Con esta entrada, el Diario de viaje cierra el relato visual sobre los días mágicos pasados en Cartagena de Indias.
Por supuesto que busqué la casa de Gabo y la encontré, es decir me saqué la foto de rigor frente al enorme muro color ladrillo que protege la privacidad del padre del realismo mágico, sabiendo que no está ahí García Márquez, sino en cada rincón de esa ciudad sorprendente.
También visité el Palacio de la Inquisición, donde perduran los irracionales métodos de represión religiosa, los más sofisticados de la historia.
Y las iglesias: la maravillosa Catedral, cuya cúpula resalta desde todos los ángulos, la Iglesia de Santo Domingo y la Parroquia de San Pedro Claver.
Así como todas sus plazas, llenas de vida. Recomiendo especialmente tres para ir a la nochecita, están rodeadas de bares y restaurantes y son encantadoras: la plaza Fernández Madrid; la plaza de San Diego, frente al convento de Santa Clara, hoy convertido en un lujoso Sofitel, y, por supuesto, la Plaza de Santo Domingo, donde podrán frotar las partes pudendas de la famosa gorda de bronce de Botero.
Y las iglesias: la maravillosa Catedral, cuya cúpula resalta desde todos los ángulos, la Iglesia de Santo Domingo y la Parroquia de San Pedro Claver.
Así como todas sus plazas, llenas de vida. Recomiendo especialmente tres para ir a la nochecita, están rodeadas de bares y restaurantes y son encantadoras: la plaza Fernández Madrid; la plaza de San Diego, frente al convento de Santa Clara, hoy convertido en un lujoso Sofitel, y, por supuesto, la Plaza de Santo Domingo, donde podrán frotar las partes pudendas de la famosa gorda de bronce de Botero.
Subí al convento de la Popa y le saqué la foto de rigor a los zapatos viejos.
Me bañé en las playas de Bocagrande, entré a todos lo mercados y me quedé enamorada de las molas, esos maravillosos collage de tela.
Pasé todos los días por el Portal de los dulces para comprar la ración diaria de dulces caseros, especialmente las deliciosas cocadas.
Me asomé a la terraza y miré por todas la ventanas para contemplar esos techos de tejas y esos balcones.
Me bañé en las playas de Bocagrande, entré a todos lo mercados y me quedé enamorada de las molas, esos maravillosos collage de tela.
Pasé todos los días por el Portal de los dulces para comprar la ración diaria de dulces caseros, especialmente las deliciosas cocadas.
Me asomé a la terraza y miré por todas la ventanas para contemplar esos techos de tejas y esos balcones.
Hice todas o casi todas las cosas que hacemos los viajeros cuando vamos a Cartagena de Indias, una ciudad llena de historias de piratas, arca de los tesoros del Nuevo Continente, sede de la espeluznante Inquisición en América, puerto del más terrible tráfico de personas.
No es casual que allí surgiera el santo protector de los esclavos, San Pedro Claver, "esclavo de los esclavos", cuya historia me enamoró para siempre.
Me despido con mis postales, esas a las que volveré cada tanto cuando la memoria me falle o necesite alimentarme de calor y color en algún día gris.
que buen fin de este cuento maravilloso que vivimos hace un tiempo. como dije en otra entrada, ahora, con el trajín del día a día parece todo un sueño lejano.
ResponderEliminarGracias por este registro mágico que atesora tus experiencias personales, y otras que amorosamente compartimos!
Qué lindo, Dani, esta bitácora registra gran parte de mi vida y de nuestra vida compartida.
EliminarPermisooo...no quiero molestar. Solo quiero decir que contemplar los diarios de viaje de Eleonora son un viaje en sí mismo. Y Cartagena, un lugar al que ya estoy anotando en la libretita de los sueños por cumplir.
ResponderEliminarAhora sí, los dejo (viéndo esa pareja tan linda y contenta en la última foto, da cosa interrumpir)...
Hola Betina, tu vista es muy esperada en mi casa.
EliminarGracias por tu generosidad y tu mirada estimulante.
Un abrazo grande.