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domingo, 20 de octubre de 2013

Madres

La fechas conmemorativas, más allá de los obvios intereses de marketing, nos sirven a los seres humanos para hacer un alto y festejar, recordar, reflexionar.
Hoy en Argentina se festeja el Día de la Madre, por eso no podemos dejar de recordar a nuestras mamás, y recibir el saludo especial de nuestros hijos que nos llena de alegría.



Pero ¿la maternidad es tan maravillosa como la idealizamos?, ¿la relación con nuestras madres es o ha sido tan idílica, armoniosa e incondicional como impone la creencia generalizada?



Este fin de semana, por pura casualidad, fui a ver dos obras de teatro de la cartelera porteña que justamente exploran los agridulces corredores de la relación entre madre e hija. Dos obras de un lucimiento actoral que recomiendo fervientemente:



33 Variaciones, de Moises Kaufman, dirigida por Helena Tritek
Con la gigante interpretación de Marilú Marini y Malena Solda, esta obra inteligente y delicada trabaja el vínculo entre madre e hija en el momento culminante de una vida. Catalina, una musicóloga reconocida, apasionada por descifrar el misterio de las últimas obras de Beethoven, consciente de ir gastando sorbo a sorbo los últimos instantes de su hermosa estadía en este mundo. Su hija Clara, un poco dispersa todavía, o quizás más libre, está empecinada en acompañar a su madre en el último trayecto. Ternura, humor, belleza, poesía. Emoción que nos inunda desde que comienza la obra hasta que termina. Un canto a la vida y a la esperanza. Una bella reflexión sobre la pasión y los vínculos humanos.




Sonata de Otoño,de Ingmar Bergman, dirigida por Daniel Veronese
Una madre narcisista que ha priorizado toda su vida su carrera artística a su familia se reencuentra después de siete años con su hija. En un duelo actoral electrizante, Cristina Banegas y María Onetto nos sumergen en una noche de insomnio, reproches y dolor.Una relación cerrada y asfixiante, insalvable.


La versión teatral superó mis expectativas. Una película con tanto texto, diálogos inolvidables y de una intensidad abrumadora por sus primeros planos, es "traducida" al lenguaje teatral con una eficacia estremecedora.

Baste recordar algunas de las antológicas frases de la "Sonata Otoñal" de Bergman:
"Hablas de mi odio. Tu odio no era menos fuerte . Yo era pequeña, maleable y te adoraba. Me ataste, porque necesitabas mi amor... cómo querías que todo el mundo te quisiera.
Yo estaba expuesta e indefensa. Y todo sucedió en nombre del amor. Decías que me querías y a papá y a Helena. Y conoces la entonación y los gestos del amor. La gente como tú es mortífera...deberías estar encerrada para ser inofensiva.
Una madre y su hija. Una combinación terrible... de emociones y confusión y destrucción. Todo es posible y se hace en nombre del amor. 
La hija heredará las heridas de la madre.
La hija sufrirá los fracasos de la madre.
La infelicidad de la madre será la infelicidad de la hija.
Es como si el cordón umbilical nunca se hubiera cortado.
Mamá... ¿es así? ¿Es la infelicidad de la hija el triunfo de la madre?
Mamá...¿es mi dolor... tu placer secreto?"



Ambas obras se basan en el vínculo más fuerte y complejo que enfrentan los seres humanos en su paso por este mundo. La madre, primera morada de carne y sangre, primer alimento, primer abandono de la seguridad del cálido útero a la soledad del mundo allá afuera.
Las madres... nuestras madres y nosotras como madres, forcejeamos por sacarnos ese traje impoluto de madres siempre dadoras, omnipotentes e incondicionales. Nuestras madres y nosotras somos simples mujeres que nos debatimos entre la culpa y la necesidad de afirmarnos como personas. Estoy convencida de que como Catalina, la madre de 33 Variaciones, la mejor herencia que podemos dejarles a nuestro hijos, además de nuestro  amor, es una vida que persiga el deseo y la pasión por la vida.

4 comentarios:

  1. Sí, es "el vínculo más fuerte y más complejo" entre los seres humanos.
    En mi caso, podría haber pronunciado algunas de las frases de la hija en Sonata otoñal, ay...
    Tus comentarios dan ganas de ir a ver las dos obras, pero no sé si me daría el cuero.

    Qué preciosa la foto inicial! ¿Es idea mía o esa bebé es...Eleonorita ?

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  2. Sí, Betina, entender ese vínculo, perdonar y aceptar nos lleva toda una vida. Me resultó increíble que las dos obras trabajaran el mismo conflicto con distintos matices. Y en las dos la música, que ensimisma, la música como universo íntimo de las madres. Me trajo a la mente el hermoso documental que vi este año en el Bafici sobre Martha Argerich realizado por su hija Sthephanie: "Bloody Daughter".
    Es un conflicto humano que tiene mucha tela para cortar y con el que nos identificamos todos o casi todos los seres humanos.
    La foto es mía, sí. Estaba en la casa de mis abuelos en un marquito antiguo. Desarmé el marco para poder escanear esta foto que me gusta especialmente, porque fue sacada por un fotógrafo pero en le patio de la casa de mi abuela, y mi mamá no está posando a la cámara, me está mirando. Y esa mirada de mi madre me construyó como persona. A pesar del dolor, a pesar de las incomprensiones posteriores, en esa mirada estaba marcado esta que soy.

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  3. Es así, Eleonora. Y aunque algunos dolores nos van a acompañar siempre, a medida que nos ponemos grandes podemos entender y aceptar (no sé muy bien qué significa "perdonar"). Y a partir de eso, podemos quererlos y cuidarlos, que así es el juego de la vida.
    Es lindísima la foto, justamente porque no hay pose. A tu mamá se la ve tan moderna, con esa cola de caballo y esa polera parece una jovencita de los '70!. Y vos...¡estás igual! (de verdad, reconocí tu rostro en la carita del bebé).

    Algo de esto anduve cavilando en la Luna, cuando todavía no nos conocíamos: http://lunavalencia.blogspot.com.ar/2012/04/ano-nuevo.html

    Un abrazo

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  4. ¡Qué lindo tu texto! Te dejé un mensaje ahí, Betina. Otro abrazo para vos.

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