Sé que los asiduos lectores de Razón del Gusto en este momento estarán extrañados ante una entrada tan poco usual, que sinceramente ni siquiera sé como etiquetar. Pero como este blog es mi vehículo de expresión, casi mi confesionario, lo elegí para hacer la crónica de un domingo kafkiano que devino en dantesco ya verán por qué.
Hace 18 años que elegí comprar esta hermosa casa vieja, de los años 30, en un barrio de Quilmes. Esta era zona de quintas, que luego fueron loteadas y mi casa tenía en el pasado árboles frutales, huertas y un enorme gallinero que hoy es el atelier del pintor de la familia.
Amo mi casa, mi barrio en el que todavía los chicos juegan al fútbol en la calle y a cada rato me tocan el timbre para que les devuelva la pelota. Me gusta que sea "barrio" y que los vecinos se saluden.
Cuando vine a vivir,al lado vivía don Roberto, un anciano un poco ermitaño que vivía solo en la casa que seguramente habría sido de sus abuelos y luego de sus padres, una de esas casas chorizo con lote en el fondo y tapia de ligustrina. Hace varios años, murió don Roberto, y el lote entró en sucesión. Lo primero que hicieron los familiares fue derrumbar los muros de la vieja casa y extirpar la ligustrina. Y pusieron el cartel de venta, pero seguramente serán muchos los parientes, demasiadas la deudas, excesivo el precio , y allí está, convirtiéndose en selva, llenándose de la inmundicia de todo lo que los anónimos vecinos no quieren en sus casas.
Al principio, cuando salió el primer arbolito pegado a mi medianera llamé a los herederos, pedí que lo sacaran pero, los años fueron pasando, y me fui acostumbrando a ese lote ignominioso, sin vereda, con los escombros de todos los que no quieren pagar un volquete y tiran en la calle sus desperdicios...
Hasta hoy, día de Pascua de Resurrección, cuando empezamos a oler humo que no provenía de un asado sino de inmensas llamas que se levantaban sobre la poda tirada al lado... y entonces vino lo kafkiano... ¿Cómo apagar esas llamas un domingo a la mañana, cuando todos duermen o están dentro de sus casas, con el hilito que viene del agua corriente? Empecé a llenar baldes, como una guerrera... Agua y un poco de arena que tenía y fui aplacando el fuego, pero descubrí que las llamas habían alcanzado el viejo paraíso de la vereda. Entonces saqué la escalera y con ayuda de una joven vecina, que se acercó para ayudarme, empezamos a tratar de sofocar las llamas... mi hijo mayor también salió con el matafuegos y como San Jorge mató al dragón. Y así contentos, entramos a almorzar.
Pero es muy difícil apagar el fuego que se hizo carne dentro de la savia de un árbol... A las horas, el árbol furioso, alzó su brazo de llamas. Entonces llamé a los bomberos, los que llegaron en minutos y apagaron las brasas. Pero hubo que llamarlos dos veces más. La última, ya era noche cerrada y todo el barrio estaba en la calle. Y entonces lo dantesco, el camión de bomberos, la escalera, las llamas...
Ahora, en este fin de fiesta me pregunto. ¿Cómo sigue esto? ¿A quién llamar, a quién pedir ayuda, por qué tengo que acostumbrarme al abandono, a la suciedad, a la desidia de una ciudad que se ha convertido en un lugar inhumano para vivir?
Hoy escribí una carta a la Municipalidad de Quilmes a la dirección : atencionalvecino@quilmes.gov.ar , relatando estos hechos. Si me responden y me dan una solución a ese lote abandonado, publicaré esa hermosa noticia y no todo estará perdido. Pero ahora tengo una rara mezcla de sensaciones en el final de este raro domingo de Pascua de Resurrección.
Bueno, al menos no te podés quejar de que han vivido un domingo de Pascua muy particular y para nada aburrido (digo, como para encontrarle el lado "positivo" a tan kafkiana situación...)
ResponderEliminarEs cierto, Edu, estuvo "divertido". La experiencia del fuego es muy potente, creo que esta noche voy a soñar o como decía mi abuela me voy a hacer pis en la cama porque no hay que jugar con el fuego...
EliminarA mí me impresiona y me entristece que cada vez haya más gente para la cual los demás somos invisibles. Tan concentrados están en sí mismos que el otro no cuenta, porque ni siquiera lo ven. Por eso -además de otros males mayores- la gente te empuja, te lleva por delante y no pide disculpas (porque no se enteraron que se chocaron con un cuerpo), te cierra la puerta en la cara, pasa delante de vos en la cola del colectivo, etc, etc...
ResponderEliminarPor suerte todavía quedan vecinas que nos ayudan a apagar varios fuegos. Las autoridades, por lo general, brillan por su ausencia. Ojalá que en este caso no sea así y que puedas darnos esa "hermosa noticia". Ojalá.
Un beso
ps. me impresionó lo del árbol con el corazón en llamas, ay.
Increíble. El árbol que se negaba a morir.
ResponderEliminarSuerte con la Muni. Sandra.
Si,Lili es dificil el tema,deseo fervientemente se resulva como corresponde.Suerte.!!!Berta.
ResponderEliminarGracias, Betina, Sandra y Berta! Ayer fue el fuego, hoy es el agua y son cada vez más las ocasiones en que nos sentimos demasiado solos e impotentes.
ResponderEliminarrealemente kafquiana situacion.
ResponderEliminaryo tambien vivo al lado de un baldio, en florencio varela.
quien no tendria esa designacion guerrera para apagar el fuego.
yo creo que primero llamo a los bomberos segundo a la policia tercero a la autora de esta excelente nota.
ojala los de la municipalidad te den cabida. yo tengo un tio que trabaja ahi, pero no me acuerdo si en la de quilmes o cerca.
no hay que acostumbrarse al abandono, como decis.
deberias publicar esta nota en un diario.
saludos
Gracias, Alejandra! Hoy llamé a la municipalidad y me atendieron muy bien. Me dijeron que van a pasar a limpiar la calle pero que no pueden meterse en el lote. Me dieron el número de teléfono de Catastro, para identificar a los dueños, veremos. Por ahora, a seguir esperando.
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