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lunes, 26 de noviembre de 2012

Boltanski en Buenos Aires

Migrantes: fantasmas del pasado

A Nicola, Catalina y José, mis abuelos inmigrantes


"Me impresionaron los pisos donde están los archivos. Recuerdo que vi que estaban todos los papeles sobre el piso, apilados. Miles y miles de vidas… Hay tanta gente, hay tantas historias, acumuladas en este lugar… Algún tuberculoso, alguno que dejó a su novia para venir a América… Hay miles de historias.
 Recuerdo, también, que había tanto polvo entre los papeles, que tenía los ojos enrojecidos. Estaba toda esa masa de historia devenida una forma de polvo"

"Lo que trato de hacer con mi trabajo es plantear preguntas, hablar de cosas filosóficas, no por  historias a través de palabras sino por historias a través de imágenes visuales. Hablo de cosas efectivamente muy simples, comunes a todos. No hablo de cosas complicadas. Lo que intento hacer es que la gente se olvide de que es arte y piense que es vida. Para dar esta impresión de vida me sirvo de medios artificiales, del arte; no es la realidad, hago teatro; trato de que el espectador en ese momento ovide que está en un museo"
Christian Boltanski







A veces es necesaria la mirada de otros para descubrir eso que está tan cerca y en lo que nunca hemos reparado. Creo que, para los que han ido alguno vez a Nueva York, es una cita imprescindible visitar la Estatua de la Libertad y el museo de los inmigrantes en Ellis Island, yo no fui la excepción. Sin embargo, nunca me pregunté por dónde habían entrado mis abuelos, cómo habían llegado al puerto de Buenos Aires, todo el proceso de inmigración a un país lejano, con otro idioma, jóvenes, solos, después de meses de viajar hacinados  en un barco. 



Mi abuelo italiano siempre recordaba la despedida de su familia, a los 14 años. Saludando desde la cubierta del barco a su mamá y a sus hermanos hasta que sus figuras se convirtieron en un puntito diminuto en el puerto. Venía a "hacer la América", a ahorrar para traer a su familia a la tierra de las oportunidades. Pero los años pasaron, y ese joven se hizo hombre y llegó el amor, y luego los hijos y las responsabilidades y un día le llegó una carta con la noticia de la muerte de su madre.
Así, con mínimas variaciones han sido las historias de millones de inmigrantes que desembarcaron con sus valijitas, muertos de hambre, de miedo, de tristeza y de dolor. Llenos de esperanza, huyeron de la guerra o de la pobreza, cruzaron el océano y todos pasaron por el Hotel de Inmigrantes.


Este enorme edificio, ubicado en la avenida Antártida Argentina 1355, alberga hoy una muestra imprescindible, la instalación del artista francés Christian Boltanski. Con espacios amplios, escalinatas de mármol blanco, paredes revestidas de cerámica blanca, enormes ventanales por donde se ve el río, el espacio habla por sí solo de vida, sobrevida, muerte y memoria. Con doce habitaciones donde dormían 250 personas en cada una. Con comedores con turnos de hasta mil comensales. Con enfermerías, lavaderos, oficinas, depósitos, este lugar sedujo a este artista reconocido internacionalmente por sus trabajos sobre el dolor y el pasado.


En Migrants, el espectador hace un viaje hacia el pasado. A medida que vamos internándonos en cada sala, nos involucramos intensamente porque todo apunta a una reconstrucción del sentimiento, es decir a una representación donde prevalecen los recursos sonoros, espaciales y lumínicos que proceden del universo teatral.


Con elementos muy simples, Boltanski crea una atmósfera onírica de enorme potencia poética. Cientos de lamparitas, ojos impresos en cortinas de baños, móviles de chapa, sobretodos de paño colgados en el aire enfundados en naylon, camas de hospital, haces de luz y una rara niebla que borra los límites como el polvo en el viento, como la niebla en el océano. Todos estos recursos visuales son acompañados por una banda sonora: los murmullos ininteligibles de voces de hombres, mujeres, niños, niñas, adultos, ancianos que en distintos idiomas repiten su nombre y apellido, edad, ocupación, fecha de llegada, todos datos extraídos por el artista de los archivos polvorientos.


Transitar Migrants es un viaje a la semilla, un internarse en la bruma de los tiempos para recuperar una atmósfera, un susurro de la memoria, un haz de luz de nuestra historia personal y colectiva.

Les recomiendo que hagan la primera recorrida sin cámara fotográfica, metiéndose de lleno en el clima que propone el artista, sin conversar ni mucho menos tomar una visita guiada. Aquí no es necesario que nadie nos guíe, solamente nuestra mirada, nuestro pensamiento y nuestro sentimiento, para sentirnos dentro de esta monumental obra de arte contemporáneo. 



MUSEO de INMIGRANTES
Av. Antártida Argentina 1355 C.A.B.A Tel. 4317.0285 ENTRADA GRATUITA

Martes a domingos de 11 a 20 hs.
Visitas participativas: VIERNES 18.30 hs. / SÁBADOS 15.30 hs.y 17hs.

lunes, 19 de noviembre de 2012

This Must Be The Place


Cuando una película nos devuelve una canción
"Home - is where I want to be
But I guess  I'm already there"





This Must Be The Place, estrenada en 2011 en español con el título Un lugar donde quedarse, es una extraña película del director italiano Paolo Sorrentino, rodada en Irlanda y Estados Unidos. 
Durante dos horas, Sean Penn protagoniza a Cheyenne, un artista que se ha quedado en la estética gótica de algunos grupos de los '80, como The Cure. Su extraño vestuario es la máscara con la que se protege este niño triste, que arrastra su vida aburrida y vacía de sentido como arrastra un changuito de mandados y después una valija, antes de decidirse a las cuatro ruedas de una camioneta para recorrer las rutas que lo llevarán al hogar de su niñez después de la muerte de su padre y, después de saldar las cuentas del pasado, por fin animarse al encuentro consigo mismo. Ese viaje hacia adentro como en toda road movie que se precie. 



La película tiene tramos de intensa belleza, con sus colores saturados, sus encuadres originales, sus diálogos ingeniosos. Reúne una serie de personajes queribles que se encuentran y desencuentran, sin embargo el guión en general carece de la suficiente cohesión, y por momentos es un mero trascurrir. Quizás porque para el director, la película sea solo un capricho para darse el gusto de convocar a David Byrne y revisitar la estética de los Talking Heads, esta banda estadounidense  mezcla de new wave y punk. 

Como no me pude sacar la música de la cabeza, estuve viendo varios videos, por ejemplo el de la canción "As she was", con esos colores, esas nubes, esas uñas de los pies pintadas y ahí entendí todo, lo que está explícito desde el título. Que la película de Sorrentino consiste en 120 bellos minutos para recordar cuánto nos gustaba esta banda que hacía tanto tiempo que no escuchábamos.

Acá va la letra de "This Must Be The Place", Talking Heads:


Home is where I want to be
Pick me up and turn me round
I feel numb - burn with a weak heart
(so I) guess I must be having fun
The less we say about it the better
Make it up as we go along
Feet on the ground
Head in the sky
It's OK  I know nothing's wrong . . nothing

Hi you, I got plenty of time
Hi you, you got light in your eyes
And you're standing here beside me
I love the passing of time
Never for money
Always for love
Cover up + say goodnight . . . say goodnight

Home - is where I want to be
But I guess  I'm already there
I come home - -she lifted up her wings
Guess that this must be the place
I can't tell one from another
Did I find you, or you find me?
There was a time before we were born
If someone asks, this where I’ll be . . . where I’ll be

Hi you we drift in and out
Hi you sing into my mouth
Out of all those kinds of people
You got a face with a view
I'm just an animal looking for a home
Share the same space for a minute or two
And you love me till my heart stops
Love me till I’m dead
Eyes that light up, eyes look through you
Cover up the blank spots
Hit me on the head ah ooh


El recital de David Byrne dentro de la película

El video clip original ( 30 años no son nada para David...)


sábado, 17 de noviembre de 2012

Manhattan, de Woody Allen


La inolvidable rapsodia en blanco y negro

"He adored New York City. He idolized it all out of proportion. Eh, uh, no, made that he, he romanticized it all out of proportion. Better. To him, no matter what season was, this was still a town that existed in black and white and pulsated to the great tunes of George Gershwin."




Gracias a Julián, mi hijo de 18 años, que está viendo toda la obra de Woody Allan desde sus últimos estrenos hacia atrás, volví anoche a encontrarme con este clásico.
Está película de 1979 es un objeto de culto entre muchos cinéfilos que aprendimos a soñar con esta ciudad exuberante, "fuera de toda proporción". 
El comienzo, con la narración en off de Woody Allen, la música de "Rapsody in Blue"  de George Gershwin y las fotografías en blanco en negro como postales, constituye una obra de arte en sí misma que uno quisiera ver mil veces porque trasunta belleza, elegancia y eternidad.



Esa ciudad, mostrada en todas sus estremecedoras contradicciones, en un amanecer detrás de los rascacielos o en una noche surcada de fuegos artificiales, cobra vida cuando Isaac Davis, una de las tantas encarnaciones del mítico Woody, empieza a caminar sus calles. En compañía de su mejor amigo Yale; de la mano de la bella Mariel Heminway, su novia de 17 años; corriendo del aguacero por el Central Park, para refugiarse en el Planetario junto a Diane Keaton... Todos esos diálogos parecieran a veces una excusa para que se luzca la verdadera protagonista: la ciudad amada.




Allí irán enhebrándose los leves conflictos, sin gritos, ni llantos acongojados. Sólo algunas mínimas lágrimas, alguna molestia, alguna palabrita subida de tono, para narrar el transcurrir de esos personajes que viven en la Gran Manzana.


La parodia de los círculos intelectuales de Manhattan, el snobismo que venera lo nuevo, la neurosis, la paranoia, los divorcios, la nueva esposa lesbiana de su ex, los encuentros y desencuentros amorosos, las dudas,  los arrepentimientos. La vida.

Con sus planos secuencia, sus fuera de campo, sus siluetas recortadas en contraluz,  con sus diálogos ocurrentes, con sus alusiones intelectuales, con su banda sonora, "Manhattan" es una película que nos sigue enamorando como hace más de 30 años.


El final, con  la escena romántica por excelencia del enamorado arrepentido que atraviesa la ciudad corriendo y llega justo antes de que su chica tome el taxi que la lleva al aeropuerto, es otro de los momentos antológicos del cine de todos los tiempos. Tracy, la adolescente que aparece como la única persona auténtica y centrada entre tantas relaciones neuróticas, proyecta la esperanza. "No todo el mundo se corrompe. Tenés que tener un poco más de fe en la gente".


"Manhattan" es una película que deberían ver todos los que están por viajar a Nueva York o regresaron de allí. Esta ciudad de celuloide en blanco en negro  se me antoja aún  más mágica que la enceguecedora de los carteles luminosos de Times Square que nos deja sin aliento.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Café Literario: "La elegancia del erizo" de Muriel Barbery

De la aristocracia del gusto y de cómo una camelia puede cambiar un destino
 Para Berta

 "Lo que hay que vivir antes de morir es un aguacero que se transforma en luz"



La segunda novela de la escritora y filósofa Muriel Barbery, publicada en el 2006, con millones de copias vendidas, traducida a muchos idiomas y por supuesto con su correspondiente versión fílmica, es uno de esos raros fenómenos de la cultura.
A medias entre la literatura, la filosofía y la crítica, esta novela fragmentada se me apareció como un espejo interior en el que se reflejan varios de mis gustos y pasiones. De hecho, pienso que tiene mucho que ver con este espacio, "Razón del gusto", ya que la novela postula el encuentro mágico de las personas en el arte, en los gustos compartidos. Así, una niña rica de 12 años, una portera de 54 y un sofisticado señor japonés pueden "des-cubrirse" a partir de esos signos de la cultura y de la belleza que los constituyen como seres humanos. 


"La gente cree ansiar y perseguir las estrellas, pero termina como peces de colores en una pecera", esta es una de las inteligentes reflexiones de Paloma, la niña superdota de 12 años que no quiere convertirse en una adulta como sus padres, gente insensible y ciega, prisionera de las reglas establecidas para su clase privilegiada. En un diario personal anotará las "ideas profundas" que surgen de su estado de intolerable lucidez ante la fealdad del mundo en contraste con su exquisita sensibilidad.
La voz de Paloma se irá intercalando con la narración de la señora Renée, la portera del lujoso edifico de ocho pisos de la paqueta calle Grenelle en París. Esta mujer provinciana, viuda, poco agraciada, e insignificante para los demás, oculta un mundo interior rico y complejísimo. Tiene un alma de princesa y sólo otro aristócrata del espíritu, el nuevo propietario, el señor Kakuro Ozu, descubrirá la belleza que ella oculta tras sus púas como el erizo.



Como estampas, como recortes de pensamientos, se van hilvanando de manera fragmentada los episodios de la vida que unen a estos tres personajes con las reflexiones sobre el cine, la literatura, la cultura japonesa.
La ceremonia del té entre amigas, el amor por los animales, "Ana Karenina" de León Tolstoi  o "Las hermanas Munakata" de Yasujiro Ozu. Las delicias de la repostería y la fragancia del té de jazmín. "La contemplación de la eternidad en el movimiento mismo de la vida". Todos estos son signos de vidas hacia adentro, introspectivas, gozosas de poder compartir después de tanta soledad esa particular visión de la vida.

No tengo muy claro si esta novela tiene un valor literario en sí mismo. Quizás la voz narrativa sea poco creíble. La estructura un poco pretenciosa. Las alusiones a ciertas lecturas filosóficas de la portera autodidacta poco verosímiles, así como resulta a veces inconcebilbe la crítica mirada política y social para una niña pre-adolescente... Sin embargo, La elegancia del erizo es un libro que da gusto beberse, "a sorbitos felices", como una exquisita taza de té humeante. Despierta muchas sensaciones internas y nos hace pensar-sentir que ser ricos consiste en esos placeres para los aristócratas del alma: la amistad, el arte, la naturaleza.

Los dejo ante esta bella reflexión a partir de la contemplación de la naturaleza muerta de Pieter Claesz con la que se topa la señora Renée en su primera visita al piso del señor Ozu:


 "Pues esta mesa, ¿he tenido yo que servirla? Estos manjares, ¿debo acaso codiciarlos para verlos? En algún lugar, en otro lugar, alguien quiso este almuerzo, alguien aspiró a esta trasparencia mineral y persiguió el goce de acariciar con la lengua el sabor salado y suave de una ostra con limón. (...)
Pero cuando miramos una naturaleza muerta, cuando, sin haberla perseguido, nos deleitamos con esta belleza que lleva consigo la figuración magnificada e inmóvil de las cosas, gozamos de lo que no hemos tenido que codiciar, contemplamos lo que no hemos tenido que querer, nos complacemos en lo que no nos sido necesario desear. (...) entonces la naturaleza muerta encarna la quintaesencia del Arte, esta certeza de lo intemporal. En la escena muda, sin vida ni movimiento, se encarna un tiempo carente de proyectos, una perfección arrancada a la duración y a su cansina avidez- un placer sin deseo, una existencia sin duración, una belleza sin voluntad."

Muriel Barbery, La elegancia del erizo, Seix Barral, Buenos Aires, 2011,pág. 226-227

sábado, 10 de noviembre de 2012

Poxyclub, todo arte es político

Los pibes que son hit en Youtube


"Siempre nos reímos de nosotros mismos. Al ser darks y rugbiers a la vez, tenemos motivos para darle patadas al espejo"




Se los conoce por sus apodos virtuales, Rorro y Mate. Son músicos. Son jóvenes. Revolucionaron Youtube con sus clips irreverentes y satíricos. Desde su primer video subido a mediados del 2011 sumaron casi tres millones de reproducciones de video. Yo los conocí a partir del coro de carcajadas de mis hijos hace ya un año.
Frecuentan el pop electrónico, miran constantemente a la cámara y se mueven como los Illia Kuryaki and the Valderramas, y en sus once videos hasta el momento, han ido parodiando las costumbres de los jóvenes de su clase: la vida en los barrios privados, el culto a las marcas como estilo de vida, la adicción al Blackberry, la fiesta macrista o el modelo Tinelli, el rugby y el 8N.




Con voz nasal y distorsionada, ellos se ponen en la piel de los personajes que representan. Siempre hablan en primera persona, mezclando palabras en inglés. El montaje es vertiginoso y el subtitulado es infaltable, porque para ellos es fundamental que se entienda la letra de las canciones, allí están los dardos certeros, disparadores del humor y de la más ácida crítica (¿o autocrítica?).
Ya han aparecido en el mes de mayo en el micro Taggeados  de Telenoche en canal 13. Es muy interesante oírlos porque su experiencia es un claro ejemplo del fenómeno comunicacional de la web de los últimos años:



Los títulos de los videos ya marcan la temática: "Tengo zapas DC", "Flaca comprate un Blackberry", "Poxiland", "Administración de empresas", "Fiesta en el Bunker de Macri", "Quiero ser Tinelli", "Mundial de RRPP", "Quiero flashear ser pobre", "Rugby time", "Abuelas Paquetas, Cacerolazo 8N".

Despiertan pasiones encontradas, desde admiraciones incondicionales hasta ofensas que han llegado al extremo de censurar uno de los videos en su canal. Este es el caso de "Rugby time", que narra el romance homosexual entre dos jugadores de rugby.

 En los últimos tres videos levantaron la apuesta, y su contenido crítico subió los decibeles. "Quiero flashear ser pobre" provoca una mueca a medio camino de la risa, y en  "Abuelas Paquetas", el grotesco se canaliza en un rap furioso que nos deja sin aliento. 

La ironía es el arte de la inteligencia y los chicos de Poxyclub hacen un arte nuevo, fresco, profundamente irónico que desarticula cualquier acartonamiento. 

Los dejo con el último video que en pocos días tiene ya casi 50.000 vistas. Acá muestran que tienen mucho para decir, y lo hacen de una manera nueva y sorprendente.





martes, 6 de noviembre de 2012

Nazareno Cruz y el lobo

 La mirada poética de Leonardo Favio
"Un bichito colora...do...do...
ha matado a su mujer...jer...jer
Con un cuchillito de punta alfiler...
Le sacó las tripas y se puso a vender...
A veinte...a veinte...las tripas calientes..."


Así , con esa enigmática canción infantil en la voz ambigua de Fidelia, una niña pintarrajeada, inocente y amenazante a la vez, comienza la película de Leonardo Favio que fue un hito en mi historia con el cine y en la historia del Cine Nacional.
Junio de 1975. Supongo que habré ido a verla porque me había encantado Juan Moreira, o por la inmensa promoción, por sus imágenes de póster tecnicolor de los ´70, o por su leit motiv, "Soleados", esa música que pasaban a toda hora por la radio y que todavía me emociona con toda su carga kitsch, ingenua, romántica. 

Lo sobrenatural, ese sincretismo entre la superstición de la gente de campo y la religiosidad, es la cantera popular de la que abreva el creador. Para ello se basa en la famosa leyenda popular del lobizón: la maldición que acecha al séptimo hijo varón. En medio de una tormenta, lo sobrenatural nos sobrecoge desde el principio con el grito de la bruja Lechiguana: "¡Jeremías, Jeremías! No dejes parir a tu mujer. Seis hijos te dio el señor... El séptimo leche de diabla mamará y te nacerá lobizón".



Pero como en toda tragedia que se precie, los padres desafían al destino y ese bebé recibirá por nombre Nazareno, Nazareno Cruz.  Y el niño crece fuerte y alegre, querido por todos, hasta se burla de las supersticiones imitando el aullido del lobo,  y así pasarán los años, hasta que en su vida con los pies en la tierra de muchacho simple y pueblerino, conocerá en una misma noche el amor y la tragedia, al ángel y al demonio. Todo en una hoguera, remolino de fuego inolvidable. Los enamorados cruzan sus miradas puras sin saber que un niño oficia de Cupido y Mandinga empieza a esperar el Final. Porque como en toda tragedia, es imposible parar la flecha disparada por el arco de la fatalidad.


El amor de agua de Griselda y Nazareno, se consumará y fructificará en un hijo nacido de esa pasión sin salida. Y por el campo intentarán escapar de la profecía maldita la dulce muchacha blanca y el lobo negro como la noche más oscura. Aunque los dos saben con el cuerpo y con la respiración que no hay lugar para ese amor en este mundo.


Nazareno Cruz y el lobo es una película desmesurada, contaminada por el melodrama del radioteatro, moderna en su factura híbrida, bella en imágenes pictóricas que parecen escapadas del Infierno de El Bosco, pero fueron captadas por la mágica fotografía de Juan José Stagnaro.
Favio metamorfoseó a sus actores y los inmortalizó en esos personajes. Para siempre Marina Magalí será Griselda; Nora Cullen, la Lechiguana; Alfredo Alcón, un Satanás nostálgico de dios; Juan José Camero, Nazareno, Nazareno Cruz.


En una entrevista, Favio dijo sobre esta película:
"Este proyecto se gestó cuando en el país se desarrollaba esa enorme lucha por saber cuáles eran los buenos, cuáles eran los malos.Todos se debatían pensando si el peronismo, si la izquierda, si la derecha... El que elegía el amor estaba perdido. En ese momento eran todas mezquindades. La historia de Nazareno me pareció una buena metáfora. Es una película que parte de mi ingenuidad, de haber pensado que enviando mensajes se iban a poder apaciguar los ánimos"

Después de Nazareno Cruz y el lobo vinieron 11 años de exilio, otro capítulo dentro de la "crónica de un niño solo", ése que se hizo a sí mismo. Pura intuición e intensidad para retratar el fragmento de la historia colectiva. Para recordarnos que los sueños personales y las utopías son lazos que se entretejen en el entramado de la vida y que sólo se concretan con compromiso, puños cerrados y manos abiertas.

Viento, Tierra, Fuego, Aire, Cielo, Infierno, Amor, Dolor, Pueblo, Arte, Presente, Eternidad. Este es mi ramillete de palabras que  hoy elijo como ofrenda para recordar a Leonardo Favio. 



sábado, 3 de noviembre de 2012

La muerte mexicana

Ofrenda del Día de los Muertos en el Museo Fernández Blanco

"Para el   habitante de NuevaYork, París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El  mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con impaciencia, desdén o ironía: "si me han de matar mañana, que me maten de una vez".
Octavio Paz (1914-1998) , El laberinto de la soledad





Buenos Aires nunca deja de sorprenderme, y ayer me dio una grata sorpresa: me trasladé a México para vivir la tradicional fiesta de Todos los Muertos con sólo tomarme el semirápido hasta el Correo Central y caminar hasta Suipacha y Libertador, hasta los increíbles jardines del colonial edificio del Museo Isaac Fernández Blanco.
En un atardecer perfecto, cientos de personas se congregaron para compartir las ofrendas a los muertos de la cultura de México y Argentina; este año los altarcitos fueron dedicados a Chavela Vargas, Carlos Fuentes, Caloi y Astor Piazzolla. Se entregaron, también, los premios a las simpáticas calaveritas literarias  ( especie de coplitas burlonas) dedicadas a las figuras homenajeadas, organizado por "Con X de México".


Con flores de papel, y flores naturales, con las fotos de los homenajeados junto a la infaltable Virgencita de Guadalupe, con papeles barrilete calados (papel picado, le dicen), con cruces, velas e incienso. Y lo más asombroso, variadas e irrespetuosas representaciones de la muerte, esqueletos vivos, gozosos, que no provocan miedo sino más bien una sonrisa de estupor. Y las calaveritas de azúcar con nombre, regalo para las personas queridas.


Con toda la paradoja de esa muerte que es vida, de ese dolor que es alegría, la muerte mexicana me conmueve, me pone la piel de gallina, me hace pensar que así deberíamos tratar a nuestros muertos queridos, sin tanta solemnidad, sin tantos traumas. Invitarlos en su día a nuestra mesa, recordarlos con las cosas que más les gustaban. Así me gustaría también que me recuerden a mí, algún día, porque no le tenemos miedo a la Huesuda, a la Calaca, a la Flaca, a la Pelona, a la Catrina...



Así, sin querer, se me cumplió el sueño de vivir un 2 de noviembre a la mexicana. ¡Y pensar que hace 19 años que se realiza este festejo organizado en conjunto por la Embajada de México y el Museo de Arte Hispanoamericano y yo no lo sabía! Enterarme de que en mi país se realiza un evento como este, heredado de las costumbres pre-colombinas, es muy estimulante. Es un pequeño pero poderoso gesto de la cultura hispanoamericana ante tanto Halloween de calabazas de plástico.
Para los interesados, el Altar de los Muertos, podrá ser visitado hasta el 11 de noviembre. Una excelente oportunidad para conocer, de paso, este museo que es un lugar encantador de nuestra querida Buenos Aires.