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miércoles, 1 de abril de 2015

Diario de viaje: Granada II

La Huerta de San Vicente


Si bien no es aquí donde nació García Lorca, esta fue la casa de veraneo de la familia García, donde toda la familia pasaba el largo y tórrido verano  en medio de la sencillez de esa casona fresca, de muros anchos, en medio de la naturaleza.



Aquí Federico escribió sus obras más importantes durante los veranos desde 1926 hasta 1936. Estamos hablando de nada más y nada menos que de Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba, por ejemplo.



Solamente se puede recorrer la casa con visita guiada. Si van en temporada alta conviene que reserven por teléfono. Nosotros salimos a la mañana, tomamos el colectivo C5 desde la parada del Monumento de Isabel la Católica y nos bajamos a una cuadra del Parque García Lorca. Allí se encuentra la casa-museo de la Huerta de San Vicente, restaurada y ambientada con objetos de la familia, fotos, pinturas, la cocina con sus cobres y cerámicas, el viejo piano en el que tocaba Federico y los dormitorios en el piso superior .


Llegamos media hora antes de la hora de visita, así que recorrimos los jardines y tratamos de espiar tras las rejas. Estábamos solos. Cuando llegó la guía nos dimos cuenta de que éramos los únicos visitantes. Cuando la guía abrió la puerta principal y entramos al salón se me hizo un nudo en la garganta... Entraba el sol de la mañana por las ventanas... Vi la escalera que subía a las habitaciones y me pareció que en cualquier momento podría bajar Federico con ese clásico mameluco de obrero que le gustaba usar para estar de entre-casa.


La guía me pidió que dejara la mochila para hacer el recorrido y me advirtió que estaba prohibido sacar fotos dentro de la casa. Mejor. Me liberé de esa obligación que siento siempre por registrar lo importante para permitirme tener todos los sentidos dispuestos a vivir esta experiencia de comunión con el espíritu de uno de los seres más luminosos que me acompañan con su mirada poética y su pasión desde que lo conocí cuando era muy chica. ¡Estaba en la casa de Federico, en Andalucía! ¡Qué difícil separar la realidad del sueño!


Todo, absolutamente todo en la casa es perfecto, sencillo y cálido. En el medio de ese silencio profundo parece oírse el bullicio de los almuerzos familiares y de las reuniones en las salas y patios.

Lo más impactante para mí fue entrar a la intimidad de su cuarto de soltero, con la cama individual, el amplio escritorio donde escribía, sobre el cual aún está colgado el famoso afiche de La Barraca, y ese balcón luminoso por donde entra la luz del jardín.



Además del cuarto intacto de Federico, en el piso superior las otras habitaciones están acondicionadas para exponer una serie de fotografías familiares, muchas de ellas fueron tomadas con una cámara Kodak  por su adolescente hermano Francisco. Allí aparecen las caras de los espíritus que pueblan de ese sentimiento gozoso esa casa que los dueños de la muerte no pudieron robarle en los años que siguieron al infame fusilamiento del poeta. Allí, la intimidad en blanco y negro, nos regala sonrisas, ocio, charlas, horas de lectura. 

En la Huerta de San Vicente encontré vivo a Federico. Esa casa, de pie, con sus muros blancos, sus objetos, sus retratos, sus obras de arte, nos devuelve al ser humano entrañable y cálido, amoroso con su madre y sus hermanos. Amigo de sus amigos, tierno con sus sobrinos, lleno de pasión por la justicia y por un mundo mejor. 



Me quedo con esas últimas sonrisas de un hombre que con solo 38 años pudo dejarle al mundo una obra inmensa. Un espejo en el que podremos seguir mirándonos por mucho tiempo más todos los hombres y mujeres que lean alguna de sus poesías o que lean o vean representadas sus obras.



¡Me fascinó conocer este lugar!



Nota: todas las fotos de interiores y los retratos de Federico fueron tomados de la Casa Museo Huerta de San Vicente, Granada en http://www.huertadesanvicente.com


domingo, 29 de marzo de 2015

Diario de viaje: Granada I

La patria de Federico



"Todo el día ha llovido y ha chapoteado la lluvia en maíces y cristales. El Otoño ha llegado. Ya la población está animadísima. La universidad abre sus puertas. La Alhambra y los jardines están en su justo punto poético.
(...) Claro que el invierno es su mejor vestido"
Federico García Lorca, 1928


En este cuadernito que tiene en la tapa esta carta de Federico armé mi diario de viaje de Andalucía, y en las próximas entradas lo iré compartiendo para contagiar la pasión y la ilusión por visitar estos hermosos lugares que quise conocer desde chica.

Hoy empezamos con Granada:

Si hay un lugar hermoso para alojarse en Granada, ése es el barrio del Albaycín. Nosotros nos quedamos tres días en un hotel frente al río Darro, llamado el Zaguán del Darro, una casona antigua del siglo XVI, muy sencilla, sin desayuno incluído, pero con una ventana al río, a los puentes y la vista de la Alhambra. ¡Una belleza!


La primera mañana nos levantamos bastante temprano para sacar entradas para la Alhambra, nos habían asustado, pero comprobamos que en invierno todo es más fácil, no tuvimos que hacer cola y a las 10 ya estábamos paseando por el monumental recinto de uno de los lugares más hermosos del mundo entero.



Para llegar a la Alhambra desde el Albaycín, subimos por una cuesta empinada en medio de un parque precioso. Luego, una vez adentro, fuimos atravesando hermosos jardines hasta llegar a los Palacios Nazaríes, que son la atracción principal del complejo de la Alhambra. Para ello dan un horario. En nuestro caso el horario de entrada era a las 10, 30 horas, por lo tanto primero conocimos la Alcazaba desde donde se pueden apreciar algunas de las vistas más lindas de Granada.









Los Palacios Nazaríes están conformados por tres palacios: el Palacio del Mexuar, el Palacio de Comares y el Palacio de los Leones, los tres construídos en distintas etapas del siglo XIV.
















Todo aquí es una delicadeza y de una belleza que quitan el aliento.
El agua como protagonista en cada patio y la geometría exquisita en cada diseño de los azulejos y las filigranas talladas en estuco y madera nos dejan aleladas ante la incomprensión de lo absoluto.

Tengo la sensación de que ninguna fotografía capta lo que vemos con nuestros ojos en este lugar, sobre todo los colores, las sombras, las texturas. 





Las arcadas, las columnas y las cúpulas con los leves tonos azulados que se pierden hasta el infinito conforman una de las arquitecturas más perfectas y deslumbrantes que vi en mi vida.






Dentro de la Alhambra, también están los edificios construidos por los reyes españoles después que los Reyes Católicos  se establecieron allí entre 1492 y 1516.
Se destaca el Palacio de Carlos V, un suntuoso edificio renacentista construido en torno a un patio circular.
Hoy alberga una colección de arte muy interesante en el Museo de Bellas Artes de Granada, con exposiciones temporales muy bien armadas como la del cantante flamenco Morente que nos gustó mucho.





Por último recorrimos el Generalife, con sus jardines preciosos. Construido como lugar de recreo para los reyes, realmente la visita de este lugar es el broche de oro.















El recorrido total de la Alhambra nos llevó unas cuatro deliciosas horas, de un maravilloso día de sol tibio de invierno.