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domingo, 18 de octubre de 2015

Mi amiga del parque, Ana Katz



El otro rostro de la maternidad



Quizás porque soy mujer, quizás porque justo era un sábado al mediodía y yo salí, libre y sola a ver esta película en pleno dominio recuperado de mi tiempo y de mi voluntad en esta etapa de mi vida con hijos grandes. Quizás porque era víspera del Día de la madre y sobre todo quizás porque alguna vez me sentí como Liz, la protagonista, es que no puedo separar el impacto que rozó la subjetividad propia de mi género, sino también mi propio mundo y experiencia.

Cuando comenzó la película y la cámara empezó a seguir la cotidianidad de Liz con su bebé, esos actos tan comunes y a la vez olvidados de lo que significa la vida con un bebé, algo muy fuerte se despertó en mí. Un recuerdo viscoso, una sensación amputada, sublimada… la de la tierna, heroica, extenuante, solitaria e indecible vida con un bebé. Basta mirar las ojeras de las madres con bebés, las espaldas encorvadas, las miradas un poco perdidas para comprender ese estado de enajenación que no tiene prensa en las publicidades ni en la mítica imagen de la madre abnegada y realizada. 



Mi amiga del parque, con una frescura y una originalidad inusual, nos pone muy cerca de Liz, sentimos sus miedos y su soledad, quisiéramos darle algún consejo inútil, abrazarla, hacerle "el aguante"… Porque la entendemos, claro que la entendemos bien. 
En una escena sublime, antológica, que guardaré para siempre en mi cajita de escenas perfectas del cine de todos los tiempos, Julieta Zylberberg, esta Liz entrañable, entra a darse una ducha y por supuesto entra a su bebé al baño, en un gesto que todas las madres hemos hecho alguna vez. Hasta ese punto de dependencia llegamos, ni un minuto para cerrar los ojos tranquilas debajo del agua, porque ahí hay una vida que depende completamente de nosotras, así lo creemos o nos lo han hecho creer. ¿Por qué llora Liz debajo de la ducha?... ¿Porque su esposo se ha ido a trabajar a Chile y está sola con su bebé? ¿Porque su madre ha muerto hace menos de un año? ¿Por qué nunca ha podido amamantarlo y se siente culpable? ¿Porque extraña su trabajo en la editorial? ¿Porque sus hormonas post parto tienen desequilibradas sus emociones? Probablemente ni ella misma lo sepa... La abruma la vida.


Como el médico pediatra le aconseja que lleve al bebé al parque, aunque sea invierno, para que socialice, para que esté al aire libre, Liz saldrá todos los días y allí encontrará a una nueva amiga, en las hamacas con su bebita. Rosa es ambigua, demandante, intrusiva. Entra en la vida de Liz como “Pancho por su casa”. Rosa no la juzga, ¿qué va? Sus principios morales son bastante cuestionables, es una simpática buscavidas que arrastrará a Liz y a nosotros, espectadores, al riesgo. Liz necesita confiar y confía, a pesar de todo. Necesita de esa libertad de Rosa y de su hermana Renata. Liz necesita una experiencia “a lo Thelma y Louise”, esa con la que alguna vez todas hemos soñado.



Y es en esta relación en la que la película se muestra más genuina y brillante. Sacude nuestros prejuicios y nuestros miedos. Porque el film habla de la maternidad sí, pero sobretodo de lo importante que son para nosotras, las mujeres, esos encuentros con amigas, muchas veces fugaces o temporarios, con las que nos hace tan bien salir al bosque a jugar, para olvidarnos un poco de tanta responsabilidad, tanto trabajo y tanta culpa por no saber ser lo perfectas que indican los manuales o los doctores Sokolinskys de todos los tiempos.



Y como siempre en este blog el arte se mezcla con la vida, en este día de la madre brindo por todas las alegrías pero también por todas las angustias, los miedos, los fracasos, las imperfecciones que tuve como madre. Mis hijos ya se valen solos, son dos hombres peleándole a la vida. Sé que no fui tan importante, los cuidé como cuidan las hembras a sus cachorros, logré que no se lastimaran físicamente pero nunca pude ni podré ahorrarles los dolores del corazón que duelen más. 

Cada vez creo menos en los mitos impuestos, no sé lo que es el “nido vacío”. Me hace feliz que puedan y quieran vivir su propia vida. 
Somos madres, sí, felices de serlo. Pero así como para él varón nadie imagina que el rol de padre es su única misión en este mundo, para las mujeres la vida también es vasta y la maternidad es una experiencia valiosísima -para quienes la elegimos- que no nos define ni nos agota sino que nos enriquece y nos humaniza.




Argentina/Uruguay, 2015

Dirección: Ana Katz.

Guión: Inés Bortagaray y Ana Katz.

Duración: 85 minutos.

Intérpretes: Julieta Zylberberg, Ana Katz, Maricel Alvarez, Mirella Pascual, Daniel Hendler y otros.


Me gustó mucho esta mirada masculina de la película, para los varones que quieran verla: 



6 comentarios:

  1. Qué loco Liliana habernos cruzado sin conocernos. Que loco habernos emparentado en la emoción que nos generó este film. Qué loco a pesar de que soy una primeriza y vos ya sos madre de hombres que se valen por sí mismos. Tengo una idea al respecto y es que hay un universal, una vivencia común del ser madre, esa de la que no se habla en casi ningún lado, que por suerte no pasó inadvertida para Katz. Te mando un fuerte abrazo!

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  2. la autora es muy interesante como la actriz también.... me gustó mucho tu relato femenino y dan ganas de verla, claro que si, aunque sea hombre.... aunque sea para entenderlas un poco mas si eso es posible.... salu2 y gracias por la entrada entonces...

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    1. Hola JLO, qué lindo lo que decís. Por eso puse la nota de un periodista varón que me gustó mucho, porque él dice lo mismo que vos, que le gustó asomarse a ese mundo para comprenderlo mejor. Saludos.

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  3. ¡Qué lindo texto, Lili! Y las fotos personales me parecen hermosísimas. Abrazo.

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    1. ¡Gracias,Caro! Me pone muy contenta que pases por acá. Otro abrazo grande para vos.

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