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lunes, 24 de abril de 2017

Frantz, de François Ozon


"Los sollozos más hondos
del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final."
"Canción de otoño", Paul Verlaine

Un siglo después de la Gran Guerra...

...Ozon nos habla de potencias mudiales que se odian, de himnos nacionales que exaltan el derrame de la sangre del enemigo impuro en los surcos de la tierra, de muertes injustas, del arte, del amor y la libertad.




Así de ambiciosa y estimulante es esta película. Se nos queda anidada en el corazón cuando salimos del cine y crece, crece con nuevas preguntas y nuevas conexiones.


Un melodrama sutil con marchas y contramarchas que logra suspender el asombro y la emoción en el espectador.

Un film delicado y exquisito, con una fotografía en blanco y negro que nos sumerge en los ambientes burgueses de un pueblo alemán y en la bohemia del París de posguerra.


Es el viento que susurra en alemán en las hojas de los álamos de un cementario en primavera y es el otoño en los versos de Verlaine. 


Son recuerdos construidos por el deseo cuando la verdad duele demasiado y son cartas imaginarias para sanar corazones rotos.


Es la música que el pueblo alemán regaló a la humanidad y es el Louvre que aloja la pintura más bella del mundo.


Es animarse a cruzar las fronteras, siempre un poco más, un poco más, hasta encontrar lo que se busca o encontrarse a uno mismo en lo que se busca.


Es una reflexión sobre la culpa, la verdad y la negación ante lo insoportable.

Es el amor, la generosidad y la libertad donada por una familia del corazón y es la prisión de los buenos modales y el deber ser heredado en el linaje familiar.

Pero por sobre todas las cosas es la mirada de Anne.  Esos, sus ojos, a través de los cuales vemos los colores de la naturaleza, del baile y de la pintura cuando ella siente felicidad.

Frantz, es un muerto demasiado vivo. Omnipresente en el deseo. Desde su muerte de soldado que no entendía la guerra sigue proclamando el valor de la vida. "Frantz", de Ozon, una obra de arte. 

No se la pierdan en el cine. Difícilmente la dejen mucho en cartelera. Esa luz, esa fotografía, esa historia se merecen que nos apartemos por dos horas del mundo y nos entreguemos a la realidad hipnótica del cine en su máxima expresión.




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