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miércoles, 22 de marzo de 2017

El empapelado amarillo, de Sebastián Kalt

El infierno doméstico

"La imaginación es la loca de la casa"
Santa Teresa de Jesús


La temporada 2017 del Cultural San Martín nos sorprende gratamente con el estreno de una pieza preciosista en la que se conjugan con equilibrio todos los elementos que hacen a un gran evento teatral: un texto poderoso y desafiante, una puesta ambiciosa y poética y una actuación deslumbrante.



Resulta un verdadero hallazgo la adaptación del famoso cuento El empapelado amarillo  de la autora estadounidense Charlotte Perkins Gilman (1860-1935). Incluido por Lovercraft en su ensayo El horror sobrenatural en la literatura, es el único cuento fantástico de esta ensayista, feminista pionera y activista social.



En el relato Perkins Gilman exorciza una dura experiencia personal. La autora vive con dificultades su embarazo y después del nacimiento de su hija Katharine, en 1885, sufre una profunda depresión post-parto. Aconsejada por su esposo, se somete a la cura de reposo prescripta por el doctor Silas Weir Mitchell, un conocido médico de Filadelfia. La cura consistía en evitar todo estímulo intelectual o afectivo, especialmente todo lo que fomentara su creatividad. Soportó durante dos meses este insólito tratamiento y transformó esa experiencia en un relato simbólico de la opresión del patriarcado sobre la psiquis femenina. Cuentan que la autora no dudó en enviarle al médico una copia del cuento publicada en la reputada revista The New England Magazine en 1892, acaso como un signo de revancha por su destino rescatado de la opresión. 


Sebastián Kalt destila toda la fuerza y vigencia del cuento explorando sus poderosos símbolos e imágenes sinestésicas. La alusión al absurdo patrón del empapelado amarillo en boca de la protagonista sugiere fuertemente los duros patrones aplicados a la mujer, sin derecho a elegir lo mejor para ella misma, eterna niña para su esposo complaciente y paternalista. Ese denso olor amarillo putrefacto y hediondo, esos arabescos del papel como laberintos de la mente afiebrada, esas mujeres que reptan en el eterno insomnio de la protagonista cobran vida en la voz y en el cuerpo de Alexia Moyano. Imposible imaginar a otra actriz en este papel. Un desafío actoral impresionante en un momento muy exitoso de su carrera.




El sorprendente dispositivo escénico diseñado por Ariel Vaccaro, asociado al diseño y la realización de las fascinantes proyecciones de Juan Pedro Yelpo otorgan a la puesta una calidad excepcional. Nunca he visto en teatro que se haya logrado de manera tan efectiva el terror psicológico. La música original de Sam Nacht y Cecilia Castro contribuyen fuertemente  a ese clima general. 







El empapelado amarillo interpela con fuerza al espectador, lo incomoda, lo agobia. Es una obra de arte de una dureza extrema y a la vez de una transparente belleza. 

Cuando se encendió la luz tuve la impresión de regresar de una pesadilla que me había llevado a mis propios fantasmas: al recuerdo de la violencia obstrética sufrida en mi primer parto; a las propias, delicadas e instransferibles experiencias de soledad e indefensión como mamá en el período post parto. 

Más de cien años han pasado y todavía hay tanto por restaurar. Sin embargo hemos recorrido un largo camino de reinvidicaciones. A la salida, le pregunté a la actriz, que en la vida real es recientemente mamá de su segundo bebé, si interpretar este personaje no era demasiado duro para ella. Me respondió que terminados los ensayos, salía con una energía especial que la llevaba a vivir plenamente su familia, a valorar tanto que su esposo no sea John... Quizás mujeres libres como Alexia sean las verdaderas herederas de otras mujeres pioneras como Charlotte Perkins Gilman.

La imaginación, la loca de la casa, pensaba Santa Teresa, sintiéndose culpable cuando su mente desvariaba en asuntos profanos. Durante siglos nos han hecho creer que nuestra creatividad, nuestra sensibilidad  nos hacen débiles, menores, incompletas. 

Es hora de que el razonable y práctico mundo ordenado por los hombres comprenda que no somos locas o histéricas, somos mujeres. Y a veces sobre nuestros hombros llevamos todo el peso del mundo.

Un estreno imprescindible. No se lo pierdan. Funciones viernes y sábados hasta mayo.

¡Gracias, Marcelo Solís, por las increíbles fotos!


El empapelado amarillo de Charlotte Perkins Gilman - dirección Sebastián Kalt
 El Cultural San Martín Sarmiento 1551 

Estreno: sábado 18 de marzo > 22h 
Funciones: viernes > 21h / sábados > 22h
 Última función: sábado 20 de mayo > 22h 
Espacio: Sala Alberdi 
Duración del espectáculo: 70 minutos aprox. 
Entrada general: $130 - 

En venta en las boleterías del Cultural - todos los días de 11 a 21h - o de forma online en: www.tuentrada.com
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Sinopsis

1890. John alquila por el verano una extraña casa colonial donde espera que su esposa

se recupere de lo que entiende es una depresión nerviosa temporaria. Su hermana Jennie

cuidará del bebé además de atender los quehaceres domésticos. Como médico, juzga

que sólo el más perfecto descanso, evitando toda estimulación innecesaria, devolverá la

paz mental a su mujer. Confinada al ático de la casona por la luz y el aire que entran por

sus generosas ventanas, pero sin salida alguna para la expresión de sus pensamientos,

ella enfoca su atención sobre el empapelado amarillo que reviste las paredes de la

habitación y que poco a poco comienza a ejercer una espantosa fascinación sobre ella.

El febril monólogo interior de la protagonista, a manera de diario mental, encuentra su

expresión a través de un cinético dispositivo escénico que le permite explorar su deterioro

psicológico de forma activa y no simplemente como víctima pasiva. Con esta dinámica

puesta en escena multimedia, Sebastián Kalt presenta este urgente relato acerca de la

subordinación de la mujer en el matrimonio, su derecho a ser autónoma, buscar su

autorrealización y a emancipar su cuerpo y su mente del androcentrismo de la medicina,

sin resolver sus productivas y movilizadoras ambigüedades y contradicciones.

Sin duda la obra más célebre de Charlotte Perkins Gilman (1860-1935), prolífica autora y

socióloga estadounidense dedicada a la emancipación de la mujer, El empapelado

amarillo (The Yellow Wallpaper, 1892) hoy es considerado uno de los cuentos de horror

más acabados de la literatura universal y una pieza fundacional de la literatura feminista.

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Este Espectáculo cuenta con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro.
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Autora: Charlotte Perkins Gilman

Idea, adaptación y dirección: Sebastián Kalt

Intérprete: Alexia Moyano

Escenografía: Ariel Vaccaro

Diseño y realización de proyecciones: Juan Pedro Yelpo

Técnico de visuales: Ariel Silvestre

Iluminación: Alejandro Le Roux

Vestuario: Paola Delgado

Música: Cecilia Castro y Sam Nacht

Asistente de dirección: Julián Cnochaert


Producción general: Melisa Santoro



lunes, 13 de marzo de 2017

Liliana Herrero a dos cuadras de casa

Un recital a corazón abierto




Cantora, intérprete, imaga de la tierra, Liliana Herrero vino a mi barrio y cantó en un lugar a mi medida.




Ya no sé si lo viví o lo soñé, pero en este lugar, en una mesita de madera rústica, en el viejo comedor de una fábrica abandonada, me hice adicta a la buena costumbre de ir caminando con amigos al encuentro de la buena música. La entrada es un bono para el artista que nunca supera los 250 pesos y el espacio se solventa con las empanadas, el vinito o los deliciosos guisos que preparan para los asistentes. 



Todo en Interlunio Club Cultural es cálido, armonioso y muy íntimo. Aquí pude emocionarme con Verónica Condomí, Gabo Ferro, Daniel Drexler. Me perdí a Fandermole y a Cabrera, pero no pierdo las esperanzas de que vuelvan por acá. Y lo mejor es que siempre calientan el escenario bandas quilmeñas de una calidad exquisita, elegidas con cuidado para que dialoguen con la poética de las estrellas invitadas. En esta oportunidad se lució el dúo Costurero.


Volviendo a Liliana Herrero, cantó con dos músicos espectaculares, Pedro Rossi, guitarrista y voz y el percusionista de lujo Mario Gusso. Y ella, con humildad y sabiduría nos entregó un recital variado en el que le dio vida a la poesía de canciones preciosas del Cuchi Leguizamón, de Falú, de Ana Prada, de Fernando Cabrera, de Fito Páez... Y otras que no me acuerdo, porque en mi ignorancia nunca había escuchado.

Cuando canta Liliana mueve los brazos como alas y sonríe con los ojos, con el alma. Nos sumerge en el reflejo del agua barrosa que trae una zamba o nos explica que el corazón es una achura que es mejor asar al fuego lento del amor.


A mí todo el tiempo me corrían las lágrimas y se me escurrían por la sonrisa... Esa sensación de plenitud que me provoca el arte cuando es vida y es amor. Una sensación de intimidad, de ternura y humanidad.

Por eso, a mí, no me alcanzó con aplaudir. Cuando terminó con varios bises, me paré y le grité: "Gracias, Liliana".


Todas las fotos son de mi amigo Marcelo Solís. ¡Gracias, Marcelo!

Aquí de yapa, mi canción favorita de todo el recital, "La casa de al lado" de Fernando Cabrera, letra y música:


   No hay tiempo, no hay hora, no hay reloj,
no hay antes ni luego ni tal vez,
no hay lejos, ni viejos, ni jamás, 
en esa olvidada invalidez.
Si todos se ponen a pensar, 
la vida es más larga cada vez,
te apuesto mi vida una vez más, 
aquí no hay durante ni después.
Dejá, no me lo repitas más, 
nosotros y ellos, vos y yo,
que nadie se ponga en mi lugar,
 que nadie me mida el corazón.
La calle se empieza a incomodar, 
el baile del año terminó,
los carros se encargan de cargar
 los restos del roto corazón.
Aquí no hay tango, 
no hay tongo ni engaño,
aquí no hay daño 
que dure cien años,
por fin buen tiempo,
 aunque no hay un mango,
estoy llorando
 estoy me acostumbrando.
Acá en esta cuadra viven mil,
 clavamos el tiempo en un cartel,
somos como brujos del reloj, 
ninguno parece envejecer,
Mi abuelo me dijo la otra vez, 
me dijo mi abuelo que tal vez,
su abuelo le sepa responder 
si el tiempo es más largo cada vez.
Se pasa el año, se pasa volando,
ya no hay más nadie que pueda alcanzarlo,
y yo mirando sentada en el campo, 
cómo se pasa el año volando.
No pasa el tiempo, no pasan los años,
inventa cosas con cosas de antaño,
a nadie espera la casa de al lado, 
se va acordando,
se acuerda soñando.

(Letra y Música: Fernando Cabrera)