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lunes, 20 de agosto de 2012

Café Literario: "Una misma noche" de Leopoldo Brizuela

" Y comprendo que la escritura es una manera única de iluminar la conexión entre el pasado y el presente. Y eso me alienta a empezar: no como quien informa, sino como quien descubre"
"Pero para contar la historia, me dije, es preciso ser víctima. Del presente. O su memoria."
"Porque la gente también muere para que podamos hablar"
L.B.


La propuesta para el Café Literario del Mes de Agosto es una novela que vengo esperando desde que leí en el periódico que Leopoldo Brizuela había recibido el Premio Alfaguara 2012 en España
A la vuelta de mis vacaciones de invierno, me lo encontré en la casa de Berta, mi suegra. Ella ya lo había leído con mucho entusiasmo, se lo había recomendado su sobrino que vive en México. Y es que "Una misma noche" es un libro que quema en las manos, se lee de un tirón porque no se puede dejar ( yo me lo tragué en piyamas en un lluvioso día feriado).
La ficción coquetea con la realidad, son muchos los indicios temporales y espaciales que hacen que en nuestra pantalla mental se proyecte nuestra propia historia, nuestra propia vida. Y así,  sin querer, intento ubicar la casa de Tolosa donde vivimos, ¿calle 18 u 8?; las iniciales del narrador protagonista me hacen caer en la trampa y tropiezo con el error imperdonable de asociar autor con narrador... y hasta me emociono hasta las lágrimas cuando en uno de los Juicios por la Verdad relatados aparece, junto al juez Leopoldo Schiffrin, el abogado Elías Grossman: ¿el fantasma de mi queridísimo e inolvidable padre del corazón, el abogado Jaime Glüzmann?
Con una estructura perfecta, dividida en cuatro partes que engarzan la Novela con la Memoria, la Historia y el Sueño, la novela desde la A hasta la Z nos sumerge en una historia reconstruida desde un incidente del presente, un robo en la casa vecina. Las circunstancias parecidas, traen a la memoria de Bazán, el narrador adulto, otra funesta noche de 1976, cuando a los 12 años vio demasiado hasta perder la inocencia y, conoció quizás  antes de tiempo el verdadero rostro del padre.


Con una prosa límpida, con frases contundentes y una profunda investigación sobre la historia de los últimos 40 años en Argentina, Brizuela me hizo estremecer, inquietar y soñar con mi propia adolescencia, con esos años de mi juventud de calles solitarias, toque de queda y silencio. 
Cuando parecería que  la literatura, el teatro, el arte y el cine ya han dicho todo sobre los años de la dictadura, aparece una novela como ésta que nos muestra como en un espejo ese sentimiento contradictorio de los que éramos un poco chicos para la acción pero lo suficientemente grandes para intuir el horror de lo innombrable con lo que debimos convivir, sumergidos en la oscuridad y la culpa.
A la altura de la narrativa consagrada de la literatura argentina, "Una misma noche" no sólo indaga en lo más amargo de nuestra historia sino que como en lo mejor de Bioy o de Borges, encara  el mito del coraje y juega con los límites imprecisos entre la realidad y el sueño. El onírico capítulo W está entre las páginas más bellas que he leído en lengua española. Leonardo Bazán (¿Leopoldo Brizuela?) logra atravesar las pesadillas del miedo a ser cobarde y enfrenta su destino, no a punta de cuchillo sino con el arma poderosa de la escritura que corta y sana.

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