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sábado, 28 de septiembre de 2013

Wakolda, de Lucía Puenzo

La tercera película de una chica que sabe algo de cine

Lucía Puenzo, está disfrutando en estos días de uno de esos raros fenómenos del cine argentino. Seleccionada para representar al país en el Oscar  e iniciando la segunda semana a sala llena, Wakolda es una producción ambiciosa.


Vale la pena ir a ver Wakolda. Por los paisajes patagónicos, la ruta del desierto, el viejo Hotel Tunquelén frente al Nahuel Huapi, ese color medio sepia de las fotos de los años 60, y el casting perfecto.





Destaco especialmente el hallazgo de la pequeña Florencia Bado en el rol de Lilith,  con esa mirada ambigua e inquietante; la sobriedad de Natalia Oreiro; la belleza de Elena Rogers  en el histórico personaje de la espía de la Mossad y el parecido increíble de  Álex Brendemühl con el fatídico doctor Mengele, el Ángel de la muerte.




El cuaderno de anotaciones del doctor Mengele es una obra de arte; de hecho, Andy Rivas, el dibujante de esta maravilla y de los dibujos que aparecen en "Infancia Clandestina" está preparando su exposición en el Palais de Glace.




Basada en la novela homónima de la directora, Wakolda  se asoma a lo siniestro y nos deja en la antesala. Allí en ese espacio de incomodidad que provoca la intimidad aberrante entre una niña y un desconocido; allí donde intuimos que la intolerancia a lo diferente yace en las relaciones cotidianas y vuelve monstruosa la convivencia en el colegio de Lilith; allí donde la ciencia cruza límites inconcebibles y macabros.

En Wakolda hay momentos que erizan la piel, hay lluvia torrencial en una carretera solitaria, hay nieve y frío en un hotel abandonado, hay extrañas avionetas que sobrevuelan la casa de los vecinos, hay muñecas iguales con corazón mecánico; hay una niña a la que se le estiran los huesos como en un cepo mediante hormonas inyectadas. Así, un poco mecánica y fría es la relación que establece esta película con el espectador.


Y aprovecho esta entrada para responder la pregunta de Carolina Guidice en su excelente crítica sobre la película en Morir en Venecia : ¿se respeta la verosimilitud en la película?¿O nos quedamos afuera? 
Tratándose de un tema como el nazismo, me parece que cualquier ficción, ésta inclusive, por más inverosímil que parezca, se queda corta al lado de la realidad histórica. Cuando hace unos años, desde Munich tomé un tren a Dachau para visitar el primer campo de concentración creado para cumplir con el plan de exterminio de los judíos, sentí el mismo frío distanciamiento que hoy en el cine. Me bajé en un pueblito precioso, lleno de casitas blancas de dos pisos. Caminé unas 15 o 20 cuadras en un perfecto día de verano parecido a nuestra primavera. De pronto, al final de la alameda,  apareció, entre jardines, el portón de uno de los lugares más siniestros de la historia. Las casas vecinas, a metros, ¿cómo no se enteraron de los hornos crematorios?, ¿cómo permanecieron ajenas al horror?, ¿cómo es posible que la Cruz Roja visitara los pabellones y aceptara la versión de que allí los refugiados vivían en excelentes condiciones? 
Es cierto que en la película hay elipsis importantes, cosas que no se explican, por ejemplo el momento en que nacen los mellizos. Una mujer tan sufrida como Eva, pudo haber tenido el parto de dos sietemesinos con la ayuda de su hijo mayor y alguna criada. No nos olvidemos de que es su cuarto parto. Creo que no importa contar ese momento si no cómo se pueden salvar dos bebés que necesitan cuidados neonatológicos en medio de una tormenta de nieve, alejados de la ciudad. Esa situación límite justifica la intervención  de Mengele.
Por otro lado, hay una pequeña escena en la película que para mí le da sentido al personaje de Eva, interpretado por Oreiro (seguramente todos nos preguntamos por qué deposita su confianza y le entrega la salud de sus hijos a Mengele). Cuando llega a la vieja hostería donde fue criada, Eva recupera el idioma alemán con que fue educada, la lengua de sus padres, y entre las fotos viejas de su infancia, aparecen con naturalidad otras fotos familiares y grupales de la hostería en las que hay banderas con esvásticas y saludos nazis. Festejar los avances de las tropas alemanas sería seguramente un recuerdo personal, como para tantos chicos argentinos de las colectividades alemanas del interior del país; no solamente Bariloche, sino también Misiones, La Pampa, Córdoba. ¿Sabe quién es Helmut? Probablemente sí, y no le importe. Probablemente, sin embargo, al final, sienta que ha llegado demasiado lejos y por eso llama a la fotógrafa con la excusa de la foto familiar.
Mal que nos pese, Eichman, Mengele, Priebke vivieron en la Argentina, pasearon como Pancho por su casa, hubo una comunidad dispuesta a darles asilo. Esta película se asoma, con política corrección, a esa realidad atroz. 

5 comentarios:

  1. Hola, Lili.
    La verdad es que admiro que hayas podido decir tanto de esta película. A mí, a excepción del hallazgo indudable de la nena (impecable), me resultó no sólo inverosímil en varios aspectos (que sería lo de menos) sino una película fría sin matices ni grandes propuestas fílmicas. Por momentos, hasta me aburrió. No sé: desde la metáfora obvia de las muñecas en serie con "pelo natural" y corazón mecánico, hasta algunos descuidos en la trama... Por ejemplo, no me resulta creíble que Mengele abandone en un cajón el cuaderno que registra su único propósito en la vida, que no vuelva a buscarlo... Me parece que no se corresponde con su obsesión, con su locura... Como que echa por tierra lo que ha logrado provocar en nosotros ese personaje: ese sentimiento siniestro del que habla Freud: esa mezcla de belleza y frialdad, de ternura y sadismo que logra esa incomodidad necesaria que debemos sentir cuando lo habitual se vuelve monstruo
    Sin embargo, un buen casting, como tan bien señalás, un buen paisaje, un par de buenas construcciones en los personajes, esta vez, no me alcanzaron. Hay algo que irremediablemente se pierde cuando la trama es desprolija y la mirada tan distante... No sé, es una película que me parece en algún sentido bastante "correcta" y, sin embargo, salí del cine sintiendo que no me había provocado nada...
    Gracias, Lili, por haberme hecho pensarla un poco mejor.

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    1. Hola, Laura.
      Será porque yo soy tan emocional que paradójicamente no me molestó que la película fuera tan fría, ese color, los paisajes patagónicos. Esa fría belleza.
      Me parece que Lucía Puenzo es fiel a un estilo, lo mismo me pasó con XXY. El cuerpo joven como laboratorio. Y la naturaleza como marco de la soledad. Esas historias no podrían ser urbanas.
      No es una película inolvidable ni mucho menos. Lo sé. Pero cuando salgo del cine con preguntas, con ganas de averiguar cosas que quedaron sueltas. Entonces, creo que valió la pena.
      Lo que vos decís de la libreta, creo que podría pasar, la Mossad le estaba pisando las talones y esta familia no significa demasiado en la carrera del Ángel de la muerte, después de allí se irá al pueblo en Brasil, paraíso de mellizos y gemelos donde hará sus últimos siniestros experimentos.
      Una película "correcta", tenés razón, quizás para poder cumplir con lo requisitos de una coproducción noruega, francesa, española y argentina. Una película que interese al gusto medio, quizás por eso fue elegida para competir por el Oscar.
      Gracias por tu comentario tan interesante.

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  2. Lili,
    Gracias por dialogar con mi reseña de la película y con los interrogantes que planteo en ella. Quisiera aclarar que cuando hablo de los problemas con el verosímil no me refiero a la correspondencia con lo real del nazismo sino simplemente a las grietas en la lógica interna de la película, tal como señala Laura en su comentario. Por supuesto que no es necesario que muestren el parto de los mellizos, pero la resolución apresurada de ese episodio junto a varios deslices que vienen después terminan provocando distanciamiento, desconfianza. Hacen demasiado “ruido”. Con respecto a si Oreiro sabía o no que Helmut era Mengele, me parece que queda claro el momento en que ella se entera: es cuando está en la cama, después del parto, y la enfermera habla con el médico sobre su inminente fuga. Ahí Oreiro le dice a Peretti: “No importa quién es” (y después se justifica diciendo algo que no recuerdo con precisión, pero dice “No hay otro que pueda ayudarnos”). Es probable que Oreiro siempre haya sido un poco filonazi, y esto va más allá de que supiera quién era su huésped alemán. En cuanto al paralelismo con el tema de las muñecas y la perfección, algo señalado por todos los críticos como un recurso burdo, en lo personal no me molestó demasiado. Creo que podría haber sido una buena punta para explotar aspectos más abiertamente terroríficos/fantásticos que en en el relato solo aparecen esbozados.
    Saludos.

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    1. Hola Caro,
      Gracias por seguir la charla.
      Sí, entiendo lo que querés decir con los problemas con el verosímil. Y posiblemente releyendo mi entrada, que escribí de un tirón cuando volví de ver la película, entiendo que mezclé un poco mi propia experiencia con la sensación de incredulidad que me despierta todo lo relacionado con el nazismo.
      Y es cierto que uno quisiera que la escena en la fábrica durara más o se explotara más lo terrorífico-fantástico, pero quizás no sea lo que quería contar la directora. Yo soy de las creo que eso que yo hubiera querido en una obra artística y no veo, no tiene porqué ser un error. Es su novela, que llevó a guión, dirigió y el resultado final me parece digno e interesante. Como le digo a Laura, no me voló la cabeza ( no es Kieslowski, entre nosotros, vos me entendés), pero como un todo me parece una película muy digna.
      Un abrazo grande.

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  3. Gracias, MS. A mí también me resultó interesante y bien armada, aunque ha despertado opiniones encontradas como ves arriba.

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