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domingo, 28 de octubre de 2012

Café literario: "Estupor y temblores" de Amélie Nothomb

"En Bélgica, el surrealismo es una cuestión de supervivencia"
Amélie Nothomb


Amélie Nothomb, es una de esas raras y bienvenidas sorpresas que se dan en la literatura. Esta prolífica y original escritora no solamente desde hace años es un éxito editorial sino que es mimada en los círculos académicos, a diferencia de las autoras hispanoamericanas protagonistas del boom editorial de la literatura "femenina" de los '80, cuestionadas por su estilo almibarado.
Hija de padre diplomático, hizo del extravagante periplo de sus primeros 15 años la cantera de donde extrae sus ficciones. Nació en Japón, tierra que se convirtió en el paraíso de la infancia; a los cinco años la llevaron a China, donde se sintió desterrada del Edén; a los nueve caminó las calles de la Gran Manzana; a los doce vivió en la India y practicó el ascetismo; y a los quince volvió a la patria que le corresponde por herencia: Bélgica. La patria de su lengua materna: el francés.


Sus libros son autobiográficos, será por eso que su imagen aparece en la tapa de casi todas sus novelas. 
La escritura de Amélie es ligera, fresca, humorística. Su estilo no se parece al de nadie, sin embargo subyace  en él el absurdo kafkiano, la calidad confesional de Marguerite Duras, el surrealismo de Boris Vian, la comicidad de Tom Sharpe... Es todo eso y es algo completamente distinto.
Estupor y temblores, Gran Premio de Novela de la Academia Francesa en 1999, narra las peripecias de la misma Amélie, que vuelve a Tokio a los veinte años con la ilusión de trabajar como intérprete en una gran empresa nipona.
 Así empieza la novela: 
"El señor Haneda era el superior del señor Omochi, que era el superior del señor Saito, que era el superior de la señorita Mori, que era mi superiora. Y yo no era la superiora de nadie.
Podríamos decirlo de otro modo. Yo estaba a las órdenes de la señorita Mori, que estaba a las órdenes del señor Saito, y así sucesivamente, con tal precisión que, siguiendo el escalafón, las órdenes podían ir saltando los niveles jerárquicos.
Así pues, en la compañía Yumimoto yo estaba a las órdenes de todo el mundo"


A lo largo de 143 páginas, fluyen las experiencias desopilantes de la joven empleada occidental en una empresa japonesa, diseccionadas por el humor corrosivo y a la vez tierno de esta autora, que como una mártir contemporánea, soporta inclaudicablemente la humillación de sus superiores hasta convertirse en menos que nada. Desde ese lugar de enajenación total, Amélie puede, con una inteligencia brillante, sacarle una radiografía estremecedora a la sociedad japonesa consagrada a la producción y al trabajo.   La ambigua relación de admiración-odio con su inmediata superiora, la señorita Mori Fubuki, la hace entrar en profundas reflexiones sobre la belleza de la mujer japonesa, como un milagro de heroísmo:
"Tienes obligación de casarte, a ser posible antes de los veinticinco años, tu edad de caducidad. Tu marido no te dará amor, salvo que sea un retrasado mental, y ser amada por un retrasado no proporciona felicidad alguna. De todos modos, no te darás cuenta de si te quiere o no. A las dos de la madrugada, un hombre agotado y a menudo borracho regresará para derrumbarse sobre el lecho conyugal, que abandonará a las seis de la mañana sin haberte dicho ni una palabra. Tienes la obligación de tener hijos, a los que tratarás como dioses hasta los tres años, edad en la que, de repente, los expulsarás del paraíso para alistarlos al servicio militar, que durará desde los tres hasta los dieciocho años y más tarde, desde los veinticinco años hasta el día de su muerte. Estás obligada a traer al mundo a seres que serán todavía más infelices en la medida en que en los tres primeros años de su vida les habrán inculcado la noción de felicidad".


Si en "Baterbly, el escribiente", Melville plantea el absurdo a partir de la inacción, en Estupor y temblores, el infierno para la protagonista es el sometimiento a la inacción o a la repetición de acciones carentes de sentido que inmovilizan a un cerebro curioso y rebelde, que sembrará de anarquía creativa los 44 pisos de un edificio de cristal.
Para mí esta novela es la puerta de acceso a la obra de una autora que me seduce con su inteligencia. Yo seguiré leyendo, sin dudas, más obras de su producción. Por suerte, se consiguen varios de sus títulos principales en Argentina.

1 comentario:

  1. ya mismo voy a comprar el libro!
    el trozo que pusiste me encantó!
    yo a veces también tengo una relación de amor-odio con mis inmediatos.
    bienvenida sea esta mágica puerta de acceso.
    muy buenas las fotos de la muchacha.

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