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sábado, 5 de octubre de 2013

Eternas menores

Hoy de manera aleatoria llegaron a mí tres textos que confluyen en un tema que me interesa mucho: el lugar de la mujer en el siglo XXI: un texto de la escritora musulmana Fatema Mernissi, la contratapa de Sandra Russo y la noticia de la exposición de las niñas provocativas de Balthus en el Met.  De esa rara mezcla surgen estas reflexiones.

A veces, cuando doy un texto en clase, me encuentro explicando prácticas de cómo era la vida de las mujeres cuando yo era chica en los '60, adolescente en los ´70. A veces pienso que mis alumnas viven en otro mundo, pero justamente la semana pasada en mi clase de 4º año, con chicos de 15 años se armó un debate parecido al que impulsan los dos textos que voy a compartir.
¿Realmente avanzamos en los derechos en la igualdad de género o seguimos irremediablemente siendo las "menores" en la sociedad patriarcal? ¿Cuántas décadas o siglos faltarán para que las mujeres que pertenecemos a la mayoría de la humanidad tengamos los mismos derechos que los hombres? ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que hombres y mujeres seamos realmente libres, dueños de nuestro cuerpo y de nuestras decisiones?


El harén en Occidente
La semana pasada me reuní después de 38 años con mis compañeras de secundario y eso me llevó a buscar fotos de aquella época. Con sorpresa me vi a mí misma hermosa con mis 17 años, flaca, saludable, alegre. Sin embargo yo siempre en mi imagen mental me vi gorda, es más toda la vida, pienso en términos de que cuando baje esos kilos de más voy a salir a comprar ropa, por ahora me voy arreglando, con lo mínimo, porque voy a bajar.
¡Cuántas veces entro a un local porque me gustó algo en la vidriera y cuando entro me dicen que es talle único! ¿Por qué las mujeres debemos sufrir esta humillación que no soportan de ninguna manera los varones? ¿Todas las mujeres somos iguales? ¿Alguien como yo en cuya sangre debe circular todavía algún gen de las bravas guerreras germanas debe martirizarse para caber en un talle 38 o vivir con la sensación de ser demasiado grande?
Este texto me resultó muy interesante para pensar esta cuestión:
“Mientras intentaba encontrar, sin éxito, una falda de algodón en unos grandes almacenes en Estados Unidos, oí por primera vez que mis caderas no iban a caber en la talla 38. A continuación viví la desagradable experiencia de comprobar cómo el estereotipo de belleza vigente en el mundo occidental puede herir psicológicamente y humillar a una mujer. Tanto, incluso, como la actitud de la policía pagada por el Estado para imponer el uso del velo, en países con regímenes extremistas como Irán, Afganistán o Arabia Saudí.
La elegante señorita del establecimiento me  miró de arriba abajo desde detrás del mostrador y, sin hacer el menor movimiento, sentenció que no tenía faldas de mi talla: ¡Es usted demasiado grande! – dijo.
- ¿Comparada con qué? – repliqué.
- Pues con la talla 38. Lo normal es una 36 o una 38. Las tallas grandes, como la que usted necesita, puede encontrarlas en tiendas especiales.
Era la primera vez que me decían semejante estupidez respecto a mi talla.
- Y ¿se puede saber quién establece  lo que es normal y lo que no? – pregunté a la dependienta como queriendo recuperar algo de mi seguridad si ponía a prueba las reglas establecidas. – ¿Quién ha dicho que todo el mundo deba tener la talla 38? – bromeé, sin mencionar la talla 36, que es la que usa mi sobrina de doce años, delgadísima.
- La norma está presente en todas partes, querida mía. En las revistas, en los anuncios. Es imposible no verlo. Si aquí se vendiera la talla 46 ó 48, que son probablemente las que usted necesita, nos iríamos a la bancarrota. Pero ¿en qué mundo vive usted, señora? Lo siento, pero no puedo ayudarla, de verdad.
-  Pues vengo de un país donde no existen las tallas en la ropa de mujer – repliqué-. Yo misma me compro la tela, y la costurera del barrio o un artesano me hacen la falda que le pido a medida. De hecho, si quiere que le diga la verdad, no tengo ni idea de qué talla uso.
- ¿Quiere usted decir que no vigila su peso? – me preguntó con cierta incredulidad.”



(…) “a diferencia del hombre musulmán, que establece su dominación por medio del uso del espacio (excluyendo a la mujer de la arena pública), el occidental manipula el tiempo y la luz. Este último afirma que la mujer es bella cuando aparenta catorce años y al dar el máximo de importancia a esa imagen de niña y fijarla en la iconografía como ideal de belleza, condena a la invisibilidad a la mujer madura”. (…)“En efecto, en aquella tienda no solo me sentí repentinamente horrorosa, sino también inútil. Mientras los ayatolás consideran a la mujer según el uso que haga del velo, en Occidente son sus caderas orondas las que la señalan y marginan… El objetivo es el mismo en ambos casos.” (…) “el poder del hombre occidental reside en dictar cómo debe vestirse la  mujer y qué aspecto debe tener. Es el hombre quien controla la industria de la moda, desde la cosmética hasta la ropa interior. Me di cuenta de que Occidente es la única parte del mundo donde las cuestiones de la moda femenina son un negocio dirigido por hombres. En países como Marruecos la moda es cosa de mujeres.”

El Harén en Occidente, de Fatema Mernissi, 2000. Material encontrado en Orbita diversa.


Mujeres en el poder o el escándalo de las calzas de la presidenta
No voy a hablar de contingencias políticas en este espacio, no es mi fuerte. Pero me parece muy acertada la reflexión que hace Sandra Russo sobre cómo incomoda a mujeres y hombres que el poder este en manos femeninas. Un texto muy interesante que recomiendo leer completo:
“Hace una semana, cuando las calzas de la Presidenta provocaron una urticaria de comentarios que iban desde lo protocolar hasta lo psiquiátrico, pasando por el buen gusto y los dictados de la moda, pensé que, más allá de las calzas, los cinturones, el maquillaje, el color negro, las carteras y los collares de perlas, en ese registro de críticas lo urticante, lo incómodo, es un cuerpo femenino en el poder. El poder no es el lugar reservado a un cuerpo femenino. No está previsto. No hablo apenas del poder político, sino de la microfísica del poder que se desparrama por lo cotidiano, y multiplica para abajo a los fuertes y a los débiles. En las historias de violencia de género siempre hay un varón que estalla brutalmente porque no es capaz de tolerar que algo le ha sido arrebatado: las víctimas son castigadas indefectiblemente por desobedecer, por desabnegarse. Le han arrebatado al victimario su poder sobre ellas.
Todavía muy lejos de los celos, y mucho más lejos todavía de un motivo verosímil para sentirlos, suele haber una camisa mal planchada, una comida recalentada o fría, una tardanza en volver del paseo, demasiadas llamadas con amigas, una forma de sentarse que no gusta, una palabra de más u otra de menos, un tono de voz que no se admite, una diferencia de opiniones. En todos los casos, ella no hace lo que él quiere. En eso se resumen todos los desencadenantes de tantos crímenes impunes, y en eso reside el femicidio: en matar a una mujer que no hace lo que el asesino quiere, aunque lo que quiera él la violente o la vuelva a ella contra sí misma. Eso es todavía el patriarcado, un sistema jarárquico de géneros en el que los varones –y las mujeres que no rompieron el velo de ese sistema que conforma su propia escala de valores– se adjudican la distribución y administración del poder cotidiano. Por eso un cuerpo femenino en el poder no está en el lugar indicado. La que de pronto dice “me voy”, en cualquiera de las formas que esto implique, puede ser castigada. En la escena que se ve hay varones que no perdonan ese empoderamiento femenino, que no lo toleran, que sienten que ese cuerpo femenino en el poder –el de la distancia, el de la autoestima, el de la propia identidad– los amenaza, los reemplaza, los humilla.” Sandra Russo, Mujeres en el Poder, Página 12, 05/10/13

Balthus y el ideal de la belleza adolescente

El pintor Balthus —Balthasar Klossowski de Rola (Francia, 1908 – Suiza, 2001)—  ilustra esta entrada.
En él pensé cuando leí el texto de Fatema Mernissi. Tuve la suerte de ver varias de sus obras en el Centro Pompidou en París. En especial me fascinó la pintura que está continuación:



Sus pinturas desataron escándalo en el pasado y siguen perturbando, sin embargo me parece que Balthus expresa como pocos el ideal femenino contemporáneo. Ya no mujeres de caderas anchas y senos voluminosos, sino cuerpos de nenas alimentadas con yogur Ser. Cuerpos imposibles para la gran mayoría de las mujeres que tienen hijos, trabajan dentro y fuera de su casa y tienen la idea de que la vida no puede reducirse a pasarse horas en el gimnasio y contar calorías para no "crecer".
Cuando los críticos señalaban los aspectos morbosos o pedófilos de sus obras, él se defendía con firmeza: “Las niñas”, declaró con cierto hastío, “son las únicas criaturas que todavía pueden pasar por pequeños seres puros y sin edad (…), para mí son sencillamente ángeles y en tal sentido su inocente impudor es propio de la infancia. Lo morboso se encuentra en otro lado“.
Actualmente, para los que estén por viajar a Nueva York, podrán ver más de 30 de sus obras en el Metropolitan Museum o Art en su exposición Balthus: Gatos y Niñas – Pinturas y Provocaciones.  ( Hasta el 12 de enero de 2014)


2 comentarios:

  1. Excelente la nota de Sandra Russo. Yo también- sin entrar en consideraciones políticas- siento que lo que la mayoría no le perdona a Cristina es que sea una mujer en ejercicio del poder ("un cuerpo femenino en el poder no está en el lugar indicado"). Y cuanto más firmeza o convicción muestra- cuanto más pone de manifiesto que tiene el derecho de ejercer un poder legítimamente ganado- más odio despierta. Lo terrible es que ese odio y ese desprecio no viene solo de hombre machistas, sino de mujeres que defienden-consciente o inconscientemente- ese modelo patriarcal.
    Recuerdo que, en la ceremonia de su primera asunción , la vi con su impecable vestido de encaje blanco, de pie en medio de ese universo históricamente manejado por hombres y pensé "No te la van a hacer fácil." Yo no la había votado y, sin embargo, en ese momento sentí una gran empatía, algo que me conmovió, que me hizo ponerme de su lado por solidaridad de género. Y no,no se la hicieron fácil, como no se la hubieran hecho fácil a ninguna mujer atreviéndose a romper el molde.
    Muchas veces, ante los casos crecientes de femicidio ocurridos en los últimos años, mujeres golpeadas, violentadas, quemadas por sus parejas, me pregunto qué está pasando, cómo es posible que este horror suceda en pleno siglo XXI. Y creo que la clave está en esto que expresa SR: "En las historias de violencia de género siempre hay un varón que estalla brutalmente porque no es capaz de tolerar que algo le ha sido arrebatado: las víctimas son castigadas indefectiblemente por desobedecer, por desabnegarse. Le han arrebatado al victimario su poder sobre ellas."

    Sobre el cuerpo femenino, la belleza y el paso del tiempo anduve cavilando hace un tiempo en la Luna:
    http://lunavalencia.blogspot.com.ar/2012/12/epifania.html

    Un abrazo, buenísimo el post, Elonora.

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  2. Sí, Betina, muy bueno el texto de Sandra Russo, y el de la musulmana sacándonos la ficha a las occidentales me dejó pensando un rato largo. Los dos textos se complementan y se potencian entre sí.
    Como vos decís en tu post ¿ por qué la belleza tiene que estar asociada al cuerpo púber? Ni siquiera a la juventud, vos fijate... Y lo peor es que desde la moda nos quieran convencer de que para pertencer, todas debemos tener esas dimensiones específicas.
    En la reunión de compañeras de secundario que mencioné en el post, una de las "chicas", hermosa, se está dejando las canas. Ella desde hace tres años se está dedicando por entero al yoga y llegó a esa conclusión. Me generó una gran admiración.
    Ayer en la peluquería, a la que voy una vez por mes religiosamente para tapar esa línea de crecimiento vergonzosa que no me soporto cuando me miro al espejo, pensaba en esto. Tengo 55 años, es lógico que tenga canas, sin embargo me someto a esos líquidos que me arden, a la espera, tan sumisamente, asumiendo que es lo que hay que hacer. Yo todavía no estoy preparada como tu señora del supermercado, o como mi amiga, quizás llegue el día, por qué no?
    Un abrazo y gracias por tu aporte tan interesante.

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