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domingo, 30 de septiembre de 2012

Café literario: "El castillo blanco", de Orhan Pamuk


"Decidí que mi adivino aprendiera su ciencia de alguien que viniera de "Occidente" quizá porque vivimos en un país como el nuestro, que cambia no gracias a las personas en sí mismas   y a lo que leen , sino  a la admiración que despierta en ellos lo que escuchan de  otros.
Pensé que el Maestro y el esclavo se lo contarían todo, que se educarían el uno al otro, que para eso hacía falta que hablaran largamente, y los imaginaba a solas en una habitación en la ciudad a oscuras.
Cuando decidí darles cuerpo a los personajes (...) me di cuenta de que, visualmente, no podía diferenciar demasiado al maestro del esclavo italiano.  Así fue como nació la idea de que fueran idénticos  quizá por una momentánea parálisis de mi imaginación. Mis lectores, amantes de la literatura, decidirán rápidamente que una vez en ese punto no me hacía falta esforzar demasiado la imaginación para dar el salto al famoso tema de los gemelos, de los sosias, de los que ocupan el lugar del otro, tan frecuente en ese tesoro al que llamamos historia de la literatura."
Orhan Pamuk,  SOBRE EL CASTILLO BLANCO


"El castillo blanco", la novela publicada en 1979, y conocida en Occidente a raíz del Premio Nobel de Literatura que recibió su autor en 2006, pertenece a ese grupo de textos que abordan el tema del doble, al que accedí de la mano de escritores como Stevenson, Calvino, Cortázar o Borges. 
Lo leí con la misma fascinación y con los mismos prejuicios con los que el Maestro turco, protagonista de la novela, intenta comprender y descifrar los misterios ocultos en la cultura "occidental". Y me perdí por las sinuosos laberintos de esta historia que se pliega y se repliega, que nos agota como se consumen sus personajes en esas infinitas narraciones en la que el pasado y el futuro se confunden y se hace imposible descifrar quién es quién de este y del otro lado del espejo.
Porque esa es la gran pregunta que nos deja esta novela. ¿Qué es lo que nos hace únicos  e irrepetibles a los hombres?, ¿acaso somos distintas personas a lo largo de nuestra vida?, ¿ los que adoptan otro país y otra lengua se convierten en otros y se olvidan de quiénes fueron en un pasado que es fácil confundir con la ficción?, ¿todos los seres humanos tenemos los mismos sueños, los mismos miedos, los mismos pecados?, ¿el poder y el éxito son meros simulacros?, ¿la guerra es un infernal monstruo metálico que se hunde en el lodo?, ¿todos tenemos en el fondo de nuestros oídos un cantante que nos repite el mismo estribillo "yo soy yo, yo soy yo"?


Estambul soñando con Venecia y viceversa en tiempos de la peste. Un Maestro astrólogo turco,  un esclavo veneciano, un sultán niño cuya astuta mirada cree poder diferenciar a estos dos extraños idénticos, que en noches interminables van narrando sus historias, intuyendo sus secretos, despreciando sus miedos y sus mentiras, avergonzándose cada vez más de ser el otro, ese al que temen y del cual desconfían.
Un prólogo apócrifo del siglo XX, el de un narrador que encontró un manuscrito del siglo XVI, nos hace pensar en el historiador árabe Cide Hamete Benengeli, en Cervantes y en "El Quijote". En Pierre Menard. Y en Borges. Y en las Mil y una noches por supuesto, mil y una, por infinitas. Esas historias que llegaron a Occidente, en barcos turcos, en caravanas árabes, que se narraron para esos sultanes que sabían que la felicidad de la vida está en narrar historias y en escucharlas.
Ese amor por las historias nos hace hermanos a los hombres de todas las civilizaciones del mundo: "¿Acaso era necesario ser sultán para comprender que la gente se parecía en los cuatro climas y los siete confines del mundo? (...) ¿el que los hombres pudieran ocupar el lugar de otros, ¿no era la mejor prueba de que eran iguales en todas partes?"*
*Pamuk, Orhan, El castillo blanco, Mondadori,  Barcelona,  2011

4 comentarios:

  1. Ahora tengo el recuerdo local del libro en la mesita de tu living y las correcciones de alguien muy cercano en la traducción al italiano. Así gira el castillo blanco. Abrazo desde el insipente otoño de Turin todavía con un poco de sol .

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  2. Las coincidencias... Un abrazo, Laura!

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  3. Uy, Lili! Qué buen comentario! Ya tengo ganas de salir corriendo a comprarla! Leí de Pamuk "El libro negro", "Nieve" y la extraordinaria "Me llamo Rojo"..., pero ésta no la leí. Prometo volver por acá cuando lo haga.
    (Che, nena, qué manera de producir! No me das tiempo a seguirte! jaja!)

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  4. ¡Gracias, Laura! Esta es una buena novela para agregar a tu interesante programa sobre el doble, un tema inagotable en el arte.

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