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viernes, 21 de septiembre de 2012

Infancia clandestina, de Benjamín Ávila

El foco en lo humano


"Todos hemos pasado por eso de amar y odiar a nuestros padres y lo seguiremos haciendo, y en el caso de los hijos de desaparecidos, creo que todos pasamos por las mismas etapas de definición:  primero los odiás, los puteás, los reclamás y les preguntás "¿por qué no pensaste en mí y sólo en vos". Pero luego llegó la juventud y yo a los 20 años, la edad que tenía mi vieja cuando me tuvo, me di cuenta de que yo era un idiota y mi vieja no, y a los 27, que es la edad en la que desapareció ella, ya le había puesto el cuerpo a todo eso en lo que creía, y yo a esa edad apenas podía creer en mí".   Benjamín Ávila, entrevista de Radar  16.9.12





"Infancia clandestina" es una producción del Cine Nacional que vengo esperando desde hace tiempo y que pude ver el día del estreno, curiosamente en la única sala del centro de Quilmes, donde para mi resignación, en general llegan sólo las películas más comerciales.
En la función de las 22.45 éramos solo 4 personas, y agradezco esa inusitada experiencia de intimidad como un raro regalo, porque ese silencio profundo y esa platea desierta incentivaron aún más la experiencia de contacto personal, de cercanía imposible que nos propone una cámara que nos arroja a los poros de los personajes y superpone su respiración con la nuestra.


La leyenda sobre fondo negro que abre la narración: BASADA EN HECHOS REALES y la continua precisión temporal y espacial entran en tensión con la inclusión de los dibujos animados de Andy Riva. Las bellas y potentes viñetas de este dibujante argentino, inspiradas en una escena semejante de "Kill Bill", nos sumergen en el punto de vista de Ernesto: un tiroteo en el medio de la noche, teñido  de rojo sangre del padre herido y el amarillo miedo de Ernesto/ Juan, que se hace pis, y esos dos hilos se escurren sobre las baldosas de una vereda de Buenos Aires. Siempre, durante toda la película, persistirá la mirada de un niño inmerso en la violencia que a duras penas puede diferenciar su miedo diurno de sus pesadillas. Y es que Ávila, en los primeros minutos del film, quiere dejarnos claro que ese niño de 11 años, es y no es él mismo. Del mismo modo, cada uno de nosotros siente que la propia infancia es una ficción difícil de rescatar, cuando miramos fotos viejas e intentamos encontrarnos en esos ojos tan nuestros y tan otros.


A once años del estreno de "Kamchatka" de Marcelo Piñeyro, pienso que como sociedad ya estamos preparados para acercarnos unos metros más a aspectos de este pedazo de historia argentina que se nos atraganta en la angustia y el desconcierto. Si en aquella oportunidad, los padres desaparecidos eran un abogado comprometido y una profesora universitaria sindicalista, en su película Ávila espía a través del punto de vista de Ernesto/Juan la organización de la contraofensiva montonera, en la figura de sus padres  que pertenecían a los altos mandos. Los hechos se ubican en 1979, un año después del Mundial del 78, cuando la dictadura estaba totalmente consolidada. Cuesta creer que estos líderes idealistas no supieran a qué país habían regresado. El horror estaba instalado, eso trata de decirles la abuela (una Cristina Banegas entrañable) que comiéndose la discreción intenta persuadirlos de que su causa es una causa perdida: "Ustedes no saben lo que pasa en este país. No lo saben. Si no, no estarían aquí. Tengo miedo. Los van a matar. Váyanse. Llévense a Juan. Lo que pasa aquí es terrible". Y su hija, de una pureza intransigente y vibrante, le habla de ideales, de utopías, le grita que no la llene con sus miedos. Que si ellos faltaran, preferiría que alguno de sus compañeros de militancia se hiciera cargo de sus hijos, y no ella con su visión pequeña y mezquina de la vida. Escena poderosa que nos llevamos en el corazón, porque conocemos como siguió esa historia. Sabemos que después de esos gritos y de ese abrazo, no quedaron compañeros, y las abuelas, esas mujeres simples como la abuela Amelia, se hicieron cargo de la crianza de sus nietos, o se pusieron los pañuelos para buscar a los bebés que se apropiaron y enarbolar las banderas de sus hijos desaparecidos que con su muerte les pasaron esa pasión y esa locura.


Pero esta película no es sólo la historia de los últimos días en la clandestinidad de una familia de desaparecidos, es sobre todo una historia de amor, que nos recuerda la poética "Melody" de los 70, que vi varias veces en un día en los tiempos del cine continuado mientras yo también comía maní con chocolate. El primer amor y el coraje para escaparse juntos del mundo adulto, a un parque de diversiones, lejos de los padres y los maestros. Las escenas del campamento en el bosque otoñal y el cumpleaños de Ernesto con el infaltable "asalto" organizado por el tío Beto tienen todo el color de esa década de cámaras polaroid y wincos.


"Infancia clandestina" es una película bella, de una fotografía luminosa, con encuadres atípicos y sorprendentes. La combinación con los dibujos animados en las escenas de acción del principio y del final y el sueño en el que narra el final heroico del tío Beto son obras de arte en sí mismas que uno quisiera poder ver con más detenimiento una y otra vez. Todas las actuaciones son sobresalientes, especialmente las de Natalia Oreiro y Ernesto Alterio, que emocionan con su entrega.
Es una película en la que en el medio de tanto horror brilla la vida, el amor, los ideales.


Las fotos de los créditos, nos vuelven a la historia real, la de Benjamín Ávila, que no tenía 11 años sino 7 cuando volvió a Argentina, cuya madre no se llamaba Cristina sino Charo, pero era bella, bellísima como la Oreiro y nos sigue interpelando desde esas fotos en colores, para recordarnos que esta historia no es una mera ficción y que las heridas todavía están abiertas.







9 comentarios:

  1. Hola Eleonara, viví una experiencia muy similar a la tuya: en un cine comercial con solo 3 parejas en la sala.

    Hoy, sigo con la misma angustia...

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    1. Sí, Tomás, como toda buena obra de arte se nos queda pegada, no sólo en la retina sino en los pensamientos y en el corazón y sigue creciendo dentro. Gracias por tu comentario.

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  2. Llegué a tu página por casualidad, como pasa casi todo en la vida. Tengo muchas ganas de ir a ver esta película, hoy miré los horarios en el Showcase de Quilmes. ¡No podía creer que vos tbn la viste aquí, y me pregunto si no somos vecinas. Vivo en Quilmes centro. Gracias por la razón del gusto :)

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  3. Buenísima crítica y película. Me encantó la forma en que estuvo filmada. Aunque abusaron de los primeros planos. Muy bueno el uso de las tomas en cámara lenta, como cuando baila la nena con la cinta amarilla. Cuando finalizó la peli, lo único que pude decir es "que país de m...!"

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  4. Gracias, Cris y Daniel por los comentarios.
    Cris, sí, la dan en Quilmes y hay que aprovechar, no sé cuántas semanas la van a dejar...
    Daniel, para mí también las escenas de la cinta amarilla, que en cámara lenta se transforma en una cinta de Moebius es un símbolo de la película y tiene una belleza que emociona, tanto en la parte filmada como cuando aparece otra vez en el dibujo.
    "Infancia clandestina" a mucha gente la dejó angustiada o amargada, a mí, sin embargo, pensar que un hijo de desaparecidos puede transformar su dolor en una obra de arte como esta me da mucha esperanza.
    Yo soy muy llorona, sin embargo, esta vez me emocioné mucho pero no lloré. La película no tiene golpes bajos. Una de las claves, para mí es que muestra a la víctimas de la dictadura, no en una situación pasiva y como objeto de la tortura, esa otra parte tan terrible, que relata la mayoría de las películas. Sino que vemos a jóvenes con ideales, organizados y muy seguros de lo que hacían ( aunque hoy nos cueste comprenderlos). Con distintas visiones sobre el compromiso político,la militancia y la lucha armada, encarnadas en la postura del padre y del tío Beto. Son jóvenes que llevan una vida plena y "eligieron".
    Sin embargo la melancolía está en la canción "Sueños de juventud" que canta Natalia Oreiro y que también es simbólica.
    Es la mirada tierna de un hijo que hoy es hombre y puede cerrar un círculo: entender la elección de su madre.

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  5. Lili! Vi tu comentario en mi blog y quise ponerme al día con el tuyo. Una vez más la coincidencia y el encuentro en esta película enorme que todavía estoy saboreando despacito del mismo modo en que nos enseñó el tío Beto a saborear el maní con chocolate...
    Casi nos cruzamos seguramente en el cine porque estuve en la función anterior. De habernos cruzado, me habrías visto llorar como hacía rato que no lloraba por un film, aunque es cierto que la película no tiene golpes bajos... Creo a cada uno le pega de manera muy diferente: a mí me trajo mi adolescencia y mi propia historia de una manera tan fuerte que no pude escapar de la angustia que crecía y crecía con cada secuencia. Agradezco profundamente a Benjamín Ávila esta oportunidad de llorarlo todo una vez más.
    Hasta la próxima coincidencia, amiga!

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  6. Sí, Laura, es increíble como nos cruzamos en muchas cosas, y eso es muy lindo.
    Alegres por la nominación al Oscar como mejor película extranjera, no? Un abrazo, y sí hasta la próxima coincidencia!

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  7. Hola Eleonora,llegue a tu blog porque aparecio un posteo sobre tu comentario de la película Gilda, de la cual soy productor, y aparecia el afiche de Infancia Clandestina debajo y asi llegue tu comentairo sobre mi pelicula.
    Debo confesarte que no deja de sorprenderme las emociones que ha provocado mi pelicula. Y queria agradecerte, hoy (4 años despues) tu comentario. Me emociono, me hizo revivir emociones de aquella epoca. Por lo que veo y leo son gente cinéfila, al igual de Laura Esponda (lei su comentario sobre la peli porque lei sus palabras aca), que lindo saber que hay gente que se toma este tiempo desinteresado en trasmitir a otros sus apreciaciones y analisis, cvon mucha mas información y profundidad que muchos criticos profesionales. Muchas gracias y un abrazo grande. Benjamin Avila

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    1. ¡Gracias, Benajamín!¡Qué sorpresa gigante! Me dejaste sin palabras de la emoción.

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