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sábado, 31 de marzo de 2012

Lapo Gessaghi, el mirlo que se echó a volar

Blackbird singing in the dead of night
Take these broken wings and learn to fly
All your life
You were only waiting for this moment to arise


http://www.lapogessaghi.com.ar/




 Cuando no nos quedan lágrimas ni razones para entender, aparece  la poesía para abrirnos la puerta a los más profundos significados de la vida y de la muerte.
Hoy, esta hermosa mañana de otoño, la noticia de la muerte de Lapo Gessaghi, guitarrista y compositor argentino, docente, amigo del alma, corrió como reguero de pólvora en las redes sociales. Para todos los que tuvimos la suerte de conocerlo, de quererlo, de compartir la música, la mesa y sus chistes desopilantes, es inconcebible aceptar que no lo vamos a ver más. Él, pura energía vital, humor ácido, ironía fina, se nos metió a todos en el alma como lo que siempre fue: pura música, anárquica armonía, cuerda locura.
Amasando en estas horas música, recuerdos y lágrimas se fue imponiendo en mi mente una canción. Una bella canción muy distinta a las otras del Album Blanco de Los Beattles, una canción de letra ambigua y enigmática, que recién entendí hoy.
En vano busqué en My Space y en Youtube una grabación de Lapo tocando "Blackbird". Esta maravillosa canción, compuesta por Paul Mc Cartney en 1968, inspirado en  el Bouree in E minor de Bach, parecía haber sido compuesta para Lapo. La primera vez que la escuché tocada por él en medio de una reunión social,  no sólo sentí que escuchaba esta canción por primera vez sino que descubrí el sonido de la guitarra. Nunca antes, había sentido el poder expresivo de este instrumento, sentí que me estallaba el corazón y se me derretía por dentro con ese punteo tan expresivo, tan liviano y suave, que volvía innecesaria la letra. El virtuosismo paralizante de Lapo no nacía de la técnica de sus manos, sino de su alma inspirada e inspiradora.
Hoy me queda claro, Lapo querido, que el gran Paul escribió esta canción para vos. Y esta es mi flor, mi poema y mi homenaje para el gran amigo, el gran maestro, el gran padre, el hombre maravilloso que se ganó el amor de todos los que tuvimos la suerte de conocerte.

Blackbird fly, Blackbird fly, into the light of the dark black night.


lunes, 26 de marzo de 2012

La carta que hizo historia

Rodolfo Walsh, asesinado y desaparecido el 25 de marzo de 1977



“…sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.”

domingo, 25 de marzo de 2012

Elena Rogers, de Barracas a Broadway

Ella es menuda y frágil, ella es sencilla y auténtica. Ella es una chica de barrio a la que siempre le gustó cantar. Y así, un poco por azar, su destino la fue llevando a vivir las vidas de grandes mujeres que la han hecho brillar en los escenarios del mundo. 
Ella fue Mina y la Piaf y Evita. Ella es una artista amada y admirada en Europa, pero también aplaudida y querida en Buenos Aires.



Esta semana, fue nota en The New York Times: "Don´t cry for her, Argentina; She landed the big role"  (No llores por ella Argentina; ella hizo un gran papel) Y yo, que la voy siguiendo desde hace tiempo, que me emocioné con su Piaf y canto con ella las canciones de su disco "Vientos del sur", no pude dejar de sentirme orgullosa y oronda, como otros se sienten eufóricos con los goles de Messi en el Barcelona.



Después de haber pasado del anonimato al éxito en Londres en el 2006 interpretando a Evita, ahora llega a la capital de la comedia musical con esta fabulosa obra de Andrew Lloyd Webber. Y fascinó a los críticos, por su acento argentino, por su voz, por su fuerza, por su verdad.

Tocada por la varita mágica de la oportunidad, la Rogers no "se la cree". Sabe que a la suerte y al talento hay que ayudarlos con trabajo, buen comer y buen dormir. Es una gran trabajadora que cuida su cuerpo, su herramienta, como si fuera un atleta. 

El año pasado también fue Lisa en "Un amor", la tercera película de la cineasta argentina Paula Hernández. Junto a Diego Peretti y Luis Ziembrowski, cuenta una historia de amor adolescente que perdura en la vida de los tres amigos adultos que se encuentran después de 30 años. En ésta, su primera incursión en el cine, también nos enamora con su sinceridad, con su intensa mirada color de agua y su sonrisa cautivadora.


La Rogers nos convence cantando en italiano como Mina, en francés como la Piaf o haciendo de Evita en inglés. En el escenario crece y se transforma. Les presta el cuerpo y la voz a estas mujeres que han pasado por la vida dejando una estela de fuego y las hace revivir cuando se abre el telón.
 Sin embargo, a mí me sigue conmoviendo especialmente cuando canta "Siempre se vuelve a Buenos Aires" de Eladia Blázquez. Ahí la siento toda ella, esa chica del barrio de Barracas a la que siempre le gustó cantar y que nunca se fue de acá.

sábado, 17 de marzo de 2012

Xochimilco, los colores de México

México en mi vida

A Analía, Fernando, Alejandra , Fermín y sus hijos: mi familia en México

Decoración de las trajineras
 "México lindo y querido/si muero lejos de ti/que digan que estoy dormido/ y que me traigan aquí.."

 Cuando tenía 16, 17 años, recibía en mi casa los fascículos de la colección "Grandes maestros de la pintura".  Me gustaban sobretodo las entregas sobre los pintores impresionistas, pero los dedicados a los muralistas mexicanos me marcaron para siempre. Rivera, Siqueiros, Orozco y esa descomunal fuerza. Luego vendría "Pedro Páramo" de Juan Rulfo en quinto año de la secundaria,  más tarde Frida Kahlo y por último "Arráncame la vida" de Ángeles Mastretta. Por ahí, por el arte y por la literatura, a mí se me metió México en el corazón.
Pero no fue solamente eso, sino haber conocido a Fermín en la adolescencia. El novio de la hermana de mi mejor amiga. Fermín con su acento, con sus modismos mexicanos, con su numerosa familia, fue el contacto directo con esta cultura fascinante. Fermín era un pedacito de México, acá en Quilmes. Las vueltas de la vida hicieron que todos se fueran yendo para allá, mis amigos del alma. Y hacia allá se llevaron una parte de mi corazón.
Hoy quiero hablar de México, no de sus playas que no conozco sino del DF, con su barrio colonial de San Ángel y los coloridos frentes de las casas con buganvilias fucsias en flor; Coyoacán y la casa azul de Frida;  la Catedral, Bellas Artes, el Palacio de Gobierno con los frescos de Rivera, el Museo Antropológico, su tráfico inverosímil, su Sanborns de azulejos, su color local.
Amarradero de Xochimilco
Uno se siente latinoamericano en México, en ese humano desorden, en la historia del imperio azteca que está a la vuelta de la esquina, en el olor de la comida callejera, en lugares tan mágicos y tan, tan pintorescos como Xochimilco.
Para los argentinos, es imposible no hacer la asociación entre los canales de Xochimilco y el Delta del Tigre con sus paseos en lancha. Pero pasear por los canales de Xochimilco implica meterse en una fiesta de color, de música y de aromas. Las trajineras, estos coloridos barquitos, permiten además del paseo, beberse una cerveza o comer una comida típica. Algunos llevan los infaltables mariachis que entretienen a los pasajeros y así se van cruzando las canciones de los distintos barcos. A ambas márgenes del canal pueden verse hermosos jardines y viveros y una exuberante vegetación.


Lo que más me gusta de este pintoresco paseo es que es una fiesta popular, que no está reservada solo al turismo, como pasa un poco con Caminito en La Boca, que en los últimos años ha perdido su esencia ya que todos los conventillos fueron convertidos en tiendas de souvenirs.
Ojalá la vida me lleve alguna vez más a México, para respirar esa alegría vital, para protestar por sus infinitos y eternos embotellamientos, para volver abrazar a mis amigos del alma.






martes, 13 de marzo de 2012

Las acacias, de Pablo Giorgelli

Cuando el cine es tan parecido a la vida



"Las acacias" de Pablo Giorgelli, despertó mi interés solamente por una foto que apareció en mi blog favorito, Morir en Venecia. Hace años que soy una fiel seguidora de este espacio dedicado al cine que Carolina Giudice escribe con inteligencia, originalidad y exquisito buen gusto. Sus "Top ten" del año, son mi lista de "deberes" para el verano y "Las acacias" estaba en el puesto Nª1 de los estrenos 2011 del cine nacional. 
"Las acacias" es una película de esas que me gustan a mí, una de las que cuentan historias de segundas oportunidades en la vida. Historias de encuentros entre personas que ya no esperan nada, seres solitarios que se han acostumbrado a la soledad y se han puesto una coraza para que nadie los haga sufrir más.
 El hecho de que los protagonistas no sean dos caras conocidas del espectáculo ayuda mucho a subrayar el naturalismo y la verosimilitud, así como también el sonido ambiental del motor del viejo camión Scannia anaranjado que se irá transformando en lo más parecido a un hogar para estos tres extraños, que compartirán la larga travesía desde Paraguay hasta Buenos Aires.
Película de pocas palabras, solo intimidad y paisaje. La carretera, transformada por los distintos colores del día, los paradores para camioneros, las estaciones de servicio y la cabina del Scania son los espacios en los que se desarrolla una trama simple. Ellos no saben nada uno del otro, al principio sólo hay recelo y tensión. Pero la mirada inocente de la beba , que al principio del viaje aparece como una molestia para el solitario camionero, va tendiendo puentes, va curando heridas, abre la posibilidad de un futuro aunque la película sea sólo presente en movimiento.



La opera prima de Pablo Giorgelli recibió importantes reconocimientos internacionales como el premio de la Cámara de Oro a la Mejor Opera Prima en el Festival de Cannes del 2011 y Mejor Película durante la sección “Horizontes Latinos” del Festival de San Sebastián. Su aparente sencillez y naturalidad están respaldadas por una bellísima y cuidada fotografía sobre la cual recomiendo leer el siguiente comentario de Diego Poleri, director de fotografía  de la película. Para los amantes del cine, es apasionante descubrir todo el arduo trabajo detrás de escena para que la ficción nos parezca tan parecida a la vida misma.

domingo, 11 de marzo de 2012

Piazzola en Alemania

A mi querida amiga Sandra, que aprendió la lengua de mis antepasados

 Una calle y un festival dedicados al maestro del bandoneón

"Sí, es cierto, soy un enemigo del tango; pero del tango como ellos lo entienden. Ellos siguen creyendo en el compadrito, yo no. Creen en el farolito, yo no. Si todo ha cambiado, también debe cambiar la música de Buenos Aires. Somos muchos los que queremos cambiar el tango, pero estos señores que me atacan no lo entienden ni lo van a entender jamás. Yo voy a seguir adelante, a pesar de ellos."
Astor Piazzolla, revista Antena, Buenos Aires, 1954.

Hoy, 11 de marzo, aniversario del nacimiento de Astor Piazzolla, es un buen día para que en la sección "Los clásicos" le dedique una entrada a este obstinado marplatense, ciudadano del mundo. Con su oído atento a los sonidos de la ciudad y un virtuosismo apabullante, se convirtió en la banda sonora del Buenos Aires de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo este músico único, como muchos otros grandes, no ha sido profeta en su tierra, le costó mucho hacerse un lugar junto a los grandes del tango, y ser aceptado como parte de la más genuina música urbana nacional.
Aunque el tango estuvo desde siempre, recién el año pasado apareció en mí con toda su potencia, en la necesidad de escucharlo y de cantarlo. Y eso es raro, porque me crié "oyendo" ( no escuchando) tangos. Mi casa de la infancia estaba pegada a la carnicería de mi padre, quien ni bien comenzaba la mañana encendía su vieja radio de madera y la dejaba todo el día en una estación de tango. Tangos que mi mamá cantaba mientras lavaba los platos. Tangos a toda hora que se fueron filtrando en mi inconsciente, muy a mi pesar. Porque en mi adolescencia, como la mayoría de los jóvenes de mi época, yo odiaba el tango. Sin embargo, en la década del setenta, Amelita Baltar, con su interpretación de "Balada para un loco" y "Chiquilín de Bachín" me hizo estremecer en alguno de los interminables "Sabados circulares" de Pipo Mancera.
Fue mucho después, cuando yo realmente conocí a Piazzolla. Y fue por Jaime, mi suegro. Muchos domingos de almuerzo familiar, llegábamos a su casa y él estaba sentado en el living con un disco de Piazzolla a máximo volumen, el aire electrizado por esas fugas y contrapuntos de un bandoneón milonguero, esos violines rechinantes como neumáticos en el asfalto caliente.
Pero no fue en mi casa ni en la casa de mis suegros donde lo encontré en toda su monumental estatura sino el año pasado, a muchos kilómetros, en un pequeño pueblito de Alemania.
En julio fui a visitar a mi amiga Sandra que vive en Munich. Por muchas razones fue un viaje de encuentros con mis raíces, con el idioma de mis abuelos paternos, con una cultura y un modo de vida que me hicieron sentir en mi casa a pesar de no saber hablar alemán. La primera sorpresa fue saber que el barrio donde estuve alojada, a unas 15 cuadras de Marianplatz, se llama Schwabing, ¡o sea que tengo un barrio con mi apellido en este mundo!
Mi amiga es cantante y yo ya sabía antes de ir que uno de los fines de semana de mi estadía lo pasaríamos en un festival dedicado a Piazzolla en un pequeño pueblito de Baviera, donde ella estaba invitada a participar. Es así como salimos temprano de Munich ese sábado 23 de julio, en una fresca y lluviosa mañana de verano; atravesamos las típicas verdes praderas y vacas pastando, pequeños caseríos con sus bellas casitas con balcones decorados con flores hasta llegar a un pequeño pueblo campesino, Alteiselfing. 
Para mi sorpresa, cuando nos bajamos en la casa de los padres de Josef Huber, el organizador del evento, vi un pequeño callejón en el que lucía orgulloso el flamante cartel con el nombre de Astor Piazzolla: Piazzollaweg. El día anterior, se había hecho la inauguración con un acto oficial con autoridades locales y una fiesta.
Como Sandra tenía que ensayar, con mi amigo Axel pasamos la tarde recorriendo a pie la cercana ciudad medieval de Wasserburg y a la tardecita llegamos a la gran y única cervecería del pueblo, con un bellísimo salón comedor y arriba un auditorio preparado para una numerosa audiencia. 

Era como la preparación de una gran fiesta familiar. Allí estaba Traudi, la esposa de Josef ordenando los afiches y las entradas; su cuñada y sus sobrinas, decorando con rosas rococó y flores silvestres las mesas; los sobrinos, y hermanos ordenando las sillas. Debo confesar mi incredulidad en los momentos previos a la hora de la función. ¿Para qué tantas sillas?, me preguntaba. ¿Quién puede venir a escuchar tango a la noche, a un pueblito con olor a estiércol y alfalfa? 
Pero, puntualísimos, fueron llegando, con sus mejores galas, muchos espectadores. Señoras rubias, como mis tías, con sus collarcitos de perlas y sus zapatitos de taco. Parejas jóvenes, familias. Una nutrida y ordenada concurrencia fue llenando la sala.

Esa noche era la velada dedicada a Aires de Tango, por eso el espectáculo inició cuando con un vestido rojo, apareció en escena la solista del grupo, Sandra Nahabián, cantante lírica quilmeña radicada hace más de 15 años en Munich. 
Sandra presentó cada tema en alemán, demostrando una cálida comunicación con el público. Traducía las letras de los tangos, explicaba algunos modismos o costumbres, que para mi sorpresa despertaban mucho interés, risas y aplausos en la platea. Pero cuando empezaba a cantar, en nuestra lengua., sentía que me cantaba sólo a mí. A mí que había tenido que viajar tan lejos de casa, para comprender que esos tangos escuchados en la infancia, me devolvían por un instante mágico a mis padres, me hacían viajar a un patio, a una cocina, al olor del hogar de mi niñez, es decir, a "mi patria".

El recital, compuesto por tangos de Eladia Blázquez, milongas, y el infaltable "Chiquilín de Bachín", fue acompañado por los expertos bandoneonistas Josef Huber y Josef Fürpass y la guitarrista Kathrin Vogt, que en todo momento demostraron pasión por el tango y gran conocimiento formal de la técnica y el estilo de este género porteño.

Cuando terminó la función, con el aplauso entusiasta del público, fuimos a cenar al salón comedor y luego empezó la milonga. Fue muy difícil explicarles a todos, que yo no sabía bailar el tango, como casi ninguna de las mujeres de mi generación. Me perdí muchas invitaciones pero no me importó, porque ver bailar  a estas expertas parejas alemanas fue todo otro espectáculo para mí. Las mujeres con sus zapatos y polleras tangueras, los varones con toda la virilidad y la elegancia, ponían en práctica lo aprendido durante las clases de tango que tantos alemanes toman semanalmente para ir a las tantas milongas que funcionan en Munich. Algo notable, ¿no?


Después fuimos alojados en una casita de cuento, una cama con edredón de plumas, despertar con el canto de los pájaros y los mugidos de las vacas y uno de los mejores desayunos de mi vida en la gran mesa familiar de los padres de Josef, orgullosos de esta iniciativa de su hijo, de esta gran "patriada", valga la paradoja, para homenajear a un grande cuya patria es el mundo.
Gracias Josef, por des-velarme con tu amor y tu pasión a Astor Piazzolla. Hoy quería recordarlo en su cumpleaños de este modo. Porque un artista grande como él  nunca muere, sigue vivo en su música y en el bandoneón de músicos  como vos que lo honran con la música y con la vida.




* Todas las fotografías fueron tomadas prestadas de la web http://www.piazzollaweg.de/

sábado, 10 de marzo de 2012

CMMN SNS PRJCT, una performance de Laura Kalauz y Martin Schik

A Noelia, Marcela y Sebastián, mis amigos teatreros...



"Si usted dice que esto es una obra de teatro, usted afirma. Si usted dice que esto no es una obra de teatro, usted niega. Más allá de la afirmación o la negación, ¿qué diría usted?"

Siempre me gustó el teatro. Y eso lo heredé de mi mamá. Todo el teatro. Recuerdo vivamente haber visto con mi madre "La malquerida", de Jacinto Benavente, en el hermoso Teatro Avenida, antes del incendio y de su esperada restauración. También, puedo recuperar con detalle la impresión que causó en mí entrar por primera vez al Teatro Cervantes para ver "La dama boba" de Lope de Vega, con Loly y su mamá. En estos casos, el terciopelo de las plateas, las luces, el lujo de estas salas me fascinaban. Pero lo que sin duda dejó una marca en mi modo de percibir el teatro fue "Yerma", con la vanguardista puesta de Víctor García y la inolvidable actuación de Nuria Espert. Nuestra profesora de Lengua del secundario sacó las entradas y nos llevó a ver este espectáculo. Montado sobre un escenario circular, como una cama elástica puesta en declive. Solo el escenario y el más profundo despojamiento. Solo la iluminación y toda la intensidad de las palabras y las canciones de Lorca, los gestos, los movimientos coreográficos. A los 16 ya supe que, aunque me gusta todo el teatro, también ése pensado para entretenerse, para aplaudir a actores famosos, ése que se vuelve éxito de taquilla en la calle Corrientes, a mí me conmueve otra cosa: un teatro vivo, que me movilice, que me cachetee, que se quede pegado a la piel y luego enredado en mis pensamientos por muchos días. Un teatro que no resiste el simple "me gusta"-"no me gusta". Un teatro que a veces me provoca y que hasta puede producirme rechazo y hasta aburrimiento pero que me hace planteos dentro de la sala que me llevo rumiando a mi vida.
Por eso, aunque en distintas etapas, por suerte pude ver mucho teatro, nunca disfruté tanto como en estos últimos años, en que gracias a la iniciativa de mis amigos "teatreros" (por ser especialistas, por ser apasionados del teatro), pude conocer la proliferación de salas teatrales alternativas, que en distintos barrios de Buenos Aires ofrecen espectáculos sorprendentes.
En el 2010, con mi querida amiga Noelia, inauguramos los "viernes teatrales". Ella, los miércoles abría la web de Alternativa teatral, y elegíamos una obra. Así, por pura intuición, vimos verdaderas joyas, con actores y dramaturgos jóvenes de una solvencia artística sorprendente.


El pasado viernes 2 de marzo, empezamos la temporada 2012, en una salita hermosa del barrio de Abasto, La Carpintería. Un barcito, en un ambiente muy acogedor, nos recibió con sus detalles arquitéctonicos que mezclan lo antiguo reciclado con lo moderno. Mientras esperamos, un público muy joven, con atuendos hipsters y hippies, iba llenando el hall en un inusitado desorden ordenado.
Entramos a la salita, impecable, ascética. Y mientras esperamos a que comience el espectáculo, nos encontramos pensando en voz alta con Marcela en qué lindo sería armar un centro cultural como ése... y no es la primera vez que lo pensamos, no es cierto Noe?
El comienzo de ¿la obra?, ¿espectáculo? ¿performance? nos tomó a todos desprevenidos. Es que nunca se apagaron las luces que diferencian la sala del escenario. 
Los ¿actores?, ¿performers?, ¿artistas? son dos. Él y ella, son jóvenes y están en ropa interior. En el escenario hay solo un atril y una larga mesa con premios de kermesse.
Él y Ella empiezan a ofrecer esos dispares objetos. ¿Quién quiere esto?, pregunta Él sin entusiasmo mientras muestra una planta. Y alguien del público levanta la mano. Así, uno a uno, van entregando ¿objetos? ¿utilería?, ¿premios? Un balde de pochoclo, una balanza de cocina, un joystick, una bolsa de carbón... Yo, cobarde, no pido nada, no sea que después me hagan "participar".

Así ¿la obra?, ¿espectáculo? ¿performance? va transcurriendo. Los ¿actores?, ¿performers?, ¿artistas? arman su vestuario con la ropa que piden y van recibiendo desinteresadamente de algunos espectadores que se quedan en calzoncillos o bombacha, o en cueros, o descalzos... (me pregunto qué habría pasado si nadie hubiera aceptado el juego. ¿Hubieran seguido el resto de la obra sin vestuario? ¿Hubieran insistido?)
En poco menos de dos horas, o el tiempo que dure ( de acuerdo a lo que se alarguen las situaciones por la participación de la gente), se va construyendo este intercambio entre el público y los performers. No hay obra acabada aunque ellos la rematen en una subasta con una base de 1 peso y que después de una larga pelea de poder entre algunos apostadores llegó a venderse a 140 pesos. No hay texto teatral, aunque se  lean unos textos que luego regalan a quiénes lo quieran o se representen sin ganas ni gracia escenas de películas, obras de teatro para que el público adivine ( Esperando a Godot, Titanic, Átame) o paródicas coreografías a lo Pina Bausch.

El valor del dinero, las prácticas democráticas que someten las decisiones al criterio de la mayoría, la diferenciación entre el plano de la realidad y de la ficción se relativizan y se ponen en crisis cuando continuamente nos hacen votar por cuestiones insignificantes.

El sentido común, ése que nos hace comportar civilizadamente para actuar en sociedad como esperan los demás, está desarmado en este proyecto provocador, original y muy estimulante.  Uno de esos eventos artísticos que me hicieron salir de la sala desconcertada y hasta un poco indignada y malhumorada pero que pude completar con la entusiasmada interpretación de mis hijos.
Esta entrada de blog es mi respuesta a la pregunta del epígrafe en negrita (único texto del programa de CMMN SNS PRJCT) y la primera nota de la nueva sección de Razón del gusto: Teatro en Buenos Aires. 

domingo, 4 de marzo de 2012

La carta sin estampilla

 Una breve reflexión sobre la multiplicación de modos de decir "te quiero"



Ayer, 3 de marzo, en el día de mi cumpleaños número 54,  recibí muy lindos y diferentes mensajes de afecto con los cuales personas muy queridas se hicieron presentes. Me fue imposible dejar de pensar en los distintos modos en los que, en este un poco más de medio siglo de existencia, he sido siempre consciente de la importancia de las palabras como lazos, los mensajes como abrazos, el poder mágico de las cartas, en todas sus versiones, para expresar los sentimientos.

Siempre me fascinaron las cartas, las postales. Ya de chica, enviar y recibir cartas me producía una intensa emoción. Recuerdo que cuando estaba en el colegio secundario nos escribíamos cartitas con mis compañeras, en pequeños papeles doblados que viajaban de banco a banco eludiendo la mirada de las profesoras. Recuerdo el primer viaje sola a Mar del Plata, al que me invitaron Loly y sus padres y la primera postal que le envié a mi mamá. Por supuesto, llegué yo antes que el correo, pero la emoción estaba en escribir el mensaje, en crear, en ese momento en que el ser querido no estaba presente, una ilusión de cercanía. Recuerdo la devoción casi religiosa que me producía ir a visitar en diciembre a una amiga de mi mamá que recibía postales con saludos navideños de todo el mundo y las colgaba en una pared, al lado del arbolito. Cientos de postales hermosas, con saludos en distintos idiomas...

Toda mi vida escribí y recibí cartas, esas escritas en papel finito que atravesaron en avión los mares para llegar a las manos de las amigas que se fueron lejos, a México, a Alemania, a Italia, a Uruguay. Las primeras cartas de amor a los quince años, el primer dibujo que me regaló Daniel que llegó en un sobre por correo, las postales enviadas desde los viajes... 
Luego vino mi primer Hotmail, allá por el 98 y entonces se abrió para mí un instrumento maravilloso de comunicación privada. Hoy me sigue maravillando la inmediatez de esta herramienta poderosísima. A otros avances tecnológicos he llegado más retrasada, un poco por desconfianza, otro poco por pereza. En enero de 2012, después de muchas dudas abrí mi cuenta de Facebook y este mi primer blog.

Ayer no recibí ninguna carta con estampilla, pero me han llegado muchos hermosos mensajes del alma: saludos desde Facebook, nuevos para mí, mails largos y bellos, msj a mi celular, llamadas desde Alemania o desde San Martín de los Andes y la promesa de una carta de mi sobrino Alejo de 6 años. Como dice él, salió a la tía Lili, porque le gustan los libros y quiere aprender a leer para entender las letritas que hay abajo en las películas.

El año pasado, su mamá me llamó emocionada para contarme una anécdota:
Alejo vive en una ciudad de la Patagonia cerca de la montaña, donde todavía los chicos andan en bicicleta y juegan a la pelota en la calle.  Tenía una amiga en el Jardín, en el turno mañana. Se llamaba Tatiana. A mitad de año tuvo que cambiar de turno y no la vio más. Una mañana,  estaba haciendo dibujos y mirando la tele cuando el cartero llamó a la puerta para dejar cartas, no las esperadas con mensajes amigos sino las que contienen facturas, documentos. La niñera recibió los sobres y Alejo, desde adentro le pidió al cartero de Oca que esperara un minutito. El cartero, desconcertado y sonriente, esperó y el loco bajito le entregó un sobre, armado con una hoja  de papel y pegado con plasticola , con un nombre en grandes letras de imprenta mayúscula.
_ Señor cartero, por favor , ¿le puede llevar esta carta a mi amiga Tatiana?_ le pidió con su voz de duende. Y este hombre bueno le dijo que sí y se guardó el sobre en el bolsillo de su campera.
Una semana después, mi hermana Celeste iba caminando por el centro, llevando a sus hijos de la mano, cuando una camioneta de Oca se detuvo, un hombre con campera de la empresa se bajó y la llamó:
_Señora, ¿usted es la madre de este nene?
_Sí, ¿ por qué? _preguntó asustada.
_ Acérquese un poquito..._ y hablando bajito para que no escuchara Alejo, le comentó que tenía en el bolsillo una cartita que prometió entregar y quería cumplir con su palabra.
Celeste le dijo que no sabía la dirección de Tatiana, pero sabía que su mamá trabajaba como cajera en La Anónima. Y hacia allá se fue el hombre bueno, a buscar a la mamá de Tatiana para entregar la carta sin estampilla.
Una tardecita de primavera llamaron a la puerta de la casa de Alejo. Eran Tatiana y su mamá que venían de visita.
_Recibí tu cartita_ dijo la nena con una sonrisa.
_Yo ya sabía_ respondió Alejo.

Y sí, Alejo se parece a su tía Lili, por esas ganas locas de crear lazos mediante las palabras.

jueves, 1 de marzo de 2012

“Muchacha ojos de papel”, una canción eternamente joven


A mis queridos alumnos de Lengua de 6ª Año




En la sección Canciones del alma esta vez se hace presente la canción de Luis Alberto Spinetta, “Muchacha ojos de papel”.


En la primera clase de este año, con mis alumnos de 6º, con los que comparto la clase de Lengua desde el año pasado, escuchamos la canción y luego vimos la entrevista que Emilio del Guercio le hizo a Spinetta para su programa del Canal Encuentro “Cómo hice”, que recomiendo que vean si todavía no lo hicieron, porque allí encontrarán al Spinetta íntimo, entrañable, ése que en uno de sus últimos reportajes, explica la génesis de sus canciones, recupera vivencias de la juventud, celebra la música y la amistad.

Luego, vino comentar entre todos la bella letra de la canción, refutar la distanciada interpretación que hace el Flaco en su adultez sobre esta canción de juventud que tantas satisfacciones y tantas rabietas le provocó en los recitales, cuando después de tantos años, el público se la seguía exigiendo con cánticos imperativos desde la platea.
Pude constatar que es una canción nueva, sin edad, como todas las obras de arte que alcanzan ese estado de perfección, mezcla de profunda simplicidad y de gran ambigüedad, que las hace perdurar jóvenes, intactas.

Los dejo con este collage de impresiones, armado con algunas de las bellas palabras de mis alumnos, surgidas de sus jóvenes miradas póeticas:

“Muchacha ojos de papel” es una canción compuesta por Luis Alberto Spinetta en la década del 60 cuando el cantautor tenía diecinueve años. El poema representa la historia de un amor joven e intenso, tal como –en palabras del propio autor- sólo el primer amor correspondido puede serlo. Sin embargo, a través de estos sentimientos tan inocentemente felices puede adivinarse un tono bucólico y triste que viene de saber que ni ese momento ni ese amor perdurarán en el tiempo. (ADIN)

“Sueña un sueño despacito”… como si se lo  estuviera susurrando al oído a su amada mientras duerme.  La contempla dormida, como si ella fuera un ícono sagrado que él ama y que no quiere perder. (AB)

El primer amor es algo que llena el alma y no se quiere dejar escapar, por eso el yo lírico, mediante la insistente pregunta retórica "¿a dónde vas?, le suplica a su amada que se quede entre sus brazos. Quiere extender ese instante de gloria, primero "hasta el alba", luego "hasta el día". (...) El sujeto poético quiere quedarse con la esencia de la muchacha, algo simple que perdure: "cuando todo duerma, te robaré un color", le murmura. Este color, en el que algunos han visto la pérdida de la virginidad, puede ser simplemente una sonrisa, un roce, un suspiro, una mirada de esos ojos de papel. El estado de gracia es efímero y la contemplación de sus cuerpos hace que ese momento sea único, inefable. Por eso le pide que no hable más a la "muchacha, voz de gorrión". No hacen falta las palabras porque el tiempo de este amor es "hoy"  y nunca podrá llegar a ser un mañana. (RB)

El encanto del poema reside en que nos ofrece la posibilidad de recrear la ilusión del primer amor, nos deja creer, como lo hace el sujeto lírico, en la posibilidad de mantener ese equilibrio amoroso eternamente. Como de ilusiones también se vive y soñar es gratis, esta canción creada hace medio siglo sigue hoy vigente, porque cuando se trata de un tema universal como el amor, todos podemos sentirnos identificados y pensar en aquello que tuvimos alguna vez o en aquello que nos gustaría tener. El lenguaje sencillo de la canción la hace atemporal, pero a la vez esconde, en metáforas misteriosas,  un mensaje contradictorio que no acabamos de comprender y que nos atrapa aún hoy. (ADIN)

La frase “tu tiempo es hoy” es una clara alusión al tópico latino  “Carpe diem”, el sujeto poético es plenamente conciente de que su amor juvenil es efímero, que no durará con la misma intensidad, por eso insta a su amada a aprovecharlo. (ASN)

Esta canción, que hoy en día es casi un himno, ha trascendido en el tiempo debido a la exquisita forma en que el hablante lírico le habla a la muchacha, aquella con la que toda joven se identifica. Este sentimiento de amor puro y contemplativo captura perfectamente la esencia de un ser sensible hipnotizado por la emoción del momento de la plenitud del amor. (VF)