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domingo, 28 de diciembre de 2014

Diario de Viaje: Isla Negra

Mi lugar preferido del 2014


“Compañeros, enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras/ y de olas que mis ojos perdidos/ no volverán a ver...”
Pablo Neruda, "Disposiciones", Canto General 



Durante las vacaciones de invierno nos tomamos una semana para conocer Santiago de Chile y Valparaíso
A mí me hacía mucha ilusión conocer las famosas casas de Neruda y la verdad que la experiencia superó todas mis expectativas.

A la Isla Negra se puede ir desde Valparaíso o desde Santiago. Nosotros fuimos desde Santiago. El viaje en ómnibus dura casi dos horas. Desde La Moneda, tomamos el metro en dirección a San Pablo y nos bajamos en Universidad de Santiago. Caminamos hasta la Terminal de buses La Alameda y tomamos el bus, sale uno cada hora. El pasaje ida y vuelta nos costó 4.500 pesos chilenos, es decir unos 7 dólares aproximadamente.

Para la visita no hace falta reservar con anticipación, pero sí estar atentos a los horarios. Y conviene salir temprano a la mañana para conseguir el turno de visita, ya que hay un número limitado por día. Por lo menos esa fue nuestra experiencia durante las vacaciones de invierno.



Isla Negra es un pueblito costero, que tiene como principal atracción la Casa Museo de Pablo Neruda, por supuesto. La casa está sobre la playa, por lo tanto, mientras esperamos nuestro turno para la visita, caminamos por esa bellísima playa del Pacífico, en la que las olas rompen contra las inmensas piedras. Y luego nos caminamos hacia la casa por un camino en medio de un bosque de pinos.



 “La costa salvaje de Isla Negra, con el tumultuoso movimiento oceánico, me permitía entregarme con pasión a la empresa de mi nuevo canto” . Así relata Pablo Neruda en Confieso que  he vivido su encuentro con este lugar, que él eligió para retirarse a escribir su Canto General.



En  1938 Neruda compró el terreno con una cabaña de piedra a Don Eladio Sobrino, que fue un marino español que llegó con su barco a las costas chilenas y se quedó a vivir para siempre allí. Luego, con los años, el poeta la fue ampliando y modificando la casa, como él mismo escribió: “la casa fue creciendo, como la gente, como los árboles...”




Recorrer la casa  de Isla Negra es como internarse en un laberinto de pasillos y ambientes contiguos. Una casa sencilla y cálida atiborrada de objetos preciosos, hallazgos del gran coleccionista que fue el poeta. Desde cada ambiente de la casa, puede verse el océano, aún desde el dormitorio en forma de proa con dos inmensos ventanales para mirar el mar.





 “El océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana”.




Por eso, porque el mar todo lo domina, la casa conserva una colección de objetos relacionados con el mar que fueron juntados con pasión por Neruda durante toda su vida:
mascarones de proa, réplicas de veleros, barcos dentro de botellas, caracolas marinas, lupas y catalejos, botellas de formas extrañas, pipas... Y en el exterior, campanas, piedras, objetos de arte y hasta una locomotora...















La casa guarda en cada sillón, en cada mesa, en cada silla el bullicio de las veladas compartidas entre amigos, porque para el poeta la amistad y la hospitalidad eran un culto. En un pub anexado a la casa, hizo grabar en las vigas del techo los nombres de los poetas muertos. Allí cuentan que el propio Neruda agasajaba a sus invitados con los tragos preparados por él mismo.



En 1965, Neruda agregó a la casa un espacio dedicado a su infancia en Temuco. Le pidió a su amigo el arquitecto Sergio Soza, que proyectara un espacio para albergar el caballo de cartón piedra que estaba en la puerta de una tienda de su pueblo y él admiraba cuando era chico, y , con emoción,  encontró en un remate.  Y luego agregó la Covacha, un pequeño espacio con techo de zinc, para escuchar el sonido de la lluvia que oía  en la casa de su niñez.

La Covacha: en esta mesa, construida con una
puerta encontrada en la playa, Neruda se recluía
a escribir
En Isla Negra, Neruda guardaba además su fabulosa colección de libros que fue quemada por los militares cuando la casa fue clausurada durante la dictadura de Pinochet.


Caminar por el interior de la casa y por los jardines es una experiencia espiritual, pero acceder a su pequeña habitación en la planta alta, donde pasó sus últimos momentos antes de morir nos emociona hasta las lágrimas.





El pequeño placard con sus pocas pertenencias, las pinturas en las paredes y las ventanas sin persianas para que lo despertara el sol de la mañana, nos hablan de un hombre conectado con las cosas más verdaderas y hermosas de la vida.



Desde 1992, Matilde  Urrutia y Pablo Neruda descansan en Isla Negra. En una tumba con forma de barco donde podemos sentarnos a mirar el océano y a respirar poesía.






Bonus Track: 

Imágenes de La Sebastiana, la casa de Neruda en Valparaíso




















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