoy aquí, pero nada". Los miles de lunares fosforescentes cubren los objetos cotidianos y nosotros nos perdemos allí.
- La instalación "Mil botes" resulta un raro espacio blanco y negro entre tanta vibración de luz y color:
- Las altísimas paredes del hall frente a las escaleras mecánicas están cubiertas por las últimas obras de Yayoi, una al lado de la obra en una muestra de " horror vacui" colorido.
- Los 10 segundos en la Sala de espejos del infinito, después de hacer una cola interminable, nos deja con las ganas de volver. Los espejos enfrentados crean la ilusión de una multitud de nuestros dobles de espaldas, frente y perfil:
El público en la muestra es (¿somos?) un espectáculo en sí mismo, en un museo donde todo es fotografiable, están por aquí y por allá intentando la foto que subirán a las redes sociales. Especialmente en La habitación del borramiento, obra colectiva que se armó con millones de lunares autoadhesivos de distintos colores y tamaños pegados sobre la superficie completamente blanca de una habitación amueblada:
Y así nos vamos con la vista cargada de puntos de colores y, por suerte, el completísimo catálogo de la exposición.
Leer la extraña biografía, la carrera artística, ver las fotos de los revulsivos happenings de los años 60, que escandalizaron a la ciudad de Nueva York con sus orgías nudistas, nos arranca de esas impresiones superficiales y nos llena de preguntas:
- ¿Cómo es posible que un arte nacido de la obsesión, de la enfermedad mental, del dolor y la soledad pueda causar hoy un efecto tan liviano y alegre en quienes la admiran?
- ¿Por qué una artista que quiso autoborrarse, "obliterarse", usando este hermoso verbo tan querido por Borges, se transformó en un ícono, en una obra en sí misma?
A continuación transcribo algunos pensamientos de Yayoi Kusama extraídos del libro Yayoi Kusama, Obsesión infinita, Malba, Buenos Aires, 2013:
1. "Mis performances son una suerte de filosofía simbólica que se expresa a través de los lunares. El lunar tiene la forma del sol que es símbolo de la energía del mundo y de nuestra vida, y tiene también la forma de la luna que es quietud. Redondos, suaves, coloridos, sin sentido e ignorantes. Los lunares no pueden estar solos como sucede con la vida comunicativa de la gente, dos o tres o más lunares llevan al movimiento. Nuestra tierra es solo un lugar entre millones de estrellas del cosmos. Los lunares son un camino al infinito.Cuando borramos la naturaleza y nuestros cuerpos con lunares, nos integramos a la unidad de nuestro entorno. Nos volvemos parte de la eternidad y nos borramos en el amor."
2. "Aunque los artistas por lo general no expresan sus complejos psicológicos directamente, yo en cambio uso mis complejos y mis miedos como temas. La sola idea de que una cosa larga y fea como un falo me penetre me aterra, y es por eso que aparecen tantos falos en mi obra. [...] Los hago y los hago y sigo haciéndolos hasta que me sumerjo totalmente en el proceso. Lo llamo "borramiento". "
3. "Desde muy pequeña, me gustaba tomar tela, papel, libros o lo que encontrara, y cortarlo en pedazos con tijeras o navajas. Mi madre me castigaba severamente por eso. También me gustaba romper vidrios de ventanas y espejos, hacerlos añicos con una piedra o un martillo. Me pregunto ahora si no era simplemente una forma de mostrar cuán necesitada estaba de afecto. [...] En algún momento, pasé por una etapa en la que me gustaba cortar las cabezuelas de las flores. Tiraba las inflorescencias apretadas en un pozo que había cavado en secreto, hasta que acumulaba cientos y cientos."
4. "Ciertos incidentes de mi infancia quizás expliquen la aparición regular de cuerpos desnudos en mis happenings. Cuando era niña dibujaba todo el día mientras estaba en casa, pero cuando salía, aparecía mi otro yo: una marimacho a la que le gustaba treparse a los árboles. En aquel tiempo, cuando llegaban las vacaciones de verano, pasaba una temporada en la casa de unos parientes. Y por las noches, reunía a mis tíos y primos en una esquina de la sala y bailaba desnuda frente a ellos. Solía cantar- con una melodía cualquiera- letras que yo misma había escrito, agitando abanicos amarillos en una elaborada coreografía, completamente desnuda. Mis parientes aplaudían y me ovacionaban, pero a medida que avanzaba la noche, naturalmente empezaban a quedarse dormidos, y tenía que despertarlos a los codazos, pidiendo atención: "¡Mírenme!¡Sólo un número más!"
Una vez unos chicos vecinos se enteraron no sé cómo de mis actuaciones sin ropa y lo único que me decían era: "¡Queremos verte bailar desnuda!". Fue así que le pedí a mi primo que oficiara de manager y cobrara entrada para mi actuación. Pusimos una esterilla en el jardín, y allí, como vine al mundo, improvisé algunos números, bailando y cantando mis canciones.
Los chicos se habían reunido y me miraban bailar con una expresión muy serena. Fue entonces cuando comprendí que los hombres tienen una necesidad profunda de ver las formas del cuerpo femenino desnudo.
Sin embargo, tengo un recuerdo amargo de esta experiencia: cuando mi madre se enteró de lo que había hecho, me pegó hasta dejarme casi inconsciente."
Efecto Kusama:
Bonus track para Betina Z, a propósito de su Serendipia:
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1971.Kusama con Joseph Cornell en Long Island, New York |