Alan Pauls y su Primer Plano por I. Sat…
Miércoles de la última semana de diciembre. Son las 22 horas
y ya estoy lista, “arrellanada en mi
sillón favorito”, con el control remoto en la mano. Mi pulgar aprieta veloz la
flecha que va dejando atrás infinitas posibilidades de aburrimiento. Otra vez, nada para ver, me digo. No hay
esperanza, nada estimulante, hasta que,
de pronto, me encuentro con él. Él, cada vez más canoso y más interesante, él
que no me mira, porque no mira a la cámara, pero desde su silloncito "snob-sensual" en el medio
de la ciudad me seduce con la promesa de una rara película francesa, y yo le
creo, porque desde que leí “El pasado” me he dejado seducir por este dandy de la cultura.
Ya las primeras imágenes de “Hadewijch” me atrapan: una
chica atraviesa un bosque, ensimismada. Imposible no comparar con “Rosetta” y
recordar la persecutoria cámara de los hermanos Dardenne. Y es que Céline, como
Rosetta, son muy intensas. Tanta intensidad asusta. Céline es una novicia y
está enamorada, de Dios. La madre superiora asustada la devuelve al mundo y el
mundo es París, una casona demasiado grande, unos padres demasiado importantes
y ausentes. Céline con todo ese insensato amor que desborda por sus poros
conoce a un joven musulmán. Ella es apabullantemente abierta e inocente, ella es
virgen. Ella se deja llevar por las
calles parisinas, en moto, por supuesto, pero que quede claro: Céline no puede
amar a ningún hombre porque ama a Dios. El joven la entiende y la lleva al
encuentro de su hermano, un apasionado religioso musulmán fundamentalista. Como Céline, la
religión para él es todo o nada.
Termina la película y sigue en mi cabeza. Recurro a la red
de redes, me dejo perder en sus recovecos y descubro una clave que no me diste,
Alan, la descubrí solita… ¿Sabés quién fue Hadewijch de Amberes? Una mística y
poeta apasionada del siglo XIII, que con otras monjas flamencas formaron el perseguido
grupo de las beguinas. Supe también que recientemente se han editado las
poesías de Hadewijch, la que se valió del código de la poesía del amor cortés
para hablar de la herida y desborde de amor.
Bruno Dumont, ayudado por el trabajo sensible de la joven actriz Julie
Sokolowski, logra materializar la fragilidad y contundencia de este desborde de
pasión y acercarnos al abismo del sentimiento místico. Para algunos , puro delirio;
para otros, fanatismo; para mí, en esta película, es la expresión del deseo de lo absoluto en
estado puro.
Qué loco y utópico desear lo "absoluto en estado puro", ¿no? pero qué propósito más noble a la vez.
ResponderEliminarEleonora, me diste ganas de ver la peli (así saco a las chicas de la Cofradía de sus películas pochocleras)y eso es ya un logro en este verano en el que Cuevana me atrapó , casi me abdujo de la sociedad.
Me encantó la visión, tu visión de la película.
Seguí seguí seguí.
personalmente la película no me gustó, me aburrió y no le vi ni entendí el sentido.
ResponderEliminarLo que si me gustó, ya que de gusto se trata no? son tus palabras hablando de la película ya que Tenés la virtud de darle sentido a todo.
Ni loca me la pierdo... Ya la estoy buscando en Internet, Lili! Tus recomendaciones son casi órdenes! Me queda flotando tu última frase... lindísima...
ResponderEliminarCuando la vea, prometo volver por aquí para dejar mis impresiones... Por otra parte, agradezco y me llena de orgullo tu link a mi "Rosetta"...
Sí, te va sorprender cuánto tiene esta película de esa intensidad sobrecogedora que transmite "Rosetta" y cómo no iba a enlazarla con tu comentario?
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