Visitas al blog

sábado, 18 de febrero de 2012

Ibsen o la tragedia sin sangre

“Ibsen inaugura el drama del espíritu, la tragedia sin sangre, que es la verdaderamente humana, que es la única, y por ello su creación es el pivote sobre el que gira el teatro universal.”
Alfredo De la Guardia 

                                              *
Por la sección "Los clásicos" desfilarán por este blog aquellos creadores que me sorprenden por su vigencia. Ellos han sido en su gran mayoría incomprendidos entre sus contemporáneos; han escandalizado, movilizado, perturbado, incomodado.

Hoy quiero referirme al dramaturgo noruego Henrik Ibsen (1828-1906). En los últimos 6 meses vi tres puestas teatrales de tres de sus obras más importantes que demuestran el interés que sigue despertando en los directores y en el público.
Me impacta profundamente cómo las obras de Ibsen, después de más de 100 años, siguen movilizando nuestros prejuicios,  eso nos da la medida de cómo los textos de este autor han debido ser completamente intransigentes con su época des-velando la doble moral, la represión y la autorepresión, la hipocresía, la profunda complejidad humana. Sus héroes no aparecen como meras marionetas del Destino sino víctimas de su pasado, de sus propias elecciones. Ibsen junto con August Strindberg han sido considerados como los padres del teatro moderno y lo sorprendente es que de la zona más nórdica de Europa, de esa región de inviernos de densas nieblas y noches que duran 6 meses, hayan surgido estos visionarios del alma humna que percibieron, en la opresiva segunda mitad del silgo XIX, que el mundo estaba cambiando. Ellos vieron las primeras grietas en los claustrofóbicos salones de la sociedad burguesa encorsetada por duros prejuicios de género y de clase. 

En prìmer lugar me referiré a "Casa de Muñecas".  He visto muchas versiones de esta obra y la he leído muchas veces. Cuando la leemos con mis alumnos, adolescentes del siglo XXI, los varones siguen juzgando duramente a la protagonista por abandonar el hogar. ¡Qué cercana es esta Nora, esta mujer que ha sido siempre tratada por su padre y por su esposo como una niña! ¡Qué valiente y qué trágica su decisión! ¡Qué profundamente frágil y superficial aparece su esposo, Torvaldo, que actúa según su capricho y egoísmo y en su ceguera es castigado con la inexplicabe emancipación de "su muñequita"!
 En julio del año pasado, pude ver la que fue para mí la mejor puesta en escena de esta obra en el Arcola Theatre de Londres, gracias a la exquisita intuición de Noelia que reservó las entradas en este encantador teatro off londinense. Toda la fuerza de ese texto se potenciaba en la atractiva escenografía que subrayaba simbólicamente los temas de la obra. Por ejemplo, el escenario del pequeño teatro tenía las plateas a ambos lados, por lo tanto los espectadores estábamos muy próximos a los actores y según nos hayamos sentado a la derecha o la izquierda, sin duda nos llevamos una distinta percepción del espectáculo. Colgaban de las parrillas con tanzas invisibles todo tipo de objetos asociados al mundo femenino: espejos de mano, peines y cepillos, tazas de té de porcelana, cupcakes…  

 
Tres actrices que funcionaban como el desdoblamiento del pasado, presente y futuro de Nora, permanecían en escena y en los momentos de conflicto aparecían , expresando coreográficamente los sentimientos en pugna dentro de la protagonista. También, como titiriteras, manejaban las marionetas de los hijos de Nora. Estos muñecos, al estilo de los usados por “El periférico de los objetos”, interactuaban con la protagonista en una bella escena en que quedaba bien claro que ella es una niña más y necesita crecer para poder ser madre.


En segundo lugar,  en diciembre, con mi amigo Sebastián, para festejar el inicio de las vacaciones fuimos a ver "Estado de ira", del director Ciro Zorzoli, una producción del Complejo Teatral de Buenos Aires que llegó al teatro Metropolitan, después de exitosas temporadas, excelente críticas y variados premios. La obra es dinámica, de un humor desopilante y mordaz. La gran sorpresa para mí fue comprender, detrás de esa supuesta comedia, lo mejor de Ibsen. La obra transcurre durante un largo ensayo de Hedda Gabler. Una primera actriz debe prepararse para hacer el reemplazo de la protagonista de esta famosa obra de Ibsen y acude a una oscura dependencia pública en la que un grupo de actores mediocres, que se dedican al oscuro oficio de prepararse para hacer reemplazos, la deben ayudar a pasar la letra.

Lo paradójico es que si en la obra de Ibsen, Hedda es una mujer especuladora y manejadora de las voluntades de todos los que tiene alrededor, en esta pieza la primera actriz, que al principio es recibida con honores, empieza a ser sometida a todo tipo de impertinencias, violencia verbal y física por parte de los actores que van depositando en ella todo su resentimiento y sus frustaciones, mientras cumplen con el deber de ayudarla a aprender la letra y las marcaciones del director en unas horas. Es imprescindible subrayar el impresionante trabajo físico de todos los actores en especial de la protagonista, Paola Barrientos, que va desintegrándose en esta absurda pesadilla de la que no puede escapar.

Por último, la semana pasada,  fui a ver "Espectros", una producción del director Mariano Dossena, protagonizada por Ingrid Pellicori y Walter Quiroz, que estará en cartel hasta abril en el Centro Cultural de la Cooperación. En una puesta en escena completamente tradicional, el maravilloso texto de Ibsen se abre paso y nos conmueve. Como en las otras obras de Ibsen asistimos a la develación de un secreto familiar que fue corroyendo, como un gusano insistente, los pilares de las relaciones familiares.
La "tragedia sin sangre" que queda plasmada en las obras de Ibsen es el reconocimiento del "error fatal" de haber desperdiciado toda una vida por obedecer los fuertes condicionamientos sociales: "Me habían inculcado algunas enseñanzas, en las cuales no exitían más que obligaciones. Y he vivido largo tiempo con esa convicción. Toda la existencia se limitaba a deberes; mis deberes, sus deberes". Así se excusa ante su hijo la señora Alvin por haberle mentido sobre su padre toda la vida.


Ibsen sigue vivo en las carteleras teatrales y seguirá depertando el mismo interés porque sus personajes contradictorios, egoístas y atormentados por la culpa nos resultan humanos, demasiado cercanos.  Nos recuerdan que tarde o temprano las mentiras estallan, que lo que se calla mata, que no debemos dejar que las presiones sociales nos quiten "la alegría de vivir".

*El retrato de Ibsen pertenece al artista expresionista Eduard Munch que fue amigo del dramaturgo noruego.



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario