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lunes, 28 de julio de 2014

Diario de Viaje: Valparaíso III

Puertas y ventanas


(...) Quiero que por la puerta de mis odas 
entre la gente a la ferretería.

Yo trabajo 
cortando 
tablas frescas, 
acumulando miel 
en las barricas, 
disponiendo 
herraduras, arneses, 
tenedores: 
que entre aquí todo el mundo, 
que pregunte, 

que pida lo que quiera. (...)

Pablo Neruda, La casa de las odas













sábado, 26 de julio de 2014

Diario de Viaje: Valparaíso II

Murales por todas partes



"El arte urbano (...) se ha convertido en un referente obligado del imaginario global, 
un campo de estudio para los sociólogos, comunicólogos, diseñadores gráficos e historiadores. Es una representación de la libertad de expresión ante la opresión. En sus formas más crudas, el arte callejero es una acción de liberación individual y grupal. Es el lugar que una generación elige como canal de expresión.
Un camino para intervenir la realidad. Al inscribir sus señales va generando otro mundo posible sobre la piel de la ciudad. Un sistema de relaciones y pensamientos que surge del caos de la vida contemporánea, que florece y se esparce en la calles dinamizándolas"  
Street art, por Rocambole, en Diario el Día, La Plata 13/7/14



Es imposible hablar de murales en Chile, sin recordar aquellas brigadas muralistas de los años 70 como la Ramona Parra, que con los colores primarios y los trazos negros, trabajando en la noche y en la clandestinidad, llenaron la paredes de la ciudad de estrellas, puños cerrados, palomas y espigas. Símbolos de los ideales libertarios de la utopía que se hizo realidad para terminar censurada a la cal en los tristes años de la dictadura que vendrían después.



Hoy, los murales urbanos, fusionados con el grafitti, siguen conservando esa rebeldía propia de la juventud. Aunque la imagen vaya cambiando, perduran algunas características, por ejemplo: son anónimos, efímeros; se completan con la acción del sol, la lluvia, el viento y la intervención o el vandalismo de otros.


La ciudad de Valparaíso es un museo al aire libre, sorprendente, intenso, variado. Conviven paisajistas famosos como Mario Celedón, cuyos murales pueden apreciarse en varios restaurantes de la zona, con imágenes ligadas al trazo del graffittero como las de Charquipunk.


En los muros, las casitas colgadas de los cerros, las escaleras o los callejones, sobre las chapas, generando efectos cinéticos, los murales de Valparaíso son tremendamente fotogénicos. 

Estos son algunos de los murales de Valpo (como le dicen allá) que rescató mi mirada a través de mi Lumix. Es este espacio estarán a mano para cuando me quiera llenar las retinas de color y quizás así también se resguardarán del inexorable paso del tiempo.
































jueves, 24 de julio de 2014

Diario de Viaje: Valparaíso I

El escondido fuego de Valparaíso



Valparaíso,  Patrimonio de la Humanidad.
Valparaíso, Capital Cultural de Chile.
Valparaíso, Joya del Pacífico.
Valparaíso es un tesoro raro en este mundo. Vale la pena cruzar la cordillera para soprenderse con esta cuidad loca, bohemia, incomprensible. Construida sobre 42 cerros sobre una imponente bahía del Océano Pacífico, esta ciudad  es del mundo y del tiempo.



No me imagino cuánto tiempo se necesita para recorrerla, yo solamente estuve tres días y apenas me alcanzaron para subir y bajar esas callecitas empedradas, sorprenderme con los callejones y escaleras escondidas, quedarme extasiada mirando desde los infinitos miradores, caminar por el puerto, visitar La Sebastiana... 



En Valparaíso estalla el color en cada pared, en cada puerta, en cada mural. El acanalado finito de las chapas que cubren paredes y techos le dan una fisonomía única, la llenan de movimiento. Las casas señoriales de principios del siglo pasado conviven con los almacenes, los barcitos, las casa bajas. En algunas, el tiempo ha trabajado las maderas, los vidrios y los metales pero cada rotura, cada superficie oxidada parece tallada por la mano de un artista.



Las calles tienen nombres europeos, clara evidencia de las distintas colectividades que fueron forjando esta ciudad onírica, extranjera e íntima a la vez: avenida Alemania, Paseo Yugoslavo, avenida Gran Bretaña. Ha sufrido los embates de la naturaleza: incendios, terremotos, maremotos. Este año gran parte de sus barrios periféricos fueron destruídos por un imponente incendio, las noticias corrieron por el mundo como las llamas y muchos turistas preocupados cancelaron sus reservas, la dieron por muerta. Pero Valparaíso sigue viva y bella en su patrimonio, esperando con los brazos abiertos la vista de los viajeros que saben mirar.



Y los dejo con Neruda, él que la eligió como morada le dedicó esta bella Oda elemental:


Oda a Valparaíso, Pablo Neruda

Valparaíso, 
qué disparate 
eres, 
qué loco, 
puerto loco, 
qué cabeza 
con cerros, 
desgreñada, 
no acabas 
de peinarte, 
nunca 
tuviste 
tiempo de vestirte, 
siempre 
te sorprendió 
la vida, 
te despertó la muerte, 
en camisa, 
en largos calzoncillos 
con flecos de colores, 
desnudo 
con un nombre 
tatuado en la barriga, 
y con sombrero, 
te agarró el terremoto, 
corriste 
enloquecido, 
te quebraste las uñas, 
se movieron 
las aguas y las piedras, 
las veredas, 
el mar, 
la noche, 
tú dormías 
en tierra, 
cansado 
de tus navegaciones, 
y la tierra, 
furiosa, 
levantó su oleaje 
más tempestuoso 
que el vendaval marino, 
el polvo 
te cubría 
los ojos,
las llamas 
quemaban tus zapatos, 
las sólidas 
casas de los banqueros 
trepidaban 
como heridas ballenas, 
mientras arriba 
las casas de los pobres 
saltaban 
al vacio 
como aves 
prisioneras
que probando las alas 
se desploman.

Pronto,
Valparaíso,
marinero,
te olvidas
de las lágrimas, 
vuelves
a colgar tus moradas, 
a pintar puertas 
verdes, 
ventanas 
amarillas, 
todo 
lo transformas en nave, 
eres
la remendada proa 
de un pequeño, 
valeroso 
navío.
La tempestad corona 
con espuma 
tus cordeles que cantan 
y la luz del océano 
hace temblar camisas 
y banderas
en tu vacilación indestructible.

Estrella
oscura
eres 
de lejos, 
en la altura de la costa 
resplandeces 
y pronto 
entregas 
tu escondido fuego, 
el vaivén 
de tus sordos callejones, 
el desenfado 
de tu movimiento, 
la claridad 
de tu marinería. 



Aquí termino, es esta 
oda, 
Valparaíso, 
tan pequeña 
como una camiseta 
desvalida, 
colgando 
en tus ventanas harapientas 
meciéndose 
en el viento 
del océano, 
impregnándose 
de todos 
los dolores 
de tu suelo, 
recibiendo 
el rocío 
de los mares, el beso 
del ancho mar colérico 
que con toda su fuerza 
golpeándose en tu piedra 
no pudo 
derribarte, 
porque en tu pecho austral 
están tatuadas 
la lucha, 
la esperanza, 
la solidaridad 
y la alegría 
como anclas 
que resisten 
las olas de la tierra.