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viernes, 30 de marzo de 2018

La reina del miedo, Valeria Bertuccelli y Fabiana Tiscornia

Condenada a elegir


“Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace”.
Jean Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo




Heroína existencialista, Tina es arrojada a este mundo inexplicable, siente la náusea metafísica, la oscuridad de la existencia en la que ninguna compañía de seguridad puede hacerla sentir menos vulnerable ante el absurdo.

Hay muchas cosas que no sabe o no entiende. En su rutina desgastante tiene que hacerse cargo de una casa demasiado grande, de una fama profesional que la llena de obligaciones que la alejan del estado creativo, de una soledad que no entiende.

Se mueve todo el tiempo sin avanzar, está paralizada por la angustia. Una risa nerviosa se confunde con las ganas de llorar, todo el tiempo, todo el tiempo. 

A Tina le sobra empatía. Es la patrona comprensiva, es la amiga que corre al otro lado del mundo a estar con su amigo del alma que se está muriendo, es la clienta a la que la depiladora le cuenta sus dramas personales. Ella es así, entrañable, querible, anárquica.

Una sola cosa tiene clara: no quiere un árbol moribundo en su jardín. Quiere que la vida retoñe, quizás dentro de su propio vientre.

Las escenas en Copenhague junto a Diego Velázquez son de una belleza emocionante. Su amigo, en la aceptación de lo inexorable, la ayuda a aceptar su responsabilidad intransferible de elegir para que su vida no sea un mero transcurrir.


La reina del miedo es la gran ópera prima como directora de esta actriz excepcional, reina y señora absoluta de la pantalla durante toda la película.
No esperen ver una comedia, aunque haya situaciones desopilantes. Espiritual, absurdo y metafísico, el film nos expone a nuestro propio gran miedo: el pavor a que la vida se nos escape entre los dedos... No por casualidad la obra que no ensaya, porque como la vida se improvisa en escena, se titula "El tiempo es oro".

Vayan a verla al cine por la Bertuccelli, claro, pero también por el original guion, la preciosa fotografía y por la música original de Vicentico. Se van a sorprender.


Les dejo el link a la crítica de Carolina Giudice en Morir en Venecia, ella dice cosas importantes que yo también pienso y no vale la pena repetir.


domingo, 18 de marzo de 2018

La forma del agua, Guillermo del Toro


O entrás o te quedás afuera

"La emoción es como el erotismo y el humor. Lo que para alguien es cursi, para otra persona es simplemente sentimental. Lo que para alguien es erótico, para el otro es pornográfico. Creo que nuestro umbral para la emoción está tan bajo que cualquier cosa nos parece cursi. No sólo en la ficción, sino en la vida real. El cinismo inmediatamente suena a inteligencia.
Esto lo hablo mucho con Alfonso (Cuarón) y con Alejandro (González Iñárritu) y los tres estamos de acuerdo en que la emoción es el nuevo punk. Lo más atrevido que puede hacer alguien es provocarse y provocar la emoción."
                                                         Guillermo del Toro en entrevista Revista Chilango 



No hay punto medio para la extraña, única y bellísima película de Guillermo del Toro. O entrás en ese mundo fantástico sin oponer resistencia o empezás a cuestionar el verosímil y te quedás afuera.
Yo soy de las que entré "hasta el caracú", me identifiqué con los personajes, me enamoré de la belleza estética, me emocioné y tuve miedo; es decir, experimenté todos los sentimientos posibles que los espectadores podemos sentir ante la magia de la enorme pantalla en la sala oscura de un cine.


Ya desde los créditos,  el director propone un pacto de lectura con el espectador: lo que vamos a ver es el cuento de una princesa durmiente en un mundo acuático y la voz del narrador nos alerta de que nos va a contar un cuento. Un cuento con personajes que quieren ser amados, un cuento con enemigos crueles que pisotean la inocencia, un cuento en el que alguien se anima a cambiar el rumbo de las cosas. ¿Cómo en la vida?

Pero no nos confundamos, lo que hace única a la película del cineasta mexicano es que detrás de la aparente simplicidad hay mucho artificio, mucha ironía, mucha crítica social. Y eso me encanta. El gran cuate nos hace un gran favor a todos los latinoamericanos que no compramos la cultura del Tío Sam. Parecería que logró venderles el cuentito de hadas a los yanquis que hasta le dieron el Oscar a la mejor película, mientras él se las arregló para criticarlos en sus narices: el armamentismo norteamericano, el consumismo, el machismo, el bullying, la discriminación, la homofobia, el racismo…  Claro, todo está ambientado en la década del 60, período álgido de la Guerra Fría pero también época de oro del cine y la música del gigante del Norte, dos tesoros que rescatan, para mí, a esa civilización decadente.


Volviendo a los logros de la película. No puedo imaginar un mejor casting para contar esta historia: Elisa Esposito (Sally Hawkins) con esa mirada, esa sonrisa, esa manera de expresar todo sin palabras;  la criatura anfibia (Doug Jones) dotada de unos matices increíbles, especialmente sus hermosos ojos de asombro; Zelda (Octavia Spencer), la compañera negra de Elisa en el área de limpieza de un laboratorio secreto y Giles (Richard Jenkins), el vecino artista que dibuja las publicidades en el momento en que esas imágenes, hoy retro para nosotros, empiezan a ser reemplazadas por la fotografía. Descollantes también los papeles de Richard Strickland (Michael Shannon), el jefe de seguridad, verdadero monstruo de la película y Dimitri (Michael S. Stuhlbarg) el científico ruso.




La ambientación tan extremadamente cuidada: los escenarios sorprendentes, el vestuario justo, el mobiliario y cada detalle nos sumerge en los colores y texturas de la década del 60, con los precisos recuerdos de mi infancia de las publicidades, las películas musicales que veía por televisión con mi mamá  (como Elisa, yo también quería bailar con Ginger Rogers, Fred Astaire o Shirley Temple).

La fotografía, exquisita. Dan Laustsen, el director de fotografía, creó momentos antológicos e inolvidables. Con esos azules en los momentos en que se hace protagonista el agua o esos grises amarronados del mundo nocturno y solitario en el que se mueven los personajes.


Una película rara como un huevo, leit motiv constante. Atravesada de una ingenuidad no exenta de erotismo y de pasión. No puedo decir nada más porque caería en spoilers. Vayan los que se animan al cine, vale la pena disfrutarla en pantalla grande. La forma del agua tiene algo de Amèlie, algo de La espuma de los días, pero no… Es una fábula, y como toda fábula nos quiere enseñar algo. No seré yo quien les diga la moraleja, vayan y descúbranla.


lunes, 12 de marzo de 2018

Invisible, de Pablo Giorgelli

Cuando no hay con quien hablar



"El deseo mío y de María Laura Gargarella, con quien escribimos el guión, es dar una mirada de la soledad adolescente, no del aborto. Desamparo en tres órdenes: desde lo familiar; desde lo institucional, en una escuela que no registra ni estimula; y desde un Estado ausente" Pablo Giorgelli 

Eli, la protagonista de 17 años interpretada por Mora Arenillas, es seguida por la cámara desde el minuto 1 de la película. La vida la hizo fuerte. Trabaja, estudia, se ocupa de su mamá depresiva. Busca el amor donde puede, un poco de algo parecido al amor. 

Como en el cine de los hermanos Dardenne, el ojo del director la sigue con respeto, pero muy cerca, en cada pequeño gesto cotidiano, rutinario. La acompaña en sus periplos por la gran ciudad, en el colectivo, en el colegio, en la veterinaria donde trabaja. En ese mundo gris de monoblocs a ella le ha caído el peso del mundo: está embarazada.

Acá es cuando la prensa ha dicho que es una película sobre el aborto y yo disiento. Estrenada el 8M, en medio de la más grande marcha por los derechos de la mujer que se hizo en Buenos Aires, resulta cómodo publicitarla así.  Sin embargo, claramente para mí es una película muy femenina sobre lo difícil e intransferible que es tomar una decisión cuando una mujer está segura de que no quiere tener un bebé pero tampoco quiere abortar. ¡Qué fáciles son las dicotomías con las que queremos simplificarlo todo!


Giorgelli lo sabe. Y no opina, no panfletea, no milita ni a favor ni en contra del aborto. En su film no hay golpes bajos, sino lugar para la tristeza, para el silencio, para la soledad. 

Una película para ver, para reflexionar, para salir de las masificaciones. Una película que muestra lo solas e incomprendidas que podemos sentirnos la mujeres en este mundo. Aunque el espíritu de sororidad haga retumbar los tambores en las calles, todavía queda mucho camino por recorrer.
Las que más lo necesitan no van a las marchas ni entienden de luchas, están atrapadas en los márgenes. Como Eli.

Más Giorgelli en Razón del Gusto, la deliciosa película Las acacias.


martes, 6 de marzo de 2018

La ira de Narciso de Sergio Blanco, dirección de Corina Fiorillo

Despedazado por mil partes



Tirar el cuerpo a los lobos hambrientos, exponerse en una ficción que recala en la narración de la propia vida, usar los propios fluidos para construir el espejo líquido en el que nos miraremos todos. Eso parece hacer Sergio Blanco, parece hacer Gerardo Otero cuando prestan nada más y nada menos que sus nombres propios y sus perfiles a la representación de La ira de Narciso.

Atrás quedaron los tiempos de los decorados de cartón piedra, las pelucas y las máscaras. El teléfono celular, prolongación del cuerpo, graba, reproduce, proyecta, conecta, es el dispositivo con que el actor se desplaza por el escenario para armarnos un mundo, un "aquí y ahora" que los espectadores asumimos como real durante una hora y media. 

Si históricamente el pacto de verosimilitud con el espectador cuando está bien logrado nos hace olvidar de la realidad para perdernos en la ficción, en esta obra se da un paso más. El dramaturgo y actor se entregan al exhibicionismo para invitarnos a una especie de voyeurismo como espectadoresEspiamos los pensamientos y pesadillas de un personaje que es el autor, que es el actor, que es el mítico Narciso, incesantemente exponiéndose, enamorándose de sí mismo, hasta ahogarse en su propia sangre.


Una ciudad  que muchos necesitamos buscar en el mapa, un museo que exhibe el perfecto esqueleto del mamut más grande del mundo, un cuarto clausurado de hotel en el que hubo un asesinato, el ambiente oscuro de los policiales de Raymond Chandler, el alzheimer insoportable de una madre, las imágenes saturadas y pesadillescas de Psicópata americano. Todo esto cabe en la madeja-relato del hilo rojo que se desplaza implacable por la alfombra salpicada con manchas de sangre que ningún producto puede borrar, las mismas que ve Lady Macbeth, las mismas que son el leit motiv elegido por Sergio Blanco para reflexionar sobre la representación en el arte.

Aplausos para Gerardo Otero, el actor, que presta su voz, su cuerpo y su memoria a este texto inquietante, de rara belleza.

La ira de Narciso, en cartel en esta temporada junto a Tebas Land, son dos grandes eventos teatrales para no perderse en la temporada 2018 de Timbre 4.






Era evidente que le gustaba mostrarse. Ser visto. Era hermoso y lo sabía. Lo sabía mejor que nadie.

La ira de Narciso. Jueves y viernes, 20.30 h, en TIMBRe4.


jueves, 1 de marzo de 2018

Esa niña (Volveré y seré millones), ópera prima de Lucila Quarleri

La poderosa seducción del unipersonal femenino


Enormes actrices jóvenes nos regalan su talento en la escena porteña del off. Un milagro del teatro, aquí, para deleite de todos. Razón del Gusto ha dado cuenta de varios espectáculos maravillosos en los últimos meses.

Esta vez la sorpresa deliciosa de un viernes de doblete en el Camarín de las Musas fue encontrarme con la misma actriz de "No dejes nunca de mirarme por favor", encarnando la voz de "Esa niña". Maia Lancioni llena la escena con sus movimientos de bailarina, su figura espigada, su voz estremecedora que pasa por todos lo matices.

El monólogo de Lucila Quarleri inventa un mundo, nos transporta a los años 50 cuando las mujeres recién empezaban a tener el derecho cívico del voto. La protagonista está atravesada por ese tiempo de cambio, un terremoto interior invierte lo que está arriba para ponerlo abajo. En el laberinto lúcido de su soliloquio está viva la muerta, reencarnada en esa niña de Los Toldos que vino a molestar a los ricos y a convertirse en santa de los humildes. Su voz vibra en las cuerdas del odio, de la envida, de la frustración, pero también de la admiración. De tanto mirar a la innombrable, esta pituca venida a menos se ha transformado en "esa mujer".

Hermosa obra, por lo sutil, lo poética, lo profundamente femenina y porteña. Y a la vez tan humana y universal. Felicitaciones a todas la mujeres comprometidas en este proyecto porque logran un momento artístico de gran calidad.

Vayan un viernes al Camarín, tómense una copa de vino y a las 22. 45 disfruten de esta pieza exquisita.


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Actúa: Maia Lancioni

Diseño de vestuario y escenografía: Maricel Aguirre

Diseño de luces: Lucia Feijoó

Fotografía: Hersilia Alvarez

Diseño gráfico: Estefanía Borges

Producción: Marina Kryzczuk

Supervisión dramatúrgica: Maruja Bustamante, Camila Mansilla y Eugenia Pérez Tomas

Dramaturgia y dirección: Lucila Quarleri


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Funciones: viernes 22.45 hs.

Duración: 40 minutos


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EL CAMARÍN DE LAS MUSAS

Mario Bravo 960, 4862-0655


Entradas: $220 y $170 (jubilados)

2x1 para menores de 30 años y Club La Nación